Miguel era poeta, aunque nunca, en toda su vida, había escrito un solo verso. Era poeta vital.

Sus amigos le decían, tu actitud ante la vida es poesía pura. Ni Juan Ramón Jiménez, era un poeta tan puro.

Miguel se enorgullecía, pero no comprendía bien lo que le querían decir.

Una mañana, después de su matutino carajillo de Baylys salió a caminar con su mujer, mientras andaron cincuenta minutos a paso rápido, iban hablando de lo que les debía la vida. Miguel hablaba en serio, en cambio su mujer, se lo tomaba humorísticamente.

Miguel decía, yo nunca conocí a mi madre y mi madrastra no me quería, mis profesores no hicieron que reluciera mi mejor parte, no tuve una educación como la que se merece todo niño, me he ido educando con el paso del tiempo.

Su mujer le contestaba, yo nunca he tenido un collar de perlas como el que me merezco, mi casa debería ser una mansión en Hollywood, quiero amantes aparte de mi pareja, que injusticias sufro. Para acabar burlándose de Miguel, mira, lo tienes todo y más, eres un hombre con éxito laboral, con amistades, y con una pareja que te ama. ¿Por qué estás empeñado en estar mal? ¿Por qué tienes que hacer psicoterapia?

Acababan  descansando después de los cincuenta minutos caminando, en una zona libre de gente, en el parque de la Ciutadella, abrazados  y besándose.

Después de esa rutina diaria, se iba cada una a trabajar, Miguel era arquitecto, Amanda su mujer, era una trabajadora social, legado de sus generaciones anteriores, por algo sus padres la habían llamado Amanda, como la canción del chileno Víctor Jara.

Al acabar sus jornadas laborales, se iban al cine para acabar cenando con algún amigo, y  antes de dormir, saciaban  sus deseos sexuales contenidos durante todo el día. Después de acabar los dos saciados completamente , Miguel comprendía que no estaba tan triste como suponía, aunque por la mañana volvía a necesitar o creer que necesitaba una terapia psicológica.

• Relatos breves