¡Qué confusión!, ¡qué desastre! Gritaba, mientras corría por la calle sin rumbo determinado.
Nunca quedaba bien la escena. Al menos no lo suficientemente perfecta para las expectativas de un director, que excitado miraba a la actriz secundaria con intenciones perversas.
La que manejaba la cámara, salida hacía medio año de una escuela de cine, pensaba, al director se le van lo ojos con nosotras, ¿esto formará parte del mundo del cine?
La verdad, es que la actriz secundaria se sentía alagada por el deseo que provocaba en el director, casado y con cuatro hijos. Pensaba, este vejestorio aún tiene ganas de guerra. Ya sé de donde viene su mala reputación.
Los días que se acercaba al rodaje la mujer del director, este actuaba como el hombre más asexuado del grupo de trabajo. Pero, ¿realmente le apetecía que acudiese su mujer al rodaje?
Una noche después de mucho trabajo, y de que las cosas habían funcionado bastante bien, la actriz secundaria fue a una cocktelería con el director, pidieron dos Manhattan, el director se declaró, medio borracho, fueron pasando las horas y los dos borrachos acabaron en el hotel donde se hospedaba la actriz. Al director debido al exceso de alcohol no se le levantó.
A la mañana siguiente, en el rodaje, podría haber hecho del personaje loco que sale a la calle gritando, ¡qué desastre!, ¡qué confusión!, corriendo sin rumbo determinado. Estaba loco, creía que era el hazmerreír del grupo de trabajo, que la actriz secundaria había proclamado a los cuatro vientos que no se le levantaba.
A la hora de estar trabajando, gritó, ¡lo dejamos para mañana, no me aguanto a mí mismo, ni os aguanto a vosotros! ¡O cambia todo un poco o vamos mal, y no quiero ni una burla más! ¡Cualquiera puede tener un fallo a la hora de la verdad!
La actriz secundaria se dio cuenta de lo que le pasaba, y antes de irse le dejó una nota escrita en el bolsillo de la chaqueta:
No pasa nada por lo de ayer, ansío que me complazcas, ¿qué tal hoy a las cinco en mi habitación…?
Pensamiento Irracional 