¿Con cuántas rutinas puede llegar a ser feliz una persona? Cada sujeto es diferente, se decía Camila una y otra vez, después de que su marido la dejara por una mujer veinte años menor que ellos. El marido dijo que se había cansado de sus rutinas y manías, que no podía más, pero Camila estaba convencida de que lo que había ocurrido, es que ella no tenía ganas de follar y llevaba una libido escasa cerca de tres años.
Pero desde el momento en que su marido la dejó le volvió a entrar ganas de practicar sexo. Pensó, él me ha dejado pero atándose a otra mujer. Yo soy libre para acostarme con el hombre que quiera e incluso con la mujer que quiera, no le hago ascos a nadie.
Se vistió provocativa, se maquilló abundantemente y salió a redescubrir la noche. Le acompañaría su amiga Laura, separada hacía medio año.
Camila llevaba una libretita dónde anotaba frases que oía y algún poema que otro. Laura le preguntó:
- ¿Por qué llevas tu libreta?
- Quiero encontrar hombres que escuchen lo que escribo. No como mi ex, que le importaba una mierda mi creatividad.
- ¿A ver si va a ser contraproducente?
- No estamos como hace cincuenta años, que los hombres no valoraban el buen hacer de las mujeres.
- No te creas, son más conservadores que… solo nos sirven por lo que tienen entre las piernas.
Las dos rieron ante el diálogo tan típico de las recién separadas.
La noche fue bien, se lo pasaron en grande, pero ninguna de las consiguieron a nadie.
Pero sí que se consiguieron mutuamente, entes de despedirse se empezaron a besar apasionadamente. Camila le dijo a su amiga… y… ¿para qué necesitamos a los hombres?, qué les den por el culo, cómo siempre quieren hacer con nosotras.
Este quizás fuese el principio de una relación íntima que duraría hasta que la muerte los separase, con mucho sexo, buena música, versos y muchas amistades.