La clase

Pedro le preguntó a Juan, ¿crees que soy tu mejor amigo?, Juan reía y reía sin parar. ¿De qué te ríes?, le preguntó Pedro. Sí, eres mi mejor amigo, le respondió Juan, nos sentamos juntos en la clase, me enseñas lo que no sé hacer de los deberes, un día a la semana duermo en tú casa. En verano nos da Brigitte,   clases de inglés. ¿Qué preguntas más raras que me haces?

Pedro le hizo la pregunta por un asunto emotivo, las dos mujeres más importantes en su vida, a parte de su mamá estaban cada vez más cerca de Juan. Lourdes, que era la niña más guapa de la clase, y la maestra Eulàlia.

Pedro y Juan, siempre se apoyaban uno sobre el otro, tanto en el aprendizaje como en el patio y el juego. Incluso, Eulàlia, los separaba, cuándo hacían trabajos de grupo. Pero ellos se comunicaban hasta con la mirada.

Estaban aprendiendo a redactar textos, a componer opiniones sobre textos literarios, multiplicaciones y divisiones. Lourdes, era la niña que tenía más afición por la lectura, pero el que se las ingeniaba mejor para crear desde el vacío de la hoja en blanco era Pedro, en cambio Juan casi nunca se equivocaba  en una multiplicación. Eulàlia, siempre les decía en clase que en la diferencia está lo atractivo. Pero, en el patio, los tres se colgaban como monos de las barras de la estructura metálica. Parecían gimnastas en una competición olímpica.

La mamá de Lourdes estaba tan contenta con la vida, que elogiaba tanto al colegio de los niños, como a la maestra. Para ella, todo funcionaba de maravilla. Pero, aunque nunca me han gustado estas citas sorpresa, un día Eulàlia la llamó para una reunión.

Cuándo hablaron, le dijo que su hija era una niña maravillosa, pero que solo se relacionaba con Pedro y Juan, además, de qué parecía tener demasiado respeto por los adultos. Creía que eran dos temas que se tenían que solucionar, tenía que abrirse para conocer y valorar los gustos y defectos de otras personas.

La mamá de Lourdes, para la que hasta entonces la vida era un camino ideal, salió de la reunión preocupada. Empezó a invitar a los demás niños de la clase a su casa, para que jugasen con Lourdes. A Juan y a Pedro al principio les afectó, pero la mamá de Lourdes tenía mucha experiencia, y en cuanto Lourdes empezó a tener lazos afectivos con otros niños, también invitó a su casa a Pedro y Juan.

Eulàlia, un día, a la salida del colegio, cuando entregaba a  los niños a sus papás, le dijo a la mamá de Lourdes que el gran cambio en las relaciones de los niños de la clase se lo debía en parte a ella. Que había notado, al principio, los sutiles movimientos emocionales y había trabajado a fondo sobre ellos.

El curso escolar siguió su camino con la mayor normalidad, con los conflictos, alegrías y tristezas de todo grupo de trabajo voluminoso con niños, podríamos ampliarlo a cualquier grupo voluminoso de seres humanos.

 

 

 

 

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