Siempre le acababa echando la culpa al pasado. Para él todo lo relacionado con su niñez, pueblo y convenciones del pueblo, eran algo que quería olvidar.
Lo que pasa es que la psicoanalista le decía, que antes de olvidar se debía que trabajar los hechos que molestaban interiormente.
Siempre había pensado, que no hay nada que unas cuantas copas de vino no solucionase. Pero ahora dudaba de ello. Llevaba bebidas muchas copas de vino a lo largo de su vida y nada se le había solucionado.
Una amiga de una amiga, que conoció en una fiesta le recomendó una psicoanalista. Dijo, que aunque no creía en los milagros, ella era uno. También le dijo, que la brujería era irracional, en cambio esta psicoanalista practicaba la brujería racionalmente.
Fue a visitar a la psicoanalista, cogió confianza con ella, pero existía un problema. La terapeuta le excitaba, se masturbaba al menos dos veces al día pensando en ella. Hasta el punto que más que alguien que le podía ayudar se convirtió en un objeto sexual.
Llegó a tal extremo que tuvo que hablar con ella:
- Me gustan las sesiones, pero más que mi psicoanalista me gustaría que fueras mi amante. Como amante se me acabarían los problemas.
- Los amantes no mitigan los problemas, muchas veces los crean.
- Puede ser, pero es que no puedo más, necesito acostarme contigo.
- No vuelvas más a la consulta. Te puedo proporcionar terapia con un colega.
- ¿Hombre?
- Visto lo visto…
Se despidieron y no volvió a ver a su terapeuta. Fue a la consulta con el psicoanalista. No duraron ni un mes las sesiones. Al ser hombre no tenía motivación ninguna.
Decidió, que unas cuantas copas de vino quizás sí que le ayudasen a paliar el dolor interno, que duraba lo que llevaba de vida.
¿Quizás la esencia de la vida es el dolor?
Se lo preguntaba periódicamente, y obtenía una única respuesta. Vida= dolor.