Las historias se pueden contar de diversas maneras, no sólo del lado de los vencedores o de los vencidos. Aunque esta historia no es de aquellas en que hay ganadores y perdedores. Simplemente hay. ¿Pero qué tipo de haberes hay?
Hay un poeta que no compone versos. Él es puro verso. Una dama madura, atractiva y liberada. Un artista que se lo cree porque puede. Una mujer con personalidad de mamá pero sin hijo, cuyo comportamiento todos o casi todos hemos sufrido de niños, pero de adultos están casi siempre de más.
La vida va pasando para todos. Para algunos parece que pasa más veloz que para otros. Rápida como un orgasmo, y vacía como el después del orgasmo. Uno de los casos es el de Billy, que todo él es poesía. Comía y todo lo engullido se transformaba en belleza. Paseaba y sus pasos eran imitados por los que le seguían. No escribía y emocionaba. Sus amigos se referían a él como él complicado. Pero también cómo el hombre metáfora.
Un día estaba Billy en una galería, viendo una exposición fotográfica, la temática social se diluía ante la belleza de las imágenes. Reflexionando ante lo que no se puede reflexionar sino sentir, Billy pensaba, cómo puede Depardon haber enfocado con la cámara sobre el único banco entre las montañas y mantener la tensión del paisaje. Esto más que una foto de naturaleza puede ser una foto social, por la ausencia de hombres. Los seres humanos se perciben por su ausencia en el banco, que podría servir para descansar de la aridez del paisaje. Bonita foto de lo que podría ser y quizás, a veces, sea. Y mientras meditaba sobre este tema, se puso a su lado una mujer cuarentona, rubia y con un cuerpo que daría envidia de las veinteañeras. Pero Billy seguía absorto en lo suyo. Esta quizás fue la primera coincidencia entre estas dos personas solitarias y la mayoría de las veces en lucha por la vida. Aunque, por ahora, no intercambiasen palabra alguna. Su interrelación vendrá en una época de mayor necesidad para ambos.
Resulta que la crisis, que como toda crisis consiste en un sinpas hacia algo diferente, era global. Con lo de global no me refiero a mundial, sino a crisis de sistemas englobantes. ¿Cómo se entiende? Por mucho que quisiera autosatisfacerse, Billy sufría un momento crítico, económicamente hablando, también psicológico aunque este sea un tema que expondré más adelante. El sinpas englobaba a bastante gente que le rodeaba. Al menos abarcaba a la gente que trabajaba en su empresa, una editorial que miraba poco por la buena literatura, y más por las ventas, o las ganancias. Y aun así no ingresaba suficiente dinero para pagar el sueldo completo a sus trabajadores.
Billy calmaba sus malos humores por la situación económica con pornografía de calidad. A falta de una mujer estable en su vida, y con lo mal que se le daban los ligues de una noche, los filmes pornográficos de los años ochenta le atraían. Casi cada noche se masturbaba viendo una película que le dejaba más insatisfecho que antes de verla.
Una tarde estaba Billy en el ático del centro de Barcelona en el que penetraba una luz necesaria para todo habitante de un inmueble, cuando sonó el teléfono fijo. Como estaba concentrado en la lectura de un libro de poesía de José Hierro, no contestó. El teléfono dejó de sonar. Quince minutos más tarde, mientras bebía a sorbos una copa de Blanc Pescador volvió a sonar. Esta vez descolgó el auricular y no oyó ninguna voz al otro lado de la línea. De repente, habló una voz femenina, hola, ¿es usted Billy Fresser? ¿Cómo está? Soy una escritora que agradecería tener una entrevista con usted. Claro con entrega de manuscrito propio incluida. ¿Acepta una invitación a un té en el café de debajo de su casa dentro de dos días? Me gustan tu atrevimiento y tu voz, contestó Billy. Allí estaré, por cierto, son la siete de la tarde, dentro de dos días, a la misma hora, nos vemos en el bar que has dicho. Hasta entonces.
El libro de José Hierro se había cerrado sin doblar previamente la hoja por dónde iba en la lectura. ¡Qué bien!, pensó Billy, así lo tendré que comenzar de nuevo en vez de buscar el último poema leído.
El hombre poesía quedó asombrado, no era escritor aunque amaba la literatura. Tenía contactos de confianza con editoriales. Como él, que era pura metáfora y además había leído y leía mucha poesía, la curiosidad por conocer los escritos de una mujer que parecía madura por su tono de voz iba en aumento. Mientras la oía la imaginó completa, tanto en lo que se refiere a su modo de ser como a su cuerpo.
En ese mismo instante, en la casa desde donde habían llamado a Billy, Amparo estaba pensando. Era una mujer morena, con cuerpo proporcionado, nariz no demasiado común pero atractiva, y de unos cuarenta años. Calculaba si sería fácil conquistar a ese muchacho que tan bien hablaba de literatura. La otra noche, se le había caído la tarjeta en el bar, en que el alcohol corría por barras y mesas. Así supo su nombre: Billy Fresser. Se anunciaba como elaborador, pero no elaborador de qué.
Amparo no trabajaba, era hija de una familia adinerada y vivía de rentas. Ocupaba su tiempo entre artes y placeres. Siempre creadora del absoluto en sus obras, en lo que se refiere a la elaboración, no reparaba en pequeños detalles, ni pequeños placeres, quería y lograba llegar siempre al éxtasis. Como poeta, era hija de su tiempo, es más, no leía a ningún poeta que hubiera escrito antes de los años ochenta. La época en que vivía, de crisis económica, a ella no le afectaba, era ideal para viajar (al menos soñando) por otros mundos y otros tiempos. Su obra tanto poética como pictórica era de un equilibrio absoluto entre forma y contenido. Y sabiendo que, según Hegel, las obras con armonía entre forma y contenido son obras clásicas, las de Amparo, no eran arte pasado de moda para su tiempo. Sino moderno y de vitalidad en imágenes y colores. Se lograba distinguir perfectamente su profundidad. Aunque lo representado surgiese a veces desde su subconsciente, quedaba claro cuál era el espíritu que impregnaba sus obras.
¿Qué buscaba Amparo en la vida?, ¿ilusionarse por algo?, ¿no aburrirse? ¿O simplemente buscar cualquier cosa que diese sentido a su existencia? No lo sabemos. El asunto es que un día, que parecía como cualquier otro, no lo era pues su claridad había penetrado tanto en su interior, que ella misma veía las cosas sencillas. Como si llegase a percatarse de los arquetipos de objetos y situaciones, se dio de cuenta que necesitaba un cambio. Necesitaba diferir de antes, en sentido físico; debía mudar de aspecto, tanto en el vestir, como en su apariencia. También irse de ese piso de doscientos metros cuadrados para ella sola, en el barrio del Eixample. Incluso estaba dispuesta a reconducir técnica y temática en su trabajo artístico. Pero lo que notaba principalmente es que no quería vagabundear entre un surtido de hombres que no lograban satisfacerla. Estaba con ánimos de buscar una soltería forzada, para que, buscando pero sin llegar a tener relaciones sexuales, encontrase al hombre. Quizás lo encontraría a través de una conversación escuchada, de una mirada a tiempo, de un choque accidental entre ellos caminando por la calle. Tal vez esa era la intención de su llamada a Billy, el conseguir a un hombre como pareja estable, sin que el sexo lo nublase todo. Amparo estaba cambiando palabras a dos versos que le obsesionaban de un poema que debía acabar para enviarlo a una revista. De su posible publicación dependía ser mirada de un modo u otro en las editoriales de una Barcelona que no se exponía ante las novedades con difíciles beneficios. Los versos eran: “-La noche como ojos que duermen sin descansar, -mi cuerpo que quiere, pero querer no es siempre conseguir”. ¿Por qué le obsesionaban estos versos? Debido a la connotación que adquiría la noche en ellos. Bastante más de media vida madura de Amparo había transcurrido en la penumbra. En esas horas de oscuridad había visto cosas maravillosas pero también horrendas. Había recibido felicitaciones que hubiese preferido olvidar, sin conseguirlo. Pero la noche, como todo lo temporal, pasa. Aunque en este caso nunca acabó de pasar, porque siempre volvían sus sensaciones, impresas en el alma, que suelen esconderse en el subconsciente, donde desear no es lo mismo que querer. La mayoría de noctámbulos no desean, sólo buscan, por rutina o por enfermedad. Amparo quería querer, pero ¿quería o amaba? Una persona que vive en la noche y no por motivos de trabajo, es posible que lo que busque no sea precisamente el conocerse y el realizarse, fruto del amor hacia sí mismo. Al menos durante esas horas lo experimentado son los estímulos. Y estos no se contradicen con la creación de algo bello. Aunque les falte sustancia para que eso bello sea objetivo, de un nivel intelectual elevado.
Amparo había ido a la galería donde exponían a Depardon. Durante su conversación con Billy en el bar, se enteró de los comentarios que se emitían sobre esta exposición. Había cobrado interés por ella. Incluso compró una blusa con un escote sugerente para no pasar desapercibida ante los supuestos visitantes de obras artísticas. Una mujer que note que un hombre le distrae de esas obras por su aspecto físico, se reafirmará siempre en su amor propio. La cuestión era que la fotografía le interesaba. Cuando la mirada de otros puede contarte algo diferente a tu forma habitual de ver las cosas, puedes comprender otras perspectivas y otros puntos de vista. Al menos tu visión de las cosas se puede entender mejor.
En la exposición se encontró con un viejo amigo. El reputado artista Miguel Cremelles, pintor de un atractivo especial ya que renovaba los estilos al uso. Era un referente en el mundillo artístico de la Península, incluso de Europa. Cuando a Miguel apenas se le conocía, tuvo un idilio con Amparo. Pero ella se apartó de él por su escasa intuición de los detalles en los momentos más personales de su mutua compañía. Amparo necesitaba y necesita ser tenida en cuenta continuamente. Miguel era un hombre que se dejaba absorber por sus pensamientos y podía dar la impresión de que la otredad quedaba al margen. En esos momentos, levantaba una barrera de indiferencia, sin conceder la debida importancia a todo lo exterior a él, ya fuesen personas, cosas o ideas. Así, entre caracteres tan diferentes, era difícil que funcionase cualquier tentativa de acercamiento. De todos modos, la alegría, cuando se encontraron, fue sincera. Y la vista de las obras que les quedaba por contemplar, breve y poco concentrada. Deseaban hablar en una terraza sorbiendo cafés y con algún dulce casero que les recordase tiempos pasados.
Así lo hicieron. En lugar de ir a una cafetería, lo hicieron a una coctelería, y en vez de sentarse en una terraza, entraron a un local con aire acondicionado, donde sonaba música de jazz. En ese momento, Bye Bye Blackbird con la trompeta de Miles Davis. Bebían su segundo Daykiri y los cócteles otorgaban un calor especial a su conversación. La vida les había ido no como hubieran imaginado, pero quizás sí como hubiesen querido. Miguel le contó su meteórico ascenso de reputación en el mundo artístico barcelonés, con el consiguiente renombre a nivel estatal y europeo. Le dijo que no había estabilizado ninguna relación, que la que más le había durado había sido el de la lectura de un libro repetida hasta diez veces. El protagonista en esa novela era el arte vestido de seda azul. Amparo, por su parte, le explicó, que, profesionalmente, no se había afianzado aún en ningún campo. Su mayor dedicación era escribir poemas y pintar algún que otro cuadro. Pero no vivía de ello, sino de su forzosa pero olvidada familia vasco francesa, adinerada y superficial. En el tema amoroso tampoco había consolidado ninguna relación, aunque había tenido amantes de muchas nacionalidades. Por experiencia sabia predecir, antes de acostarse con él, si con un hombre determinado quedaría satisfecha. Para saberlo, le bastaba su indefinible intuición, en la que confiaba plenamente.
Como era de esperar, acabaron la noche en la cama de uno de los dos, no es el caso decir en cuál de ellos, sino cómo. Fueron revolcándose y copulando repetidamente hasta el agotamiento, sin poder apenas detenerse: a poco de descansar unos minutos, Billy volvía a acariciar tiernamente el clítoris de Amparo, que se hinchaba y humedecía. Y cuando Miguel se daba cuenta de que toda la vagina de Amparo estaba húmeda y gemía sin control, la penetraba y la cabalgaba salvajemente para acabar teniendo otro orgasmo compartido. Más de una vez Miguel sacaba el pene antes de correrse y se lo introducía en la boca a Amparo, que, sin quejarse se tragaba el néctar de Miguel. Después de horas de sexo ya no podía pasarles por la cabeza seguir tocándose. Sin nada urgente ya qué hacer y con prisa por separarse, se despidieron. Deseaban que el buen recuerdo los embriagara hasta el próximo encuentro fortuito en cualquier lugar de una ciudad que no dormía y cuyos habitantes apenas descansaban, debido al gran estímulo que la selva de hormigón refleja en cada individuo que ha decidido o no estar en ella.
Volvamos a nuestro entrañable coprotagonista Billy Fresser del que dicen que es poesía. Billy vivía intensamente. El paso del tiempo había diseñado su ático a su manera. Para él, intensamente significa que siente de modo existencial cuanto le rodea. El mundo editorial siempre le había atraído. En su trabajo procedía con el mismo modo de actuar que el de las editoriales de los setenta y ochenta, la de Carlos Barral por ejemplo, que gozaba de un romanticismo hoy inexistente en cualquiera de las de hoy día. Sólo le interesaba la literatura de calidad. Pero se arriesgaba ante escritores inéditos. Billy optó por esta política, aunque la prioridad de la editorial fuese publicar los libros que dieran mayor beneficio económico. El trabajo para Billy era una aventura. El actuar como lo hacía sin que lo notasen sus superiores no era fácil. Gracias a Billy llegaban a publicarse libros de culto que de otra manera nunca hubiesen salido a la luz. El poder de decisión no sólo dependía de Billy, pero tenía suficiente prestigio para elegir los libros que debían publicarse. Los economistas que controlaban la editorial se fiaban de él. Sin embargo, de ocurrir varios fracasos de ventas en las obras elegidas por Billy, no se hubiera librado de problemas laborales.
La lectura a Billy le llenaba el espíritu. Sin ella su interior se arrugaría como una uva seca y quizás volverían a levantar cabeza locuras ya casi olvidadas. Un día mientras releía por enésima vez Rayuela, de Cortázar, se puso a pensar en la llamada telefónica de la pasada tarde. La de la mujer de voz tan atractiva y cuerpo que la imaginación dibujo a su capricho. Recordaba su timbre, que le hizo acordarse de la sensibilidad de un violonchelo. Mientras pensaba se dejaba excitar por esa voz puso en la cadena musical el CD “Concierto para violonchelo” de Vivaldi. Se sirvió un Campari y se preparó para oírlo con la mente en blanco, sin pensar en nada, tan sólo escuchando el violoncelo y repitiendo mentalmente el tono de voz de Amparo. Con los ojos cerrados y el vaso entre los dedos, se excitó tanto que eyaculó dejando perdidos de semen los calzoncillos hasta traspasar el pantalón. Enseguida se levantó a limpiarse, se cambió de ropa, y puso otro CD con la primera sinfonía de Shostakovich. Quería emociones fuertes y el genial compositor se las daba. Mientras tanto, empezó a tallar con una gubia una madera que descansaba sobre la mesa sólida del centro del estudio. Era un pasatiempo que le interesaba, sin ánimo de enseñar los resultados. Trabajaba sus esculturas, todas con formas geométricas de su invención, quizás soñadas. Billy imaginaba en sueños muchas noches figuras geométricas jamás vistas, gigantes. Tal vez afloraba de su subconsciente algún trauma de su época de estudiante, en que aprobar un examen de Matemáticas significaba haber pasado noches en vela. Después de contornear largo rato la figura geométrica, bajó a la calle, y, al salir del portal, vio cruzar la vía una mujer que le sonaba sin saber de qué. Se la quedó mirando. Era una joven madura. Joven de edad, pero, por la expresión de su cara y en especial de sus ojos, daba la sensación de una edad mucho más avanzada de la que realmente debía de tener. Ella se sintió minuciosamente observada y se giró hacia él. Hola, ¿te conozco?, le dijo, tú me suenas, además, me caes simpático, así que no me molesta que me mires, pero, por favor, nunca cambies esos ojos por otros depravados. Si no, mi opinión de ti también puede cambiar. Billy se quedó perplejo, y consiguió contestar, ¿cómo te llamas? Soy Vilma, la trotadora. Así me defino por mi actividad frenética. Me gusta estar siempre haciendo algo. Claro, si puede ser fuera de casa, mejor. ¿Y qué haces?, dijo Billy. Conozco gente, me encariño con frecuencia de ella, conozco sus vidas, las entrevisto, las fotografío, e intento publicar el material. Interesante, observó Billy, yo creo que también voy a hacer algo, como mínimo pasear, ¿vienes? Vale, dijo Vilma, así hablamos un rato.
Billy empezó a caminar con Vilma, colgada de su brazo. Los dos callaban, y escuchaban. Quizá intentasen oír lo que les decía el corazón. O no sabían qué decirse. Vilma empezó a “contar”, ¿sabes?, yo tengo cuarenta y un años y parezco de treinta y seis como mucho. Eso se debe a que me he cuidado. ¡Y tanto que me he cuidado! Cada vez que intuyo que voy a empezar a sufrir me propongo cambiar la visión de la realidad. Enfocar mi visión de la vida de otra forma, tomarme las cosas e intentar buscar en todo el lado positivo. No te creas que soy una lectora de libros de autoayuda. ¡Qué va!, a mí lo que me gusta leer son biografías de gente célebre. Además, soy una amante de Milan Kundera. Esos dos tipos de literatura parecen opuestos, pero para mí no lo son. Sus libros, muy autobiográficos, muestran lo que debió pasar en el exilio que eligió al huir de Checoslovaquia. Bueno, y a todo esto, tú, ¿te llamas Billy? Como es que un hombre con unos ojos tan expresivos como los tuyos puede pisar la calle sin una figura femenina al lado. Después de semejante monólogo, Billy contestó, mira, Vilma, yo trabajo en una editorial. Si mis ojos son expresivos se deberá a que viví alguna otra vida, que me apropié de algún no lugar, ya que a mí probablemente me tocó vivir allí una vida diferente. Yo soy ahora un hombre extremadamente individual, cuando de niño era social por excelencia. Además, no puedo pasar sin las mujeres, pero, a la vez, huyo de ellas. ¿Que me dan pánico? Es posible. Mi paso de la niñez a la adolescencia preferiría borrarlo de mi consciente y de mi subconsciente. ¿Sabes si hay algún método para conseguirlo? Yo no lo he encontrado. Y para acabar, te diré que los libros son un ente vital para mi existencia. Sin libros se iría pudriendo mi intelecto y mi imaginación se secaría hasta convertirse en un higo pasa. Si no tengo ninguna mujer a mi lado no sé a qué se debe. La he tenido, me ha dado miedo semejante estabilidad emocional y la he perdido. Por ejemplo, tú ahora estás a mi lado y si hubiésemos pasado la noche juntos, desearía prepararte el desayuno, pero mientras lo estuviese haciendo, me iría entrando el pánico de la perpetuidad de nuestra relación. ¿Cómo se puede querer hacer durar una cosa tan efímera y contingente como el acto sexual? Después del orgasmo se deberían ignorar el uno al otro hasta tener la capacidad de construir algo en común. En este momento ya debería ser algo intelectual, donde los instintos no tuvieran poder de decisión. Vilma estaba asombrada ante semejantes ideas, y pensaba, yo te haré cambiar, ya lo verás.
Siguieron caminando y sin darse cuenta habían llegado al lado del Macba. Contemplaron el sublime diseño del museo. Y Billy comentó: ese Meier de debe tener una mente con visión fotográfica. No me imagino que pueda ir diseñando el edificio mientras lo imagina. Vilma giró la cabeza pero no salió de su boca ningún comentario. Entraron en el bar Original y pidieron un menú. Billy escogió unos espaguetis al pesto. Vilma un risotto de ceps. Se miraban y no sabían qué decirse. A Vilma le sonó el teléfono. Debía ir con su cámara fotográfica para tomar unas fotos y hablar con una mujer inmigrante y su familia de Ecuador, su país de origen. Vilma había contactado con María Rosario hacía dos días, y ella le dijo que le confirmaría día y hora para la entrevista. Lo que no se esperaba es que fuese tan imprevista y cercana la cita. Así que se despidió de Billy y se fue a paso rápido, sin acabar el risotto. Billy se quedó solo, pensando en la conversación que había sostenido con Vilma, cómo había ido todo desde la salida de su portal. Acabó los espaguetis, pagó y se levantó. Vilma le había escrito sus señas en una hoja por si le apetecía llamarla y volver a verse.
Billy se dispuso a recorrer a pie el trayecto que le separaba de la editorial. Caminaba por la calle esquivando en el último momento a algunos viandantes, pues la lectura del libro de “Elegías de Duino” de Rilke, que llevaba entre las manos, absorbía por entero su atención. Rilke era un poeta que le obsesionaba. Le gustaría saber cuál era su don en el arte y por qué ese don sólo unos pocos lo poseen. Leyendo la Elegía tercera, se quedó pensando en el verso en forma de pregunta que dice: “¿Crees de verdad, acaso, que tu delicada aparición,/ tú, que pasas como la brisa matutina, le habría conmovido?”. Reflexionó sobre lo poco que le conmovían ahora esas brisas matutinas, con formas de mujeres en flor. Le atraían las mujeres, y acababa de dejar a Vilma, una mujer anónima que se le había presentado a poco de mirarla. Le pareció que ella no se había sentido a disgusto con su compañía. Billy recordaba su temprana juventud, cuando la efervescencia de sus pocos años le hacía ir de joven en joven, y no rechazaba ni a guapas ni a feas. Ahora, en su considerada madurez, ya no sentía ese ardor en sus deseos sexuales. Continuó leyendo a un Rilke. Le describiría como una conjunción entre místico y esteta.
Había llegado, sin advertirlo, a la puerta de la editorial. No le apetecía entrar y menos para poner al día el trabajo que se le iba acumulando y que nunca llegaría a completar pues muchos textos que llegaban a la editorial jamás serían leídos.
Ensimismado en sus elucubraciones, recordó de repente algo que no sabía si le agradaba o le repelía. Había recibido hace poco la llamada de la desconocida con voz de violonchelo. Quedaron a las siete de la tarde en el café de debajo de su casa. Como no iba a entrar en la editorial y faltaban aún tres horas para las siete, se dirigió a la playa de la Barceloneta a escuchar el rugido de las olas y relajarse ante el acoso de aquel mundo que se lo quería comer. Él, que intentaba vivir como escribían sus poetas preferidos, a veces no tenía la fortaleza necesaria para luchar. Pero esperaba que la cosa, el destino, o el logos de la naturaleza diese un giro de noventa grados y se esfumasen sus crisis y su soledad, que lo buscaban para incordiar el poco sosiego que a veces tenía. Mientras jugaba con la arena de la playa ideó una historia. Podría ser la historia que alguna vez escribiese, cuando el tiempo no fuera algo contra lo que luchar, la armonía reinase en su urbe, los ruidos fuesen melodías de Ravel y los olores, condimentos mediterráneos.
Se imaginó esta historia: Ignacio, niño de cuatro años, sufre abusos psicológicos de otros niños. Sus padres intentan inculcarle: no dejes que te hagan lo que no te gusta, utiliza la fuerza para defenderte si diciendo que no te gusta, que no te hagan eso más, no te hacen caso. A Ignacio, que ha aprendido la lección que le han dado sus padres, una tarde al salir del cole le pegan tres niños, dos de ellos años mayores que él. Con miedo, pero a la vez con irritación y con la voluntad de hacerse respetar, empuja a uno de ellos, con tan mala suerte que cae en la calzada, le atropella un coche y muere. El resto de la historia es el intento de sanación psicológica de Ignacio durante toda su vida, probando terapias de todos los tipos durante su infancia, adolescencia y madurez.
Billy se queda perplejo ante aquella historia que acaba de ocurrírsele. Tiene mucho que ver con su vida aunque de forma metafórica. Él también sufrió abusos. Emocionalmente ha matado a varias personas. Las ha excluido de sus sentimientos. Toda su vida ha sido de autosanación, con y sin ayudas. Está deseando llegar a casa para empezar a redactar el texto de su “historia”. No sabe cuánto puede durar, ni siquiera si logrará acabarlo. Solo quiere redactar por el placer de redactar. Si así mitiga sus dolores emocionales, algo habrá ganado. Después de diez minutos de estar tumbado en la arena, se queda dormido. Junto a él pasan abuelos, jóvenes con perros, limpiadores de la playa, paquistaníes que venden cerveza, coca-cola y agua. Billy no se da cuenta de nada. Con el sonido de las olas del mar se siente relajado y su sueño es profundo. Hasta que un niño de unos dos años, que se aleja del control de sus padres, le tira arena en la cara y Billy se despierta, asustado, de un brinco. Se percata, al momento, de lo sucedido, recibe los perdones de los padres del niño, se incorpora, recoge su chaqueta de pana beige, el botellín de agua que ha comprado, el libro de Rilke y se dirige al café de debajo de su casa. Allí iba a encontrarse con Amparo, a la que aún no conocía. Cuando le llamó y oyó su voz profunda, como la de un saxo en manos de Stan Getz, no pudo menos de imaginarla interna y externamente y solo pensar en ella se sintió intensamente excitado.
Billy volvió a recorrer el camino que le había llevado hasta la Barceloneta pero en sentido inverso. Sin pasar de nuevo por la editorial, pensaba subir a su ático de la calle Elisabets, en el centro urbano de Barcelona. Se daría una ducha y quizás bebiese un café americano escuchando a Shostakovich, posiblemente la octava sinfonía, para relajarse antes ir al café que llevaba el nombre de la calle, donde probablemente se llevaría una sorpresa agradable ante la fisonomía de Amparo.
Llegó al café a las siete y seis minutos, había mirado el reloj al entrar por la puerta y casi se choca con una mujer de unos cuarenta años, que rió tranquilamente la torpeza de Billy y se le presentó, buenas, soy Amparo, hace un calorcito agradable en este local, ¿nos quedamos? ¿Este es el aspecto que te imaginabas que tendría? Le dio dos besos y en el segundo le rozó los labios. Billy pensó, esta mujer tan atractiva y con la experiencia que parece poseer de la vida, sabe lo que quiere. Se quedaron en el bar Elisabets. Los dos pidieron lo mismo, un carajillo con Torres diez años. La conversación no cogía un camino, iban picando de aquí y de allá. Parecía que al principio no querían saber mucho el uno del otro, hablaban de cosas externas a ellos. La situación del país, que atravesaba una crisis económica y existencial que parecía de difícil solución. El desánimo general de la población. Billy lo comparó con la España de 1898. La pérdida de las últimas colonias, y el engaño al que estaba sometida la población por parte de los dirigentes políticos del momento. También la crisis económica y social en que la población estaba angustiada y que sufría por la mala gestión de los políticos tenía relación con su momento. Se quejó de la ignorancia de la gran masa, que deseaba retornar al sistema y estado precrisis, cuando estaba claro que regresar a él era echarse en las fauces de un devorador que acaba con todo. Amparo, tras una seri de digresiones que no le interesaban en demasía, como los planes de recuperación de entornos degradados de la ciudad a partir de los años noventa, que había hecho cambiar a la población de lugar, pero no su estatus social y otros temas sociales que Billy se sacaba de la manga cuando no sabía bien de qué hablar, fue al asunto que le interesaba. Le dijo, Billy, no nos engañemos, me interesas tú, tu profesión, tu intelecto, tu físico. Yo escribo poesía desde hace años. No sé si puede ser considerada de calidad por los entendidos. Pero podrías echarle un vistazo a algunos poemas. También es cierto que me atraes tanto física como intelectualmente, así que vale ya por hoy de quejarse del mundo. ¿Qué tal si vamos a la plaza Real, nos tomamos una copa y seguimos hablando? Así lo hicieron y Amparo en un momento en que Billy se fue a pagar en caja, apretó el botón de su grabadora digital. Quería, como acostumbraba a hacer, grabar el sonido, para ella poético de la gran urbe. De paso también grabaría sus conversaciones con Billy. Empezaron a caminar, y el sonido musical que salía de un coche les hizo quedarse en silencio más de lo que ambos deseaban. La música no sé si les gustó pero les trajo recuerdos de tiempos pasados. Era Led Zeppeline, con su Stairway to Heaven, que en épocas pasadas les había hecho subir al cielo, con productos no recomendables. Cuando el sonido de la guitarra eléctrica se fue alejando, Amparo se colgó del brazo de Billy. Parecía estar embriagada de seguridad. La poesía sonora de su alrededor iba quedando registrada. Ya en la Plaza Real se sentaron en la primera terraza en que corría el aire y les pareció que estarían más frescos. Durante el paseo no habían seguido conversando. Amparo fue la primera en hablar: me siento cómoda junto a ti, Billy. Él se sonrió pensando: lo que pasa es que me conoce poco. Ella continuó, todavía has de mostrarme tu lado oculto, el más inesperado. A lo que Billy quiso puntualizar, ese lado lo irás descubriendo si empezamos a salir juntos. Y qué me propones para seguir paseando hoy contigo, le sondeó Amparo. Billy sentía una excitación especial ante una mujer tan enigmática, y le propuso de sopetón, sabes, Amparo, tengo unas manos expertas para depende qué masajes. Ella, soltando una risita, le tentó, mucho hablar pero ha de demostrarse. Billy le siguió el juego, empiezo por los pies, que van sintiendo un cosquilleo, cuando los sientas leves, subo por las pantorrillas, relajándote la musculatura, lo mismo con los muslos, después te doy la vuelta y te masajeo las nalgas, el interior de las nalgas, y así, boca abajo, va aumentando tu placer. Te doy un masaje especial en la vagina, hasta que te humedeces. Están mojados tus labios interiores hasta que tienes un orgasmo. Esto lo repito las veces que te apetezca. Amparo, entonces mismo, tenía ya mojados con antelación sus labios vaginales. Se había excitado. Así que, sin decirse nada ni pedir la consumición, se levantaron de la terraza y se dirigieron al ático de Billy en la calle Elisabets. Allí él puso en práctica el masaje. Estuvieron toda la tarde en la cama con juegos amorosos y repetidos orgasmos, hasta que quedar rendidos. Durante una pausa de tranquilidad, Amparo observó los libros que tenía Billy en la estantería, y se detuvo ante un tomo de arte sobre Joan Miró. Era una edición preciosa y muy completa de su obra. Fue pasando las páginas del libro. Los dos eran admiradores del artista catalán. Billy dijo unas palabras sobre el carácter simbólico de la obra mironiana, del que también participan las vanguardias de muchos artistas del siglo veinte. El simbolismo consiste en que el contenido desbordaba la forma. Diciéndolo de otra manera, la forma no atrapa en su totalidad el contenido. El surrealismo, con su carácter irracional es una muestra de ese simbolismo tan bien teorizado por Hegel aunque fuese posterior al pensador. Amparo quedó sorprendida de su explicación. Le dijo que ella además de escribir poesía, pintaba. Aunque una cosa y la otra todavía no las quería mostrar al público. Que él, Billy, sería el primer lector de sus poemas. Será un placer, la halagó complacido Billy, si tienes la misma sensibilidad que en tu cuerpo, darán que hablar.
2.
Miguel Cremelles salía anunciado en cartelitos colgados de las farolas de Barcelona. Iba a exponer en el Macba. Pocos artistas llegan a mostrar sus trabajos en museos de tal envergadura. Confirmaron la exposición los correspondientes trabajadores (porque no dejan de ser meros trabajadores los directivos de todo museo) al representante de Miguel, con las condiciones en las que se iba a exponer. Miguel se desentendió totalmente de la burocracia de la exposición. En ningún momento había hecho mucho aprecio a los trámites. Pasaba gran parte del día en su estudio, destartalado hasta en la cocina, el baño y la cama. El baño lo separaba del resto una fría cortina. Fría por su color azul pálido. Por esas fechas estaba trabajando en unos retratos subjetivos a base de manchas de colores primarios. Para algunos matices, alternaba mezclas que racionalmente no se distinguían. Irracionalmente tendrían su efecto en el espectador. En estas pinturas utilizaba distintas técnicas. La más común era tinta y acuarela sobre papel. El contenido rebasaba la forma. Ya que la acuarela rebasa con mucho los límites que le intenta poner la tinta. Como le ocurría siempre, durante y después de la elaboración, Miguel no se sentía satisfecho. Cuando más desesperado estaba, iba al bar de la esquina a tomarse una copa de vino rosado frío. No la bebía para calmar la sed, sino por gusto y sacaba un libro del bolsillo. Estaba interesadísimo en la obra de Walter Benjamin. Todo le atraía de él. Desde su lado de pensador y creador de la palabra, alejado de la academia, hasta su estilo de escritura. Solo razonaba mientras iba escribiendo. También se fijaba, cómo no, en el contenido de su obra. En ese momento leía “Calle Dirección Única”, obra que consideraba, además de filosófica, artística. Estaba tan a gusto esa tarde con su lectura que no volvió al taller. Se tomó cuatro vinos rosados muy fríos y leyó, reflexionó y tomó notas sobre el libro de Benjamin. Al atardecer, las repasó. Una, literalmente, decía: “Qué interesante es retratar un momento sin una cámara fotográfica. Con la pluma se pueden retratar momentos y situaciones concretas como si hiciésemos una fotografía. Sólo hace falta dominar la imagen y razonar mientras piensas en la cosa concreta”. Miguel releyó la nota y pensó que él se parecía a Benjamin, quizás también a cualquier fotógrafo que retrate el momento. Por ejemplo, Henry Cartier-Bresson, aunque no sea, ni mucho menos, cualquier fotógrafo. La obra de Miguel consistía en pintar momentos y situaciones desde lo emotivo, desde lo irracional.
Miguel deambulaba por sus pensamientos mientras se dirigía a un restaurante de pasta italiana que le parecía atractivo. Pidió unos tagliatelli frescos a la piamontesa y una botella de Lambrusco. Saboreando la cena, se acordó de Amparo, de la última y primera vez que estuvieron juntos. La calidad sexual con ella parecía asegurada. Entonces oyó detrás de él una voz conocida. Una voz femenina que, aunque le sonase, no la identificaba. Apoyó el codo en el respaldo de la silla para girarse y se encontró cara a cara con Vilma, una mujer que había conocido hacía ya años. No recordaba bien cuándo se vieron por primera vez. Se saludaron. Vilma, con desparpajo, se sentó en una silla libre junto a la mesa de Miguel, se miraron de nuevo y apareció una sonrisa en el rostro de cada uno.
Vilma comenzó la conversación, ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿Cómo te va la vida? Tú, seguro que has perdido mi rastro, pero a ti, todo el que te ha conocido, y muchos que no lo han hecho, saben de tus logros artísticos. Personalmente, ¿la felicidad llena tu vida? Miguel se quedó unos segundos en silencio. Contestó, es complicado que haya una felicidad tan absoluta en un mundo como este. Cuando coincidimos hace quince años en casa de Amparo, ya debiste percibir la melancolía que se notaba en mis gestos. En mis palabras, también. Eso aún no se me ha ido. No creo que nunca pueda sanarme de mi desesperación vital. Es un acontecimiento histórico en mi interior. Mira, he perdido la cuenta del número de copas de vino rosado que llevo y en este momento de niebla mental, me encuentro contigo. Quizás es el signo que me faltaba. Para mí significa que más vale una compañía interesante que obsesiones mentales en solitario. Sabes, Vilma, he pensado muchas veces en el significado de esa época pasada que viví, no sé si mal o bien. En 1995, hace exactamente diez y ocho años, mi vida era diferente. Además de trabajar actuaba. Intentaba expulsar mis frustraciones con el arte y las relaciones humanas. No sé si funcionaba, pero tenía más momentos de tranquilidad espiritual. Ahora bebo más que antes, trabajo más que antes, y tengo más éxito que antes, pero quizás soy más infeliz que antaño. ¿Sabes qué me falta y necesito? Que conste que no lo acabo de pensar ahora. Un niño, sí, un hijo al que entregar mi cariño y mi sabiduría. ¿Estarías dispuesta a tener un niño conmigo? Si quieres, después te podrías desentender de él. Miguel Cremelles, has bebido demasiado, dijo Vilma, tú siempre me has atraído, pero ¿después de diez y ocho años sin vernos me pides un hijo? Te has vuelto loco. Aunque la forma por la que llegan los niños siempre me ha gustado… No te estoy invitando a mi cama. En aquel entonces tuvimos la posibilidad de disfrutar de nuestros cuerpos, pero nunca te interesé. Puede, dijo Miguel, pero hoy y ahora te encuentro superior a todas las mujeres que recuerdo. De verdad, me has salvado de una noche desastrosa y una mañana caótica. Te lo querría agradecer. ¿Sabes cómo podrías hacerlo? Me invitas al cine, que pronto empezará la sesión de noche. Hay una película de Cesc Gay que me encantaría ver, dijo Vilma. ¿No has visto Con una pistola en cada mano? Miguel se quedó absorto y un instante después le dijo a Vilma, de acuerdo, te invito. Vamos antes de que empiece. Fueron al Renoir Floridablanca. El film cuenta una historia corta sobre relaciones humanas y de parejas y todos acaban en una fiesta particular. Entre conocidos y conocidos de conocidos. Tiene diálogos atractivos y muy actuales en un determinado círculo social catalán. La fotografía también es brillante. Los dos disfrutaron de la película, aunque Miguel se durmió algún rato debido a su exceso de alcohol. Aunque, en líneas generales, había podido seguir el hilo argumental de la película. El tiempo en la sala se les hizo muy corto, más corto de lo habitual debido a la calidad del film. Salieron en silencio. Una vez fuera, Vilma dijo, ¡anda que dormirte a ratos!, ¿no te da vergüenza? Miguel se sonrió, el vino rosado en exceso causa estragos. Me ha encantado la peli, dijo Vilma: ¿qué te parece la historia de los dos amigos íntimos cuando cada uno se entera de hechos trascendentales del otro a través de la pareja del amigo? Les pasan cosas tan importantes, que pueden trastocar tanto su vida, y luego, cuando se encuentran, ni se lo explican. Son como dos extraños que beben cerveza juntos. La realidad de los hombres es esta, ¿verdad? No sé, dijo Miguel, por eso yo no tengo amigos. A mí, con tener gente conocida, me basta, para no tener la obligación moral de contar mi vida a nadie, ni de compartir nada con nadie. La palabra amigo quizás está anticuada. Vivimos en un mundo individual. Incluso en la pareja se tiende a conservar la individualidad absoluta de los dos. Somos seres individuales que necesitan del otro. Pero lo necesitan, no para abrirse emocionalmente sin censuras personales, sino para tener con quien descargar tanto dolor e incomprensión que causa la existencia. ¿No crees, Vilma? Parece mentira que tengas tanta sensibilidad para la pintura y tan poca para las relaciones humanas, dijo Vilma. Oye, yo sólo estoy describiendo el mundo que me rodea, y actúo conforme es. Pero quizás no soy como el mundo exige que sea. Quizás venga de ahí uno de los orígenes de mi melancolía, quiso justificarse Miguel.
Caminaban por la calle del Carmen sin saber adónde dirigirse y de momento no se querían separar. Se reconfortaban mutuamente, eran un respaldo acolchado y caliente el uno para otro.
Vilma, cuando andaba por la calle, se fijaba hasta en los más mínimos detalles, tanto de las cosas que veía a su alrededor, como de las eventos sociales que, a veces, ocurrían. Eso podía afectar a su eventual acompañante si lo atribuía a que no le hacía caso o que no le escuchaba. Se fijaba en todo y, además, reflexionaba sobre lo que veía o sobre otras cosas. En esos momentos su reflexión tenía vida propia, a la vez que captaba el mundo y estaba por Miguel. Vilma sentía una atracción por Miguel que podría, o no, evolucionar hacia un contacto sexual, pero lo que estaba claro es que su comportamiento de “mamá”, de comportarse como una mamá afloraba también estando con Miguel. Esa manera de ser la tenía con mucha gente, y no sabía por qué. Quizás la naturaleza, o el subconsciente, le decía que necesitaba tener un hijo. Ella no se había dado cuenta hasta ese momento, no sabía si era o no un deseo. Miguel le había dicho esa misma tarde que ansiaba tener un niño, que quizás esa era una de las causas de su melancolía, que a veces llegaba a desesperación. Vilma no fue más allá en sus reflexiones, pero, tal vez sus dos voluntades se interrelacionaban en el mismo deseo. En Vilma sus ansias de comportarse como una mamá, si significaban su íntimo deseo de tener un hijo, era probable que acabase teniéndolo. Solía realizar todo lo que deseaba. El resto de la noche la pasaron bebiendo y hablando. En su conversación no salió el tema de los hijos. Se fueron animando cada vez más debido a que se sentían bien en mutua compañía, al alcohol y a la buena música. Miguel pidió en un bar si podían poner algo de Nina Simone. Le encantaba su voz. Su estado etílico le impidió ver la improbabilidad de que allí tuvieran música de esa cantante negra. A continuación salieron del local. Hemos pasado una gran tarde y noche mejor, se dijeron con una sonrisa de autocomplacencia, pero mejor será que nos despidamos. Se dieron los teléfonos y un beso en la boca de agradecimiento mutuo.
Cuando Vilma iba hacia al metro para dirigirse al barrio de Gracia, donde residía, al bajar las escaleras se encontró con Amparo. Se alegró de verla. Le explicó que había pasado toda la tarde y noche con Miguel Cremelles y le había ido muy bien. Estaba muy contenta. Amparo no le mencionó la noche de sexo que había tenido con él hacía unos días. Vilma la invitó a su casa, un piso en la plaza de la Virreina. Amparo aceptó. Vilma tenía en el piso algo para picar y bebida para tomar unas copas. Fueron riendo y contándose sus vidas, que, en algunos puntos ya conocían, pero a ambas les gustaba repetirla. Llegaron al piso. Estaba ordenado. Cómo he cambiado, dijo Vilma, ya no soporto que las cosas no estén en su sitio. Fueron a la cocina, hicieron unos montaditos con queso crema y salmón marinado, pusieron en un bol unas olivas del Gordal y colocaron en un plato lonchas de jamón ibérico. No sé si estaban hambrientas pues las dos habían ya cenado. Quizás querían celebrar algo y no sabían qué. Abrieron también una botella de Martini Rosso. Comieron y bebieron como si de un vermut al mediodía se tratase. Charlaban animadamente, contándose cosas de poca profundidad pero excitantes y acordes con la hora que era y la cantidad de alcohol que habían ingerido. Se hicieron confidencias sobre cuáles eran las mejores veces que las habían penetrado. Y regodeándose en los detalles, reían alegres y se llenaban la barriga. Vilma cambió de tema y empezó a hablar de Miguel. Dijo que era un hombre que le interesaba, aunque no sabía en qué sentido. Lo definió como un carácter en que la intuición y la razón convergen. Por ese motivo en su vida y acciones diarias había tantos errores. Era un hombre solitario que por muchas ayudas psicológicas que recibiera nunca estaría a gusto consigo mismo. Amparo le dijo que era de las personas más difíciles que había conocido. Un ser de criterio sólido en cualquier situación de la vida. Un criterio problemático, pues se lo guardaba dentro y eso hacía que fuese muy difícil de conocer, nadie entendía del todo su personalidad. Como una perla que nunca ha sido sacada de su ostra. La única manera de mostrarse era a través de sus creaciones artísticas, que, por otro lado, al ser tan subjetivas, también resultaban muy difíciles de interpretar. Vilma le dijo a Amparo que todo eso era cierto, pero le hacía aún más atractivo. Un hombre así, con tal profundidad y complejidad de sentimientos debía ser interesante. Y nada mejor que contemplarlo desde la mayor cercanía posible.
Bebiendo y hablando, se les hizo tarde. Por lo que Amparo invitó a Vilma a dormir en su apartamento, si no le importaba compartir cama. Vilma accedió. Cayeron entonces en la cuenta de que no habían oí música. Y eligieron un CD de Elis Regina, una voz brasileña que las entusiasmaba a las dos. Cuando se les acabó la botella de Martini, borrachas ya, agotadas y deseando meterse en la cama, se desnudaron y llegó eñl relax entre las sábanas. Vilma abrazó a Amparo cogiéndole el pecho izquierdo. Pero antes de que pudiese apetecerles el placer sexual, el sueño y el cansancio se impuso. Se habían dejado casi todas las luces encendidas. Después de tres horas, Amparo se despertó y fue a lavarse los dientes. Al volver a la cama, Vilma aún seguía durmiendo y Amaparo le retiró la sábana que la cubría y se quedó un buen rato observándola. Desnuda, boca arriba, con las piernas separadas y la vagina recién afeitada su cuerpo, le apetecería a cualquiera. Amparo cogió un sillón de la sala, lo colocó enfrente de Vilma y, como si estuviese ante la Maja desnuda yacente delante de ella, cuando se disponía a acariciarla no pudo contener un sonoro orgasmo, que hizo que Vila se moviese sin llegar a despertarse. Amparo, entonces, se tumbó en la cama con medio cuerpo encima del de Vilma, y, ahora sí, acarició su cabello.
A las doce de mediodía se despertaron con dolor de cabeza. Las dos necesitaban ducharse y se metieron juntas bajo el agua en silencio. Se secaron mutuamente y con el piano de Satie como fondo musical, prepararon unos huevos revueltos con tostadas con mantequilla y dos cafés con leche para reconfortarse de su noche de excesos. Recuperaron así las ganas de hablar. Amparo le contó a Vilma que se había masturbado mirándola desnuda con las piernas abiertas. Vilma le dijo que por qué no la había despertado, quizás habrían podido disfrutar juntas. Y las dos se echaron a reír. Vilma estaba excitada. Pero ninguna de ellas dio el paso decisivo para que se llegase a algo carnal. Vilma debía partir, dio a su amiga un beso en la boca y Amparo, sola ahora en casa de Vilma, se puso a escribir un poema:
Como quien conoce la claridad y las penumbras,
náufrago en cualquier mundo. Y el ser sin estar
me persigue comparándome al insomne que yace en la noche, consciente,
pero no la vive, no la disfruta.
Y yo, mujer necesitada, creo saber cuál es mi
necesidad. Calorías que me den calor, calorías
en forma de piel extraña invadiéndome.
de piel extraña sumisa a mi sentir.
Expresando en él su “sentir” momentáneo. Cogió de un estante la triple autobiografía de Carlos Barral y reanudó su lectura, acompañada de la música de Miles Davies y un nuevo café azucarado y largo de agua. Estaba tranquila. Inmersa en el libro, despreocupada del tiempo que pudiese pasar así, se entretuvo dos horas. A continuación se distrajo y el pensamiento se le fue a donde ella no controlaba: la creatividad. Entonces, más que pensar, viajó por un mundo imaginario. Hacía poco había vuelto a ver, repetida asiduamente desde niña, El Mago de Hoz, y, como las veces anteriores, le hizo reflexionar. ¿Puede una persona utilizar a la vez el corazón, el cerebro, y la valentía? Todos los humanos, y quizás también los animales, los poseemos. Pero saber utilizarlos al unísono es difícil. El que lo consiguiese, se convertiría un referente. Si le funcionasen a la vez los tres mecanismos, valores y, en cierto sentido, metáforas, sería un superhombre. Quizás este había sido el secreto de Jesucristo. Meditando sobre el asunto, Amparo creó una fábula diferente a la de El Mago de hoz, una fábula exclusivamente hecha para el mundo de las personas adultas. Pero se dispersaba. Lo dejó como tarea pendiente. Iba a construir una fábula para venderla. No sabía si a editoriales, o a empresarios teatrales. Eso podría ser, pensaba, un monólogo con intención de ser representado teatralmente. De momento se sirvió un Bailey’s con hielo. Se relajó con el piano de Debussy y se echó un rato a dormir. El cansancio de la noche anterior aún lo notaba, aunque ya no le dolía la cabeza. Al despertarse todavía sonaba el piano del compositor, que para algunos es impresionista. Amparo se incorporó, se acabó el Bayley’s, que antes de dormirse había dejado en la mesita al lado del sofá, cogió el ordenador portátil y se dispuso a teclear el monólogo, con que tenía tantas ganas de enfrentarse. Pero no estaba convencida de su buen resultado. Lo comenzó de forma inesperada y fresca, lo iba recitando mientras lo escribía:
“¿Qué es eso del intelecto? ¿Hace falta mucho cerebro para ser intelectual? Yo tengo mucho cerebro y no soy intelectual, me enfrento a la vida con desparpajo, siendo lista, sé moverme en todo tipo de ambientes, ambientes de bar, ambientes artísticos, ambientes sexuales, de pareja, de multitud, incluso sé enfrentarme a mi soledad, pero siempre con un dolor en el pecho, donde supuestamente se halla el corazón. Y también me enfrento a ese dolor insufrible con valentía, qué más le puedo pedir a la vida, quizás el no vivirla, dicen que el más valiente es el suicida, para mí el que hace algo con las ganas y la convicción de que ha de hacerlo no es valiente, otra cosa sería que uno se suicidase por algo ajeno a él, pero debiendo suicidarse, ese tendría cerebro, corazón y valentía, sería el verdadero mártir, yo en cambio me enfrento a mí misma, a mis amantes, a mis fantasías, a mi ausencia del mundo laboral, ocupando el tiempo en cosas que me interesan, que me obsesionan, al fin y al cabo es llenar el tiempo por voluntad, no por obligación, y sigo siendo, sigo viviendo, incluso me enfrento a la hoja en blanco donde habrá dibujos en potencia o poemas en potencia, y me voy a tener que enfrentar a ese sentimiento, que va creciendo, por Billy, el poeta que no escribe poesía, que él es poesía, quizás por su fragilidad, por su sensibilidad, o por su gusto, y, sin intentar formalizar mi vida, a lo mejor la vida pide formalizarse, y para eso se necesita cerebro, corazón y valentía, porque tal como vivo yo, quizás no haga falta ninguna de las tres facultades que yo ansío, y sin contradecirme, la verdad, para mi estilo de vida no hace falta ni cerebro, ni corazón, ni valentía, pero yo los poseo y los utilizo, son mi razón de ser, por este motivo cobra sentido una vida sin sentido, en la que otro cualquiera se podría desesperar, incluso acabar con algo o con todo, no sé, no me cabe duda, los minutos pasan pero yo casi ni paso por el tiempo, para mí un minuto se diferencia poco del siguiente, y este del por venir, porque yo estoy no sé si igual pero muy semejante en todos los momentos por los que va discurriendo mi vida, y ese es un motivo por el que utilizo el cerebro, el corazón y la valentía, pero, claro, los utilizo porque los tengo, y, quizás, si no los tuviera, dormiría mejor, o tal vez peor, no sé si sería diferente, y lo que puede cambiar es mi estado, no lo que yo soy, lo que yo soy es inamovible, y está por encima de todo, incluso de mi poesía y de mi pintura, hasta de mi capricho por Billy, que no significa nada, que aunque tuviésemos una noche de sexo inolvidable, que es mucho decir si se compara con la cantidad de momentos sexuales que ha tenido mi vida, pero son insignificantes en comparación de la noche que pudiera pasar con Billy, el poeta cuya poesía está en su piel, o en su cerebro, o en su corazón, o en su valentía, que, aunque se tenga que escarbar para encontrarla, seguro que se la encuentra, y así soy yo, inmaculada por mi franqueza, casta por mi espontaneidad, en que cada momento es el primer momento, cada follada la primera follada, cada poema el primer poema, cada dibujo el primer dibujo, y cada despertar el primer despertar, así sin más me estoy cansando de pensar, porque para pensar también se necesita cerebro, corazón y valentía y como estoy cansada voy a parar de pensar y de paso de escribir, pero ya mismo, en este momento, aunque antes me apetece un apunte en el que me voy a poder apoyar para el restos de los tiempos, aquí o en cualquier lugar, y eso sin intención de irme de Barcelona: “compra el amor con tu corazón incansable, que el cerebro le sigue y te lo explica, pero siempre con gran valor para entender lo incognoscible, pero si lo explicable, ¿con o sin palabras?, no sé, eso se tendrá que ver, o que experimentar, que experimentar,…”
Terminado de recitar y escribir el monólogo, cogió aire. Amparo, como siempre que creaba, había quedado descontenta, ciertamente no tenía una idea global y real de lo escrito. Aun estando insatisfecha, sin tener una idea certera de su creación, su voluntad era enseñarla. Pensó en llamar a Billy. No se atrevió.
En esos momentos Billy estaba en su casa intentando sacarle unas notas insinuantes a un teclado eléctrico de no mucha calidad. No sabía tocar bien el piano. Sólo improvisaba con las teclas: lo que le salía en forma de notas musicales podía parecer interesante por su frescura. Su mente se dirigía, a la vez, hacia Amparo y su pensamiento volaba hacia ella, casi desnuda y acompañada de una copa, recitándole alguno de los poemas que él todavía no había leído. Aunque su deseo se lo pedía, no la llamó. Pero la voluntad de llamarla no acabó de materializarse.
Amparo con los folios del monólogo se dirigió a la plaza de la Virreina. Quería sentarse en una terraza, ver pasar gente, quizás leer lo escrito y meditar sobre ello. Se sentó en la única mesa libre. En ese momento había un guitarrista y cantante interpretando Like a Rolling Stone de Bob Dylan. Era un tema muy del gusto de Amparo, y después de escucharle, por su buena interpretación, puso en sus manos dos euros. Pidió al camarero un té de canela. Y, en vez de echar un vistazo a su monólogo, se dedicó a observar el movimiento en la plaza. Recordaba la noche que había pasado con Vilma. Era la primera vez que se excitaba con una mujer. Si por ella hubiese sido, habrían tenido relaciones sexuales, pero no se atrevió a dar el paso definitivo. Se dio cuenta de que su excitación por una mujer no era debida al alcohol. Pero sí un impulso que le costaría tener con frecuencia. Se fijaba más en los hombres que en las mujeres. No obstante, sentía admiración ante la belleza femenina. Para Amparo la vida era un pasatiempo, hacía muchos años que no la absorbía el mundo laboral y no sabía si era bueno o malo. No acababa de sentirse realizada en su vida e intentaba exteriorizarlo con su agitada sexualidad. Tal vez si llegase a formalizar algo con Billy llenaría algunos vacíos interiores.
Billy se cansó de tocar el teclado. No tenía que ir a la editorial. Y no sabía cómo emplear el tiempo libre de la tarde. Bajó al quiosco de las Ramblas a comprar el diario. Normalmente leía El País. Empezó a leer política internacional. Se asombraba una vez más de que no hubiesen variado prácticamente las noticias del día anterior. Grecia estaba sufriendo un nuevo rescate por parte de la Unión Europea. En Afganistán los talibanes habían atentado contra una comisaría de la policía. Obama hacía todo lo posible por mantener la tolerancia de Occidente ante otras culturas. O eso interpretó Billy de un artículo más oscuro de lo habitual. Seguía leyendo junto a una caña que había pedido, para más tarde comerse unos nachos con queso. Sé fijó en el apartado de política nacional. El periódico parecía esconder la esencia de las situaciones que mencionaban sus artículos. Según Billy, a ese paso la humanidad no iba nunca a salir de una crisis, que era su manera de ser. Parecía que los mandatarios de los países no mandaban. Sino que les mandaban a ellos fuerzas de todos conocidas. La fuerza del capital. O mejor, en vez del capital, de los que lo manejan. Los movimientos económicos realizados por los banqueros y sus clientes influyen en la economía mundial. El capital y los especuladores no tienen misericordia hacia nada ni nadie. Quizás, pensaba Billy, lo más apropiado para combatir la situación y los dirigentes de la situación, sean las bombas. O tal vez huir sea lo más apropiado. Pero si se tiene la capacidad, con la teoría se puede hacer e incluso cambiar lo que se quiera. Otra cosa diferente es la práctica, a la que algunos no han accedido nunca. Quizás sea el caso de Billy o eso pensaba él. Cansado del diario, su mente volvió a ir a los pechos de Amparo. Creía, aunque sin justificación, por lo tanto no lo sabía, que sus pensamientos eran correspondidos en ese momento por los de Amparo.
Amparo, pensando en Billy, pagó la cuenta y fue a la calle Verdi. Quería leer las sinopsis de las películas que proyectaban en el cine Verdi. En vez de hacerlo, pasó de largo y fue a un bar en el que se podía oír buena música salsa. En el equipo musical estaba sonando a bastante volumen un compilatorio del Grupo Niche, que no tiene nada que ver con el incomprendido filósofo alemán. Buscó una mesa donde sentarse. Estaban todas ocupadas. Un joven que podía ser su hijo le había indicado una silla libre en la suya. Amparo se sentó. Había pedido un gintonic, el muchacho seguía la música con las manos, que golpeaban el tablero como si fuese un tambor. Por su fisonomía le pareció latinoamericano. Hola, buenas tardes, le dijo Amparo. Qué formalidad en el saludo, pensó el desconocido. ¿Cómo estás, guapa?, le contestó. Bien, respondió Amparo y mirando la cantidad de fotos históricas cubanas que colgaban de la pared, dijo, bonito e interesante este bar, ¿eres cliente habitual? Me parece que no. Nunca te he visto por aquí. Pues vengo a veces, comentó el desconocido. Pero quizás no me reconozcas. He cambiado mucho últimamente. He rebajado quince quilos. Me he cortado el pelo, que me llegaba hasta media espalda. Visto diferente. Amparo se dio cuenta de que llevaba una guitarra enfundada. ¿Eres músico?, le preguntó. Muy a mi pesar, sí. Y lo de muy a mi pesar lo digo porque el ser músico la mayoría de las veces implica ser camarero y unas cuantas ocupaciones más. Ganarse la vida con la música parece misión imposible. Eres joven, le dijo Amparo, debes estar estudiando. Sí, en el Liceo estudio guitarra. Pero no creo que llegue a ser nunca un Joaquín Rodrigo. Una mujer con el estilo que tú tienes, ¿qué hace sola en un bar como este? Pensar en el hombre con el que me gustaría pasar una buena temporada, contestó Amparo, y si puede ser el resto de mi existencia. ¿Cómo se llama?, preguntó el desconocido. Billy Fresser, quien le conoce opina que él es poesía. Entonces seguro que vale la pena, dijo Rodrigo, si no se queda contigo preséntamelo, que yo no hago ascos a ningún sexo, puedo jugar a dos bandas. Acostarme contigo, que eres preciosa, y con el hombre poesía también. Me siento muy complacida por tu sensibilidad y sinceridad, pero yo por mi parte no quiero nada contigo. Y Billy, que yo sepa, no disfruta de sus iguales. Amparo se levantó de la mesa. Un placer, don Rodrigo. El desconocido sonrió, gracias por el piropo aunque no me hayas oído tocar. Que tengas un buen final de día y que se cumplan tus deseos. Amparo salió del bar cubano pensando que había cambiado. Que en otros momentos o en cualquier otra época se habría acostado con ese joven. Aquella tarde ni lo había intentado. Quizás su voluntad o su intención respecto a Billy eran más serias de lo que creía.
3.
En tiempos de crisis, conviene apretarse el cinto. Es lo que aconsejan para poder conseguir un pequeño colchón dinerario ante una posible debacle económica personal. Pero, en realidad, si el dinero no corre de mano en mano, el capitalismo está abocado a la crisis económica.
Miguel no miraba de conseguir colchón económico alguno. Compraba alimentación de sibarita. Pagaba el alquiler de su estudio de pintura, que era de un precio elevado, ya que no lo quería compartir con otros artistas. No escatimaba en viajes. Comprar obras de arte y muebles de coleccionista era una de sus aficiones. Ni se fijaba en la cantidad de libros, música, películas, e incluso ropa que iba adquiriendo. El piso en el que vivía era propio y había liquidado las deudas. Todo este gasto hacía que, a pesar de las altas ganancias que generaba durante el mes, el dinero se fuese hacia otras manos. Vitalmente, se comportaba como si la crisis no existiera. Él no la notaba. En cambio, a nivel personal, no le iba bien. No creía que su existencia valiese gran cosa. Era irascible, vivía con una angustia perpetua, que no lograba saber dónde situarla, si en el corazón o en el intelecto. Algunas personas piensan que el intelecto no siente, pero los sentimientos y la razón están íntimamente relacionados. Si uno anda flojo, el otro se resiente, y a la inversa. Por este motivo, Miguel solía abusar del alcohol, y, pese a su soledad, buscaba a menudo horas de placer con mujeres que encontraba en los bares, a los que se dirigía en momentos de abatimiento. Este modo de ser contrastaba con la necesidad asfixiante que sentía de subir desde cero a un hijo propio. Pensaba que la mayor creación que podría hacer estaba relacionada con la educación de un hijo, sin necesidad de madre para este cometido, aunque si la hubiese le resultaría más fácil.
Mientras conseguía dar color y forma a una serie de imágenes profundas influidas por las pinturas rupestres de Altamira, acompañado de una sinfonía de Ravel, cogió varios lienzos y cambió de tema pictórico. Empezó a pintar sobre temas relativos a la concepción de un ser humano. El nacimiento de un bebé. Su desarrollo emocional y físico. Todo ello de forma personal y estilo de pincelada con brocha gorda y rápida. En tres horas tenía pintados doce lienzos no muy grandes, de un metro cuadrado aproximadamente cada uno.
A continuación se dijo, esto no lo voy a llevar a galería alguna, los colgaré por las paredes de mi piso y no lo conocerá el público hasta que lo de tener un niño o el embarazo de mi hijo sea un hecho. Después pensó en Vilma, si pudiese verla más a menudo… Es una mujer que me atrae. Me cae simpática. Parece inteligente, es culta y bonita. Me apetecería tener un hijo con ella. Quizás sería el remedio a la opresión perpetua que noto en el pecho, por la que algunas veces voy al médico, preocupado por lo aguda que es. Aunque no me encuentran ninguna dolencia física. Debido, tal vez, a que todo es emocional.
Miguel Cremelles marcó el número del teléfono fijo de Vilma. Se sirvió un Chivas y bebió un trago. Hola, dígame, sonó en el auricular. Hola, ¿hablo con Vilma? ¿Vilma? Sí soy yo, con quién hablo. Miguel tragó saliva, esperó dos segundos y dijo, soy Miguel, Miguel Cremelles. ¿Qué tal estás? Me pregunto si te gustaría venir a cenar esta noche a mi casa, cocino decentemente, estoy solo y raramente necesito compañía. ¿Qué me dices? De acuerdo, contestó Vilma, ¿a qué hora aparezco y dónde? Ven a Rambla de Catalunya, 40, quinto segunda, a las siete. ¿Llevo algo? Ofreció Vilma. Sí, muchas ganas de conversar, respondió Miguel, y algo de apetito. Muy bien, Miguel, hasta esta noche. Hasta luego, contestó.
Durante el resto de la tarde, Miguel ideó el menú de la noche. Iba a preparar una ensalada tibia con perrochicos y salmón salteado, cordero estofado con cebolletas confitadas, y ensalada de frutas con coulis de frambuesas. Fue al mercado de la Boquería. Al volver, sonaron las siete en el reloj de pared de la casa, digno de un coleccionista. A continuación oyó el interfono, eran las siete y tres minutos y ese retraso ya había puesto nervioso a Miguel. Cuando entraba Vilma por la puerta, exclamó, ¡qué olor tan intenso y apetecible! Sonriendo, Miguel dijo, gracias, y puso en sus manos el dibujo que había hecho para ella. ¡Qué hermosura!, exclamó Vilma, la verdad, los únicos retratos que me han hecho hasta ahora han sido fotográficos. Este me parece bonito de veras. Creo que tienes un don en tu forma de pintar. Y de esculpir, dijo Miguel. No te he escrito unas palabras al pie del dibujo porque la imagen lo dice todo. Ante una retratada preciosa, un retrato precioso. No puede haber otro resultado, ¿no crees? Gracias, Miguel, por tu piropo, se necesitan estos halagos oportunos de boca de una persona sensible a la belleza como tú. ¡Qué música más profunda!, ¿de quién es? De Schomberg, la pieza La Noche Transfigurada, una de sus primeras obras. Es un innovador de la música. Hay muchos oídos que no le soportan. Comenzó con el dodecafonismo, que tiene una lógica musical radicalmente distinta de la acostumbrada por todos. Pero esta pieza todavía no es dodecafónica. No sé, la encuentro muy triste, le comentó Vilma. Puede ser, dijo Miguel, lo que ocurre es que, ontológicamente, para mí, está a un nivel inalcanzable. Expresa más intensamente de lo que puede hacerlo una persona común. Veo que eres admirador de Schomberg, dijo Vilma. Sobre todo de esta pieza, contestó Miguel.
Se relajaron en el sofá. Miguel ofreció a Vilma una Heineken. Aunque estaba sedienta, en lugar de cerveza, le pidió agua helada con lima exprimida y un vaso de vino tinto. Luego, se quedaron un instante cada uno consigo mismo…, hasta que Vilma le dijo a Miguel, ¿me enseñas el apartamento? Era un dúplex. La llevó primero a visitar la planta baja. Desde el salón, amplio y cuadrado, donde Miguel acostumbraba a comer, fueron a la cocina, al lado derecho mirando hacia la puerta del piso. No parecía faltar en ella ningún electrodoméstico útil para la labor de cocinar y limpiar lo cocinado. Una mesa rectangular de madera, que podía ser de principios del siglo XX atrajo los ojos de Vilma. A la izquierda de la sala de estar se abría la puerta de la estancia que utilizaba Miguel para pintar cuadros de pequeño formato y bocetos. Los de gran dimensión y las esculturas las realizaba en su taller. Al fondo del pasillo, no demasiado distante, había un lavabo. En la parte superior del dúplex la primera habitación era su dormitorio. Junto a él, un cuarto de aseo con bañera jacuzzi de grandes dimensiones. Enfrente, el dormitorio de los invitados. Más allá, una habitación biblioteca, filmoteca y musicoteca, de amplitud generosa. Después, Vilma le pidió que le ensañara la cena que había preparado. Lo hizo mientras acababa los platos. Cuando terminó de sonar La Noche Transfigurada, pusieron en el aparato música que les pareció más apropiada para el momento. Chet Baker fue el solista elegido, sacaba sonido a una trompeta que consideraban emotiva y romántica. Y tenía una voz, que, si no considerada por muchos de las mejores, a ellos les gustaba.
Miguel le preguntó a Vilma cómo iba su trabajo y en qué consistía exactamente. Ella le dijo, yo trabajo con y para la gente. Entrevisto a personas necesitadas por algún motivo. No siempre económicos. Pero que no se trate de cuestiones del corazón. No soy reportera en asunto de líos amorosos. Sino una free lance que se interesa por contar historias verídicas de la gente, tanto de la común como de la que sobresale de la media. Conozco a muchísimas personas, instituciones, micro empresas. La vida es más imprevisible de lo que apunta en un principio. Detrás de un cajero de banco, típico hombre gris, se puede encontrar un aventurero creativo. Y detrás de un artista, una persona previsible y aburrida. Por lo que he visto este no es tu caso. La foto de reportaje es sumamente creativa, con ella se cuentan historias mediante la imagen. Tú, como pintor, compones tus imágenes, yo como fotógrafa también compongo las mías. Lo que cambia es la técnica. El resultado es igual de lírico. Mejor dicho, puede ser igual de lírico, dependiendo del artesano que lo elabore. Disfruto con lo que hago, y estoy mucho más rodeada de gente que tú, que eres un artista solitario. Miguel puso objeciones al discurso de Vilma, sí pero es lo que a mí me gusta, son horas de soledad e introspección. Y no sólo se trata de un gusto, es una necesidad vital. Sin la introspección y la soledad yo naufragaría. Poco a poco me sería imposible sentir lo que soy y dónde estoy. Las horas en que quiero estar acompañado, busco compañía. Son dos maneras de vivir, de trabajar y de crear. Pero esas dos personas tan diferentes no tienen a la fuerza que ser incompatibles. Al contrario, yo creo que una persona más bien solitaria y otra con don de gentes y voluntad de estar muchas horas rodeada de otros, pueden mantener una relación intensa, tanto amistosa como de pareja. Vilma se quedó pensativa, sí, puede que tengas razón, o sea, que, según tú, nosotros dos podemos estrechar nuestra relación y nuestros sentimientos. Miguel contestó, sería perfectamente posible, es más, creo que eso es lo que deseamos ambos. No me digas que no has pensado a menudo en mí últimamente. Yo en ti sí. Vilma sonrió, sí que he pensado en ti, en tu trabajo, en tu compleja y elitista personalidad. Y lo de elitista no lo digo porque te guste ser élite, sino que tu sensibilidad e intelecto los poseen muy pocos, y el estar cerca de ti es una suerte. Gracias, dijo Miguel, yo opino parecido pero a la inversa, la interesante eres tú. Todo es relativo supongo, cuando te gusta una persona siempre la encontrarás especial por algo, si no, no te gustaría.
Después de las alabanzas de cada uno hacia él otro, les entró el apetito, sacaron a la mesa las ensaladas tibias, que tenían una presentación formidable y un sabor difícil de conseguir y, para acompañarlas, un vino blanco del Penedés. Hablaban poco, pero lo que decían era preciso, no sobraba ni faltaba palabra alguna, charlaban de sensaciones, comidas pasadas que sería imposible ya olvidar por la suculencia de su sabor y de su presentación. Para Vilma seguro que la de esa noche sería una comida inolvidable, con el sonido también de las melodías al piano del compositor Debussy. Entre las ensaladas y el cordero esperaron unos minutos para calmar la digestión, coger aire, disfrutar tranquilamente de la velada y gozar el uno del otro. Miguel sirvió el cordero. El lechal estaba tierno y con sabor no excesivamente fuerte: el vino blanco con que lo había cocinado le había añadido un regusto asentado. Es una delicia, pensaba Vilma. Acompañaron el cordero con un Rioja. Después, los dos flotando ya con la barriga satisfecha y la cabeza exaltada cada uno por el otro y también por el alcohol, Miguel sirvió la ensalada de frutas. Fue un placer a continuación de la grasa engullida con el cordero. Prepararon unos cafés y un digestivo. Vilma preparó los cafés y el digestivo, un limoncello casero, que eligieron ambos. Una amiga de Miguel le enviaba varias botellas al año de ese licor, que su abuela, del centro de Italia, le había enseñado a elaborar.
Al acabar la cena, ambos sabían lo que suele suceder. Pero no sucedió. No acabaron acostándose, quizá porque se respetaban, y si iban lentos, debieron de pensar, lo que tuviera que ocurrir tomaría mayor consistencia. O, tal vez, lo que les había faltado era decisión. Así que siguieron a lo largo de toda la noche escuchando música y charlando. Uno de los temas que tocaron fue el de la situación del país y la forma de proceder de sus dirigentes. Les avergonzaba que sus representantes diesen al mundo el triste espectáculo de su falta de visión panorámica en el análisis del difícil momento que atravesaba la nación, sin afrontar los verdaderos problemas, poniendo solo parches paliativos. Cuando era más joven, Miguel había sido bastante libertario. Era un revolucionario indignado ante el mundo que le rodeaba. Pero después de diversos desengaños provocados por la causa que luchaba y los luchadores de esa causa, se hizo revolucionario del yo. Decidió intentar mirar por él sin caer en un egoísmo exagerado. La verdad, una sociedad en que individuo por individuo se cuida e intenta estar bien y ser feliz, sin que sea a costa de los demás, debería ser una sociedad que funcionase bien. Ese sentir de Miguel, a Vilma le costaba un poco de asimilar. Una persona que se interesa tanto por los otros, que su trabajo consiste en contar historias ajenas a ella, no debería identificarse con un individualismo tan crudo. Pero una cosa es la teoría y otra muy distinta la práctica. Vilma notaba que Miguel se interesaba por historias de gente que ella había conocido. Incluso intentaba hacerla sentir bien con todos los detalles y el trabajo que había supuesto esa velada, en que cada uno estaba consigo mismo y con el otro. Así que dieron las tres de la mañana y ya no había metro para que Vilma volviese a su apartamento de Gracia. Miguel le preparó la cama en la habitación para los invitados. Pero antes de dormir puso una salsa de Willy Colon e invitó a Vilma a bailar. Estuvieron pisándose los pies a la vez de intentar bailar. Rieron y se fueron cada uno a su correspondiente cama. Antes intentó Miguel dar un beso en la boca a Vilma, pero esta quería conservar lo logrado hasta el momento, dejarse desear el uno por el otro, y seguir buscando espacios propicios para que el día menos pensado llegasen a un éxtasis de placer y complicidad.
La noche fue apacible, aunque por turnos fueron despertándose para beber agua, supongo debido al exceso de alcohol, que siempre deja la sensación de estar sediento. Por la mañana Vilma despertó pronto, a las siete y media. Ella decía que tenía un despertador biológico, aunque trasnochara y se portara mal durante la noche, siempre se despertaba sobre la misma hora. Fue a la cocina y se preparó un café cargado. Abrió la nevera y vio que había huevos. Pensó en cocinar un revoltillo de huevos con tomate y cebolla sofritos. Pero esperaría, suponiendo que Miguel dormiría más tiempo. Fue al estudio, había muchos libros de pintura, cogió el libro teórico de Kandinsky De Lo Espiritual en el Arte. Lo ojeó, leyó partes y luego lo comparó con un libro de fotos de pinturas del mismo autor. La verdad es que no obligatoriamente notaba concordancia entre su teoría del arte y su arte. Miró bocetos dibujados por Miguel. Le gustaban, tenían la fuerza del impulso. Del instinto primario, como el arte de otras civilizaciones, el precolombino, o el de la antigüedad como el egipcio, o el arte del África negra. Supuso que estas artes serían parte de su inspiración. Se empezaba a aburrir sola en casa ajena. Así que puso música a buen volumen. La radio con canciones pop de los ochenta y noventa, y se dispuso a preparar el revoltillo. Cuando estaba casi terminado de hacer el desayuno apareció Miguel por la puerta de la cocina, con legañas en los ojos. O eso supuso Vilma por la voz y el aspecto de Miguel desde la puerta. ¡Qué bien!, exclamó Miguel. Con el desayuno casi en la mesa da gusto levantarse. La comida matutina estaba compuesta de café con leche, zumo de naranja, tostadas con mantequilla y mermelada, una tabla de quesos franceses que había en la nevera y los huevos revueltos con cebolla y tomate sofritos. Al acabar de desayunar estaban preparados para comenzar un día, que para Miguel parecía el día más positivo de los últimos tiempos. Y para Vilma, que tenía muchos días positivos, ese día además era de gran ilusión ante la perspectiva de una nueva amistad. Quizá más que amistad. O eso esperaba ella. Se despidieron sin querer despedirse. Miguel fue al estudio a acabar unos lienzos y Vilma fue a casa a revisar si le habían contestado unos correos de cara a visitar a un posible hombre crónica. No sabía si al ir llevaría la cámara o por el contrario, eso podría amedrentar a la persona con quien se iba a entrevistar. Este hombre que debía o quería plasmar en una crónica, era un artesano. Se dedicaba a moldear figuras y bisutería con latón, madera y plata. Pero lo que le ocurría es que lograba vender pocos objetos terminados. Por consiguiente económicamente tenía tantas dificultades que se tomaba la justicia por su mano. Eran habituales los hurtos para elaborar su trabajo y para la subsistencia del día a día. En el mail ponía si se podían encontrar aquella mañana a las once y veinte en la Rambla del Raval. Vilma allí se dirigió. Había cogido la cámara. El señor artesano estaba al lado del gato de Botero. Tenía una barba larga. Se saludaron, él se llamaba Rodrigo. Vilma le invito a tomar lo que le apeteciera en cualquier bar. Fueron a una terraza de la parte de arriba de la Rambla del Raval. Rodrigo llevaba una mochila donde guardaba parte de las artesanías realizadas en los últimos tiempos. Le enseño el trabajo que Vilma retrató en parte. Se pidieron dos tés de canela y empezaron a hablar. Rodrigo le contó a Vilma que había estudiado en su juventud filosofía y letras. Que intentó ganarse la vida escribiendo pero no lo había conseguido. Siempre se relajaba trabajando con las manos. Más o menos había efectuado, hasta donde llegan sus recuerdos, trabajos manuales. Que su filosofía era de vivir sólo, sin lujos, y disfrutando al máximo de los exteriores, de la calle. Le ahogaba estar encerrado en un piso. Para realizar su trabajo un amigo le había dejado un solar, y no le cobraba alquiler alguno. Debido a que la sociedad era egoísta y le asfixiaba, lo que no le ofrecía se lo quitaba. Por eso tanto el material para trabajar como mucho alimento, también libros y ropa, los iba robando. Vivía en el límite. Hacía muchos años que no tenía relaciones sexuales, y no porque no le apeteciese, pensaba que no era momento de tanta dicha para él. Su momento era de austeridad y riesgo. No quería que sus sentimientos se trastocaran pudiendo desequilibrar su modus vivendi. Vilma estaba bastante asombrada ante semejante persona. Lo empezó a retratar con la cámara. Creía estar inspirada. Siempre cuando trabajaba pensaba que estaba haciendo una gran labor. En ese instante, convencida de que en sus retratos se percibiría el alma de Rodrigo dio lo mejor de sí misma. La mayoría de veces conseguía lo que buscaba con su cámara. Siguieron Hablando. Rodrigo no tenía vicios ni excesos en su vida. Era abstemio, no fumaba, tampoco consumía drogas. Nunca se excedía con la comida. Vilma empezó a verlo como un artesano asceta. No pensaba que sólo practicase ascetismo. Sino que su alma después de probar otra manera de ser se había convertido al ascetismo naturalmente. Sin necesidad de nada que estimulase poderosamente sus sentimientos, para él la lectura era importante, pero la empleaba como método de autoconocimiento. Estuvieron tres horas en la terraza del bar, y ni uno ni otro pidieron nada más. Después de que Vilma anotase y fotografiase lo necesario, se despidieron. Rodrigo le dijo que no tenía inconveniente de que vendiera el reportaje y de que saliera a la luz pública. Que él no necesitaba nada a cambio. Quizá un té de canela y una charla de vez en cuando. Vilma, contenta del rato pasado con Rodrigo, le dio dos besos y se alejó de la Rambla del Raval hacia su apartamento de Gracia.
Una vez en el apartamento, no cabía nada más en su mente que la comparación entre los dos últimos hombres con los que había estado. Los dos, creadores desde la nada, se consideraban artistas. ¿Pero qué diferentes el uno del otro? Rodrigo era simple, había encontrado la simplicidad por una síntesis de la complejidad. Miguel, complicado, y su cambio era más bien de algo simple a algo más complejo. Uno vivía holgadamente y el otro robaba para poder seguir con la forma de vida que deseaba. Miguel le atraía como hombre. Rodrigo le interesaba como persona. Dos mundos diferentes en una ciudad de diferencias, como todas las que existen. En toda comunidad, e incluso en toda pareja, la relación interna se basa en la diferencia.
Tras estas meditaciones, su pensamiento se fue hacia Amparo. Una mujer madura y hermosa. Diferente de toda mujer, o mejor, de todas las personas que había conocido hasta entonces. Se preguntó, ¿qué podría proponerle para conseguir que nos veamos? La voy a invitar a ver la exposición de World Press Photo y después iremos a tomar unas copas. La llamó al teléfono fijo y no contestó. Cuando lo hizo al móvil, desde el otro lado de la línea oyó una voz femenina que no conseguía identificar. Perdone, con quien hablo, dijo Vilma. Soy Amparo, lo que pasa es que estoy tan congestionada que no me has reconocido. ¿Pero no tienes fiebre?, al menos estás en la calle. No, no la tengo, contestó Amparo. Entonces, ¿nos encontramos en media hora en el CCCB para ver el World Press Photo? ¡Ah!, sí, la exposición anual de fotoperiodismo. De acuerdo, allí nos vemos,
En ese momento Amparo daba un paseo bajo el sol. Bajando por el Eixample, caminaba por la Rambla de Cataluña a la altura de la calle Valencia, dirigiéndose, despacio, hacía Plaza de Cataluña, pues respiraba con dificultad. Observaba cuanto abarcaban sus ojos, sin pensar, sólo recibiendo impresiones, que, quieras o no, se van almacenando en el subconsciente. Debido a su quehacer diario, quedaban impresas allí en forma de poemas o de pinturas. Desde la Plaza Cataluña descendió por las Ramblas hasta la calle Tallers, donde un par de góticos se disputaban la entrada en una peluquería. Vilma parecía descansar junto a la puerta del CCCB. Un vestido insinuaba sus formas femeninas. Se dieron un beso. Después de unas frases tópicas pero corteses, propias de sus buenos modales, entraron en la sala. Contemplaron allí en silencio una serie de fotografías durante dos horas, emocionándose ante unas y dejándose convencer delante de otras por las instantáneas de vida que habían captado. Fatigadas por el esfuerzo de su concentración en tanta fotografía, se dirigieron al bar del CCCB, donde Vilma tomó un vino tinto y Amparo, un carajillo de brandy mientras comentaban sus opiniones sobre la exposición que acababan de ver. Parecía increíble su perspicacia y su modo tan intenso y afinado de exponer sus opiniones, con una sensibilidad que anhelarían los centenares de personas que se pasean con cámara por las calles de Barcelona. Vilma le habló a Amparo de la noche que había pasado en casa de Miguel Cremelles. Amparo le recomendó que no se encaprichara de él, pues era un hombre complicado, difícil de manejar si buscaba algo más que una simple amistad. Que por lo que le conocía, era una persona solitaria, angustiada, de mal carácter. Aunque, por otro lado, fuese, quizás, uno de los últimos hombres brillantes que había dado la urbe de Barcelona. Lo sé, le contestó Vilma, pero cuando nace algo de un interior como el mío, que quiere controlarlo todo y se comporta con la mayoría de las personas como si fuese su madre, me vuelvo tan incontrolable, como ha ocurrido las pocas veces que lo he experimentado, que me da un poco de miedo repetir esas sensaciones, aunque se hagan necesarias. Amparo le dijo, tú lo que has de hacer es vivir como hasta ahora. Con tu alegría por la vida, tu trabajo y tus esporádicos encuentros sexuales. ¿Sabes?, me viene mucho a la cabeza la noche que dormimos juntas y siempre me excita. Yo nunca he tenido una relación carnal con una mujer. Pero a ti te tengo dentro, y no es amor, ya que me enamoro de hombres. Supongo que no acabamos lo que debíamos haber concluido. Quizá va siendo hora de cerrar eso que se nos repite emocionalmente una y otra vez. ¿Seguro que tú también piensas en mí? Vilma se sonrojó y le dijo riéndose, sí, he pensado bastante en ti. Pero eso ha de nacer naturalmente. Pues hagamos que nazca naturalmente, dijo Amparo, a veces se le ha de dar un empujoncito a la naturaleza.
Pidieron una cerveza cada una, y continuaron hablando y conociendo mutuamente sus pareceres y opiniones sobre diferentes temas. Mientras, se iba acercando un pakistaní, que ofrecía rosas a las parejas del bar formadas por un hombre y una mujer. Amparo le llamó y compró una rosa para Vilma. Vilma la arrancó del tallo y se la puso en el pelo. Amparo reflexionaba, ¿cómo podía ser que le excitase tanto Vilma? ¿Podría deberse al recuerdo de haberla visto en la cama desnuda y con las piernas abiertas? Estaba preciosa. Pero ¿nunca le había pasado? Para todo hay una primera vez, pensó.
Vilma comentó a Amparo el rato que pasó con Rodrigo y la autenticidad de su persona. Un hombre que vive de la forma que quiere, por mucho que le cueste. Y que es enormemente creativo. Pocas personas se interesaban por su obra. Aunque lo que ella había visto de sus creaciones era realmente interesante. Amparo le preguntó, ¿no sería posible que te interese Rodrigo más que Miguel? No, le contestó Vilma, a mí me gustan las exquisiteces. Me interesan las vidas de gentes necesitadas o de personas excluidas de la sociedad, pero no para unir la mía con alguna de ellas, sino para mostrárselas a los demás. Le gustaba la comida exquisita, la inauguración de exposiciones, la música clásica en grandes teatros y las personas refinadas. Amparo se quedó perpleja, qué diferencia entre lo que te interesa para el trabajo y lo que quieres para tu vida privada. Es que mi trabajo, contestó Vilma, además de creativo es social, yo busco hacer ver que existen soluciones para cambiar la vida de esas personas, o para que el ciudadano, que ve mis reportajes se haga consciente de las vidas al límite que a veces se cruzan con él. Pero eso no me exime de mis gustos sibaritas. No veo en ello una paradoja. Podría ser, dijo Amparo, en cambio yo soy una mujer adinerada que no he de trabajar para conseguir mantenerme, y me dedico sólo a cuestiones estéticas, sin una finalidad clara. No sé si te lo había dicho, pero he dejado parte de mi poesía a Billy, ¿sabes?, mi amigo que trabaja en la editorial. Quizá con un poco de suerte encuentre su destino toda una parte de mi obra. La verdad, Billy no me ha dicho nada, pero ¡él es tan tranquilo!, ¡vive tan inmerso en su mundo! A mí su personalidad me recuerda a un poema de Rilke. Es poesía su andar, su tono de voz, su manera de comportarse conmigo y en sociedad, su pasión por un tipo de literatura, siempre de máxima calidad, sin miedo a lo nuevo. Tú estás encariñada de Miguel y yo de Billy. Por cierto, hace días que no sé nada de él. ¿No te apetecería que lo llamase? Vilma afirmó con la cabeza. A Amparo se le había pasado su calentón corporal por Vilma, el recuerdo de Vilma desnuda y con las piernas abiertas. Cogió el teléfono celular y llamó a Billy. Billy descolgó rápido y dos palabras después del saludo se puso a llorar. Amparo se impresionó, y quiso saber qué le pasaba. ¿Necesitas ayuda?, le preguntó. Billy le dijo que si pasaba por su apartamento se lo agradecería mucho. Amparo, despidiéndose de Vilma con una disculpa, marchó a paso ligero hacia la calle Elisabets, al ático donde vivía Billy. Billy la recibió con la cara desencajada, le ofreció una silla y, entre sollozos, empezó a pronunciar palabras indescifrables. A ver Billy, calmémonos, por favor, voy a preparar un té y hablamos con calma. No soportaba la debilidad, le costaría asimilar aquella escena y que su relación con Billy volviese a ser como la de antes. Llevó los dos tes de frutas del bosque en una bandeja al salón donde se encontraba Billy, que, con la cara entre las manos, empezaba a decirle, imagínate, me he despertado sin parar de llorar, poco a poco he ido recordando el sueño que tuve esta noche y he vuelto a vivir un episodio muy difícil de mi niñez. Amparo le pidió si no tenía inconveniente en contárselo pues para eso estaba allí. Imagínatelo, cuando aún era un niño, cerca ya de la adolescencia, un familiar se aprovechó sexualmente de mí. Una noche noté que una mano tocaba mis partes, estaba oscuro y no podía ver quién era. Me asusté, pensando si sería mi hermana. Por miedo y una especie de sentimiento de culpabilidad no le dije nada a quien me lo hacía ni tampoco a mis padres. La escena se fue repitiendo. Después de meses de desconcierto, entre el terror y la pasividad, un día me decidí, tuve el valor de empujar al intruso. Era un familiar que vivía en la casa, que se disculpó. Habían pasado ya varios meses desde la primera vez, yo andaba por el colegio como alma en pena, no me concentraba ni sentía interés en la vida por nada. Las jóvenes me atraían con locura pero no era capaz de dirigirles la palabra. Los abusos iban a más. Estaba aterrorizado. Incluso un día en que estaba viendo la televisión, el abusador me dijo que yo estaba enamorado de él. Me dio repugnancia que hubiese caído tan bajo conmigo, pues antes de esos hechos era un referente para mí, al que seguía a todas partes. La cuestión es que después de mucho tiempo de abusos, decidí contárselo a mis padres. Y la situación se acabó. El mal estaba hecho y era irreparable. Ahora mi personalidad se había quebrado. No tenía interés real por nada. Si algo me interesaba mucho, ese algo se deshacía sin importarme aparentemente. Mis amigos iban cambiando, los lazos de amistad que entablaba eran fuertes pero no profundos, ni me conocían ellos a mí, ni yo a ellos. Las jóvenes pasaban por mi lado sin fijarse en mí. Yo las necesitaba. Había momentos en que dudaba incluso si sería gay. Al mismo momento, me excitaba mucho cuando una mujer me rozaba por la calle. La vida había perdido para mí todo el sentido que tuvo en mi niñez. En casa no se volvió a hablar de los hechos. Y yo me veía incapaz de superarlos. Cuando coincido con el hombre que abusó , lo veo distorsionado. Como en la película de Woody Allen, “Desmontando a Harry”, ¿Sabes? Distorsionado de tal manera que no sé quién es. Al menos no lo comprendo. Toda esta escena está tan presente en mi vida, que se la he ido contando a amigos cortada en trozos. Pero no he obtenido respuesta de ninguno, cuando yo lo que buscaba era un escape. Y, para finalizar, tuve un gran desengaño amoroso. MI novia acabó con una persona querida ¿Sabes, Amparo, lo que es eso? Desde entonces me medico por psicosis. He ido a mil psicólogos, pero ni las medicinas ni los psicólogos me han proporcionado la tranquilidad en el alma que cualquier persona necesita para vivir. Te diré un secreto, he estado a punto de quitarme la vida diversas veces. Fue hace tiempo. Pero, aún ahora, a veces me pregunto, ¿vale la pena vivir bajo este sufrimiento constante? No encuentro una respuesta clara a…
Amparo le escuchaba, sorprendida. No sabía qué decirle. Como les pasaba a todas las personas con las que había hablado Billy sobre esta parte de su vida. Pero sabía que debía reaccionar. Billy le dijo, bien, Amparo, sé que es difícil tener una contestación acertada ante semejante historia, pero el descargarse en otros siempre va bien. Ahora mismo, yo, hablándote de todo esto, he soltado lastre de mis hombros. Bien, a otra cosa. Preparemos algo para comer en la cocina y te explicaré en qué consisten mis esquizofrenias psicóticas.
Fueron a la cocina y mientras Amparo hervía unos espaguetis frescos, Billy preparaba una salsa pesto, con piñones recolectados en la sierra de Collserola. Hará veinte días Billy había ido con unos conocidos a practicar senderismo por estas montañas, y se dedicó a coger piñas en que se pudiesen encontrar piñones en buen estado. Una vez preparada la comida se sentaron a la mesa y sacaron un vino tinto Marqués de Cáceres para acompañar el alimento.
Billy empezó a hablar de nuevo, ahora con mayor tranquilidad en el alma. Imagínate, Amparo, que ya llevo siete u ocho crisis psicóticas, no sé exactamente. La cuestión es que no me conviene estar muy exaltado ni por el lado depresivo ni por el efusivo. La exaltación es mal síntoma para mi enfermedad. El alcohol que bebo tampoco me ayuda a permanecer estable. Aún así puedo trabajar y llevar una vida normal. Lo primero que noto en mis crisis es como si la gente que me rodea, tanto cercana como desconocida, por ejemplo, la que pasa por la calle, reacciona ante mis pensamientos. Es como si respondieran a lo que pienso. Después de este primer síntoma, me empiezan a venir un cúmulo de paranoias. La primera es que controlan lo que pienso y lo que siento mediante unos chips puestos en mi cerebro. Llego a obsesionarme tanto por el control que ejercen sobre mí, que me viene a la mente una fantasía dentro de mi propio pensamiento. No pienso en lo que siento que deba pensar ni lo que creo con el pensar. Todos quieren que sea gay y el control en el pensamiento es para corroborar mi homosexualidad. Lo que hace que me comporte como un gay, no en lo que a las relaciones sexuales se refiere pero sí en lo que pienso y en los impulsos que tengo. A su vez, eso me produce una obsesión radical de intolerancia ante los gays y empiezo a sufrir unas jaquecas intensísimas. Es un círculo vicioso, y hasta que no se me calma el brote me es difícil no pensar en ello un solo minuto. Lo malo es que cuando me siento estable, sufro de lo mismo pero con una intensidad mucho más baja. También creo que me controlan, lo que entonces prácticamente no me importa, y que me crean gay tampoco me afecta. Con el aumento progresivo de la medicación todo mi pensamiento y cerebro se van relajando. Lo que implica también que me quedo inactivo y sin fuerzas para afrontar la vida diaria. Por suerte, hace años que estoy estable. Pero esta enfermedad es tan grave y tan intensas su crisis, que en todas ellas, mientras transcurren, he pensado en acabar con todo. El que se siente y cómo te sientes es inaguantable.
Amparo escuchaba absorta y cada vez le interesaba más la historia y su personaje. Billy, el hombre poesía, debía ser suyo. Amparo le hizo unas cuantas preguntas y le dijo lo mismo que todas las personas con las que él había hablado sobre el tema, que eso era una enfermedad, pero que sabía, estando en su sano juicio, que sus paranoias no eran reales. Billy pensó, puede ser que sea invención pero entre lo que dice mi razón y lo que siento sobre mí, hay una guerra continua. Además, lo que yo noto es más real que lo que pueda sentir cualquier persona teóricamente normal. Mi realidad es para mí objetiva. Y mi subjetivismo se relaciona con un mundo aplastante, donde la realidad es tan verdadera como mi forma de sentir. Billy preguntó a Amparo, ¿no te da reparo relacionarte con un loco? ¿Qué sientes ante una historia como esta, qué está contada por alguien cuya sensibilidad es diferente de la sensibilidad habitual? Está claro que la sensibilidad en el modo de ver las cosas y sentirlas de un esquizofrénico está fuera de la norma. Amparo le dijo que no se preocupara, que ella sentía un sincero interés hacia él. Que era un reto mantener una relación cordial y sobre todo comprensiva hacia un hombre de su complicación. Que ella sin poseer la poesía con que él vivía y en su personalidad, tenía también una capacidad bastante amplia para aceptar las situaciones con que se encontraba. Amparo se quedó un rato pensativa, y, aunque posiblemente le molestase, le dijo a Billy, ¿no crees, Billy, que lo que deberías hacer es hablar claramente a tu familia sobre lo que has sentido y sigues sintiendo? ¿Que sin faltar a nadie podrías sacar de dentro un dolor que es la causa de tu enfermedad? Puede ser, Amparo, pero la verdad, no me siento preparado para ello.
Acabaron los platos de espaguetis al pesto. No tenían postre y Billy preparó unos plátanos con miel flambeados con cognac. Se los comieron con un cava Codorniu Brut. La charla sobre la enfermedad se terminó. Amparo le dio a Billy un sincero abrazo diciéndole, creo que estás más tranquilo y me reconforta. Estoy muy cansada y voy a irme. Deseo compartir un rato contigo cuando me encuentre en otras condiciones anímicas. Ya sabes dónde me tienes para lo que necesites, estaré a tu lado. Hasta pronto Billy. Y le dio un beso. Hasta pronto y mil gracias, Amparo, dijo Billy abrazándola estrechamente.
4.
Miguel Cremelles debía tener una entrevista con una fundación en París que le propuso exponer su obra. Para la entrevista faltaban dos semanas y tenía la intención de hablar con Vilma por si le quería acompañar. Mientras tanto, solo salía del taller para comer y dormir. Se pasaba todo el día trabajando. Para él, como para todo artista serio, la inspiración sólo llega después de mucho trabajar. Un artista que no es trabajador es difícil que cree algo que valga realmente la pena. Las comidas que se preparaba en casa a mediodía eran sencillas. Normalmente, arroz blanco con salteado de verduras y un bistec a la plancha. No quería gastar tiempo ni imaginación en preparar comidas más elaboradas. Casi siempre comía lo mismo. El trabajo que realizaba era tan agotador intelectualmente que cuando, al caer la noche, salía de su estudio, entraba en un bar con un libro, generalmente de poesía, se tomaba una copa durante una media hora de lectura, se iba, desde allí, derecho a casa y, sobre las diez de la noche, se echaba a dormir hasta las seis de la mañana. A esa hora se despertaba y, empezaba a dibujar bocetos para cuadros en potencia. Cuando más tarde los realizaba, cada uno podía ser la mejor pintura.
Vilma llevaba una vida más relajada, con más espacios de tiempo para sí misma. Pero, un poco desilusionada, no entendía por qué Miguel no le dejaba un hueco más amplio en su vida. Convencida de que lograría conseguir un estatus importante en la vida de Miguel, soñaba con cenas para dos en restaurantes o con menús ideados y cocinados por él. Noches de cine. Exposiciones con explicaciones de un artista igual a los que exponían. No igual en cuanto a la estética o técnica de la obra se refiere. Pero sí, y a veces superior en lo que se refiere a la calidad de la obra. Solo eran sueños; de momento, puros futuribles. Una tarde empezó a tejer una estrategia para que Miguel le hiciese un hueco mayor en su vida. Incluso escribió un pequeño texto en que trazaba el guión a seguir.
“Siete treinta de la mañana. Llamada a Miguel diciéndole que padezco una jaqueca horrible, que sólo tengo ganas de llorar, que, por favor, venga a mi piso.
Llegada de Miguel al piso. Media hora después, ocho de la mañana, tener preparado un buffette con toda clase de comida apropiada para los desayunos, incluidos vino y cava.
Después del exquisito… desayuno, el comienzo del día, lectura de un poema escrito por mí, en el que le expreso mis sentimientos hacia él.
A continuación, provocación sexual, mediante muestras corpóreas excitantes, streaptise, caricias, lo que convenga en ese momento.
Lectura de carta en la que le transmitiré que esto que ha ocurrido esta mañana es serio y duradero. Preguntarle qué opina sobre el asunto.
El poema declaratorio será el siguiente:
Me gusta rozar mi
mejilla con tu barba.
Quizá me represente
protección.
Dame más de lo que aparentas
Dar(me). Vida, luz, amor.
Con respeto pero
con pasión.”
Vilma no estaba segura de si sería capaz de llevar a la práctica el guión, que, en principio, se había propuesto llevar a cabo dentro de tres días. Quería a toda costa enganchar a Miguel en sus redes. Después de escribir el guión quiso tomar el sol y para ello solía ir al parque Güell. Fue a la parada de Vallcarca en metro y desde allí dio un paseo hasta el Parque. En el parque había un saxofonista tocando standards de jazz. Estuvo cuarenta minutos escuchándolo. Entre los temas musicales se dirigían miradas. Mejor dicho, el músico la miraba a ella con cara de curiosidad. Antes de irse Vilma, el músico le dijo que creía que la conocía de algo. Vilma le contestó que no sabía, a ella su cara no le sonaba de nada. Él, entonces se presentó, yo soy Ton, para servirte. ¿No te apetecería ir conmigo a tomar un café. Así hablamos un rato. Vilma accedió. Salieron del Parque Güell en busca de un bar. Sentados a una mesa Ton le dijo que era un músico al que le gustaba viajar y llevaba cinco años en Barcelona. Lo de tocar en la calle lo hacía poco, pues era terapéutico para él. Cuando estaba muy triste salía con el saxo a la calle sin pedir permiso ninguno. Tocar para gente que no lo buscaba oírle y amenizarles el rato que ellos quisieran, le hacía sentirse bien. Vilma le dijo, claro y así además invitas a café a las mujeres que te apetece. Ton se echó a reír y la corrigió, no lo suelo hacer, pero es que hoy estoy más triste de lo normal y el que necesitaba distracción soy yo. ¿Qué te pasa? le dijo Vilma. Mi mejor amigo de Madrid, ciudad en la que nací, me ha llamado y me ha dicho que le han encontrado un tumor maligno. Además me comentó que está muy avanzado. Así que puedes comprender que no estoy intentando ligar contigo, sólo que me ha gustado que te quedes escuchándome tocar durante tanto rato. Y se me ha ocurrido pedirte que me pusieras el hombro para llorar. Por eso lo de ir a tomar el café contigo.
Estuvieron charlando unos diez minutos más. Al salir del bar, Vilma le dio un abrazo para animarle y se despidió de él. Desde del Parque, fue a pie hasta casa, sita en el barrio de Gracia. Observaba a la gente que se cruzaba con ella. Fotografió incluso a algunas personas. La cámara la cogía para su trabajo o como compañera de sus sensibilidades. Lo raro es que no hubiese sacado al menos una fotografía a Ton.
Al llegar a su apartamento, llamó por teléfono a Amparo, que la contestó como con desgana. Cuando Vilma le preguntó qué le ocurría, Amparo le dijo que no estaba pasando por los mejores momentos de su vida. ¿Pues qué te ocurre?, quiso saber Vilma. ¿Sabes?, dijo Amparo, el otro día Billy me llamó diciéndome que me necesitaba. ¿Te refieres al día que estábamos tan a gusto juntas. Exacto, ¿lo recuerdas, Amparo? Billy me hizo una confesión que me escandalizó, incluso me indignó. Resulta que, en su niñez, sufrió abusos sexuales y, a causa de ello, padece una enfermedad mental, esquizofrenia. Billy estaba destrozado contándomelo. Y yo no supe reaccionar. Pues bien, antes de su confesión, Billy me interesaba mucho como hombre, y ahora lo estoy dudando. Lo vi demasiado débil. Y no sé cómo podría resultar la cosa, tiene fobias en contra de los homosexuales cuando está en crisis. Y los extremos se tocan. ¿No te parece que podría tener alguna tendencia homosexual? Vilma se quedó unos segundos sin hablar por el teléfono. Pues pregúntaselo directamente, saltó enseguida. Dile, ¿qué sientes por mí? ¿Alguna vez te ha interesado algún hombre? ¿O te podría interesar? Dependiendo de su respuesta te acuestas con él y acabas de comprobarlo. Una mujer con la experiencia que tú tienes no puede equivocarse. Seguro que captas los gustos de Billy. Podría ser, dijo Amparo. Y tú, Vilma, ¿cómo vas? ¿Qué ha sido de tu vida en estos días en que has estado ausente? Ya te contaré, pero a condición de que me pidas una cita. De acuerdo, ¿te apetecería ir conmigo de picnic al Parque de la Ciudadela el próximo sábado a mediodía? Vale, dijo Vilma, quedamos en la entrada del Paseo de Arco de Triunfo a las doce del día. Ok, dijo Amparo, así será si ha de ser. Hasta el sábado. Hasta el sábado.
Mientras las dos mujeres se citaban, Miguel Cremelles trabajaba en su taller. Miguel Cremelles realizaba en su taller un elaborado trabajo en pinturas de técnica mixta, diciéndose a sí mismo, yo no sé… Miguel se decía a sí mismo, yo no sé en qué se diferencia un pintor como yo de un pintor de brocha gorda. Quizás sea mera percepción de quien ve el resultado, porque lo que siente el trabajador si le gusta su trabajo debe ser igual que lo que siente el artista. Y así quizás es como se veía Miguel a sí mismo. Se consideraba una persona excelente pero por lo trabajador que era. Él, sin las horas que pasaba en el estudio, no produciría nada. Para Miguel la nada era un concepto que no admitía. Su trabajo consistía en manchar esa nada del lienzo. Manchando esa parte del lienzo, ya había un algo: su propia esencia de tela siempre en potencia.
Un atardecer, Miguel salió antes del estudio. No se sentía inspirado para seguir trabajando. Pensaba que el tiempo de más que continuase en el estudio sería improductivo. Al salir tenía la intención de dar un largo paseo por la Barcelona ya en penumbra. Quizás sería una fuente de ideas y sensaciones para continuar pintando al día siguiente.
Empezó a caminar. Las personas con que se cruzaba no le decían nada. Y lo consideraba una suerte. Le parecía satisfactorio de vivir en una ciudad, ya que podía mirar a la gente sin necesidad de decirse nada. Cada uno llevaba su propia vida, que era indiferente para la gran mayoría. A Miguel le reconfortaba el estrés innato que se respira en las grandes urbes. Imagínate, con la velocidad con que se vive en las urbes que se tuviera que estar para el otro sin límites. Aunque se relacionaba con varios círculos, a Miguel se le podría definir como un antisocial. Quizás fuese cierto, quizás no. Lo que está claro es que necesitaba mucho tiempo para estar en su interior con sus pensamientos.
Miguel paseó largamente observando a cada persona que se le cruzaba. También el juego de luces en una ciudad que ya había oscurecido. Sin destino fijo, fue dando una vuelta desde el centro a la Barceloneta, de allí a Poble Nou, a continuación a la zona de la Eixample cerca de la Sagrada Familia, y acabó en Gracia. El paseo había sido largo pero tranquilo y tranquilidad era lo que le faltaba a Miguel. Una vez allí pensó, ¿y si fuese a ver si Vilma está en casa? Llamó por el interfono repetidas veces. Después de pulsar repetidamente el timbre sin saber por qué, Vilma, sin preguntar quién era abrió la puerta. Miguel se extrañó de que hubiera abierto, ya que se había quedado llamando un rato sin saber el motivo. Estaba convencido de que no había nadie. Quizás el destino, o la impotencia de que no le abrieran le habían mantenido llamando a casa de Vilma por el interfono. Miguel subió andando hasta la puerta del piso de Vilma. Estaba abierta y entró. De repente vio a Vilma prácticamente desnuda, que se estaba vistiendo, llevaba sólo unas diminutas braguitas. Sin inmutarse, Miró a Miguel y le saludó, perdona, hola, que tal estás. Me has pillado en un estado casi primigenio. Mira, ya estoy vestida. ¿Sabes?, he estado con mi amiga Amparo. Las jornadas con ella son maratonianas en lo que se refiere al intelecto, sobre todo por el diálogo. Me lo paso muy bien. ¿Qué te trae por aquí, tan lejos de tu endiosado taller de trabajo? He decidido darme un respiro, dijo Miguel, y como regalo me he ido a pasear. Luego me ha apetecido pasar un rato con la persona que más me atrae en este momento. Pues encantada de que estés aquí. Además ya has visto, quizá prematuramente, los secretos de mi cuerpo. Te aseguro que no me he mostrado desnuda ante ti a propósito. Salía de la ducha, o mejor, me has sacado de la ducha con tu llamada. Y lo que sigue al salir de la ducha es secarse ¿no? Vilma continuó hablando, lo que le gustaba mucho hacer. Sin hablar se ahogaba con las palabras que querían salir de su boca. Bien Miguel, exactamente dime, ¿a qué has venido? ¿Quieres hacerme una propuesta gustativa, deportiva, intelectual o simplemente te aburrías y es mejor que se aburran dos juntos que uno sólo! Vilma, sí, tengo una propuesta para ti. Es tarde, son ya las nueve y media, ¿qué te parece ir a comer cocina pakistaní o siria, y para abrir más aún el apetito, nos relajamos un rato en tu casa con unos porros de marihuana? Tengo maría de calidad, podemos poner melodías de Bach, fumar, charlar, beber alguna copita y luego regalarnos al paladar una comida tan exótica como buena. Vilma dijo, lo de exótica está por ver. Hace ya mucho que hay restaurantes de todo el mundo en Barcelona, lo de exótico queda ya como un concepto histórico. En las ciudades cosmopolitas hay gentes y culturas de todos los continentes. Además, con internet se llega y se puede conocer la totalidad de las cosas. O esa es su labor, ¿verdad? Tienes razón Vilma. ¡Yo que te tenía por una mujer interesante y que profundizar en el mundo lo dejas para los libros que lees. Veo que, además de todas las cualidades que tienes eres filósofa socrática. Filosofas mediante el diálogo, pero pareces saber, no como Sócrates que decía que no sabía nada. Gracias por el piropo, pocos tan interesantes me han hecho, aunque no con intención de sábanas y cama. Quizás tu estrategia está escondida, no es tan soez como el grito de un paleta, te arrancaría las bragas a mordiscos. Gracias, Miguel por ser quien eres y haberte fijado en mí para compartir momentos tan agradables. Me gustaría saber a dónde quieres llegar con todo lo de esta noche. Fueron en silencio hasta un restaurante marroquí de la calle Verdi. Después de quitarse las chaquetas, acomodarse, observar el local y a la gente que estaba comiendo, dieron una ojeada a la carta que les había dejado un camarero que debía de ser marroquí. Les ofreció un té verde, que aceptaron. Les extrañó que, aunque se trataba de un restaurante musulmán, vendían alcohol. Pidieron un Tajin de cordero cada uno. Para beber, a petición de Miguel, les sirvieron vino. La comida les pareció deliciosa. La acabaron deprisa y hablaron poco. Al acabar el Tajin pidieron que saliese el cocinero para felicitarle. Quién sabe lo que debería estar flotando por la cabeza de cada uno. A veces interrumpían su pensamiento para mirarse con una sonrisa de complicidad. Cuando acabaron de comer unos dátiles carnosos consideraron la opción. Les apetecía vivir una noche entretenida. Fueron a buscar un lugar que brillase por lo común de su esencia. Lo encontraron. Vilma, sin haberse acomodado, recriminó a Miguel: tú vives para el trabajo, yo estoy deseando verte, y es imposible conseguirlo. ¿Qué tiene tu labor diaria que no posea la de cualquier persona? ¿Te crees tan importante que ni siquiera puedes tener una vida personal propia? ¿Te parece tu arte un bien de mucho interés para la humanidad? Y hacer unos zapatos a mano, ¿no tiene igual importancia? Miguel escuchaba atónito, y debía pensar, ¿para esto me ha seguido la corriente al salir? Y contestó, perdona por no haberte dedicado el tiempo necesario. Yo cuando me sumerjo en mis obras no veo el final. Quizás es negativo, creo que también es lo que da calidad y éxito a mis obras. Bien, dijo Vilma, no me basta, necesito verte más, ¿cómo lo vamos a hacer? ¿Si quieres voy cada mediodía a comer a tu estudio? ¿O si no, nos vemos cada noche, en casa de uno o de otro? ¿Qué prefieres? Miguel parecía aturdido, con lo solitario que era y lo poco espontáneo en lo que se refiere a las relaciones personales, se sentía intimidado. Lo que prefieras Vilma, te prometo que voy a reservar para ti unas horas a la semana. Aunque me cueste decirlo, tú también, para mí, eres importante. Vilma pareció quedar más reconfortada. Bueno, como castigo te exijo que me dediques un dibujo improvisado en este papel, para colgarlo en una de mis paredes, que está necesitada de compañía. Miguel sacó unos lápices y dibujó un retrato de los dos sentados en un sofá delante de un lienzo abstracto. El dibujo, de una gran técnica y muy emotivo (sentimental), emocionó ( conmovió, hizo estremecer, impresionó, a Vilma, que dio un beso en la boca a Miguel. Se ruborizaron un poco, y siguieron la conversación sentados a la mesa. Todavía no habían pedido nada cuando llegó la camarera, una muchacha rubia, bonita con aspecto de nórdica. No me digas que no te atrae esta joven, ¿eh Miguel? Es muy bonita si lo dices por eso, dijo Miguel, ¿estás celosa? No, sólo quiero aproximarme a tus gustos. Así podría saber las posibilidades que tengo si me encaprichara de ti. Creo que un poco interesada ya lo estás ¿no Vilma? Me has echado una regañina por los días o semanas de mi ausencia. Mira, Miguel, no seas creído, quizás todo sea como cuando una mamá pasa mucho tiempo sin ver a su hijo. Pero, claro, eso si se llevan bien. Miguel no pudo hacer otra cosa que sonreírse y fue siguiendo la corriente a Vilma. A ver, Vilma, ¿a ti te parece atractiva esta muchacha? ¿Sabes qué podemos hacer? Le preguntamos con quién se quedaría de los dos. Así no nos pelearíamos intentando saber cada uno el gusto del otro. A quien elija, se acuesta con ella y asunto concluido. Vale, pregúntaselo, dijo Vilma. Miguel llamó a la muchacha, perdona ¿cómo te llamas? Ingrid, contestó ella. ¿Sabes?, continuó Miguel, a los dos nos pareces muy atractiva. Sin faltar al respeto, ¿a quién de nosotros escogerías para tener una relación esporádica? Me gustáis los dos, dijo Ingrid. Pero antes que a vosotros, elegiría a ese joven que está en la barra. No, eso no vale, replicó Miguel, tiene que ser entre nosotros dos, no hay alternativa posible. Entonces me quedaría contigo, a mi me gustan los hombres, nunca me he acostado con una mujer. Quizás podría ser esta la primera vez. Me inclinaría por el que tuviera más estrategias para conquistarme. Hasta ahora no he visto estrategia alguna en ninguno de los dos, así que a soñar que eso siempre es posible. Gracias por todo, ¿nos podrías servir dos vinos blancos helados? Claro, dijo Ingrid. Vilma y Miguel estuvieron comentando la actuación de este, y rieron un buen rato. Miguel le empezó a contar algunos aspectos de su vida que ella no conocía. Le explicó que, de joven, había tenido ideas muy radicales. Había sido libertario. Nunca había creído en el sistema. En aquella época, la anarquía le atrapaba intelectual y emocionalmente. En las manifestaciones anti sistema era de los que acababan a pedradas con la policía. Acudía a reuniones con personas de sus ideas, donde ideaban acciones públicas subversivas para acabar con todo. Miguel no estaba seguro de si lo que intentaban era acabar sólo con el sistema, o incluso con ellos mismos. Vilma le dijo, parece increíble, si ocurrió como me lo cuentas, el cambio de tu personalidad, además de evidente, fue radical. Ahora te has convertido en un artista de éxito, adinerado, completamente al revés. Miguel contestó, sí, pero la transgresión continúa en lo que hago. Aunque mis producciones sean de otra índole, tienen la misma esencia, ¿no crees? Con mi arte innovador intento cambiar el gusto del público. La gente que lo vea cambiará su enfoque hacia lo social, lo político o la vida. Sigo siendo un activista, pero ahora solitario y desde mi interior.
A continuación la pregunta trascendental vino de Vilma: ¿Tiene la vida un sentido, una razón de ser, y, si es por azar, qué valor puede tener lo que se haga, si es completamente contingente? Miguel dio un suspiro, que debió de oírlo todo el bar. Objetivamente no tiene ningún valor. Mira qué paradoja, lo que se hace no tiene gran valor y las obras de arte reconocidas se venden al precio que se venden. Pero eso se debe al mercado y a la convención. El valor real de la obra también es nulo. Vale lo que vale el artista, ya que ha salido de su psique incognoscible. Y todo hombre no tiene una razón de ser. Por mucho que ame, que sufra, que modifique, es una pulga en un laberinto, que evoluciona al azar. O sea, que si la pregunta es para que le reste dedicación a mi trabajo, tampoco lo has conseguido. Sirve para mi salud emocional. Con mi obra saco de mi interior demonios y angustias que estorban mi tranquilidad. Pero es verdad, valor no tiene ninguno, si lo comparamos con el de la vida misma, que es totalmente contingente. Y ahora, dijo Vilma, como hemos tenido una conversación tan interesante, me dejas hacerte algunos retratos para una crónica sobre ti. Así verás que yo también me puedo sumergir en el trabajo. Y que mi vida puede girar gravitacionalmente alrededor de él. Por cierto, ¿no sería mejor que fuéramos a tu estudio?, dijo Vilma. Se dirigieron allá en su moto. Una vez en el estudio, mientras Vilma preparaba el equipo, Miguel repasaba unos contenidos de un cuadro. Encendieron luces y con los flashes, Vilma empezó a retratar el estudio y a Miguel, que también se sentía cómodo en su trabajo. Vilma le comentó que podría haber sido modelo en lugar de artista. Después de pasar una hora haciendo retratos en que Miguel había aprendido algunos secretos, para muchos inalcanzables, de la fotografía, este sacó una botella de Chivas del armario y sirvió dos copas. Vilma cogió la grabadora y su blog de apuntes. Bueno, Miguel, ¿qué crees que es lo más difícil de tu oficio? Yo creo que se trabaja como en una empresa. Por objetivos. Una vez te metes en el mundo del arte, el objetivo, aunque sea inconsciente, es conseguir la misma aceptación del público en cada nueva obra. Pero si trabajas así puedes acabar en la esterilidad creativa. Se ha de trabajar desde la libertad de acción, no buscando solamente agradar. Lo ideal sería hacerlo desde tu interés personal instantáneo, desde tus inquietudes. Si lo haces así todo puede ir bien.
Y Miguel, ¿eso de la libertad en el trabajo del artista es real? Miguel contestó, hay libertad dentro de un marco estipulado. De ese marco es muy difícil salirse. ¿Sabes que todavía hay encargos de obras? Y las no encargadas, se han de regir dentro de un parámetro comercial y de moda. Cuando te sales completamente de este tienes muchas posibilidades de fracasar. Tu reputación baja instantáneamente. Aun así siempre ha habido innovadores que han hecho evolucionar a su manera el arte. Pero son una minoría entre la minoría.
La conversación iba quedando grabada. Además Vilma iba anotando en el blog los cambios de ánimo, de expresión, e incluso de humor que iba adquiriendo Miguel en la ella. Como en todo lo que hacía Vilma, intentaba que ese trabajo periodístico fuese lo más perfecto posible.
Cuando acabaron la entrevista y media botella de Chivas se tumbaron abrazados en la cama que tenía Miguel en el estudio. Las sábanas estaban sucias entre otras cosas de restos de pintura y polvo. Se quedaron dormidos abrazados, dándose un calor que necesitaban. Probablemente descansarían. Hacía mucho tiempo no estaban con una persona tan querida como en ese momento.
Vilma despertó durante la noche varias veces por el aumento de intensidad en los ronquidos de Miguel. Miguel también despertó alguna vez por pesadillas de Vilma. La despertó dos veces sudando, gritando y con cara de pánico y dormida. Por la mañana, todavía abrazados, Miguel le preguntó a Vilma en que habían consistido las pesadillas. Vilma, bromeando, le dijo, quizás me las produjeron tus ronquidos. No, que va, la cuestión es que siempre sueño que el mundo me abandona. Todo lo conocido y querido se aleja de mí, yo lo intento coger para que no se vaya, e incluso se me desgarran las uñas al escapárseme el mundo de las manos. El mundo, que es lo que quiero, no sé qué forma tiene, es informal. Pero aun así lo intento coger con todas mis ansias y desesperación. Cuando despierto gritando es cuando ya no lo puedo retener. ¿Y sabes de dónde vienen esos sueños que parecen traumáticos? Supongo que de no haberme sentido protegida y suficientemente querida durante mi vida. Eso hace que nazca en mí el sentimiento de que lo que quiero y no me quiere como a mí me gustaría que lo hiciera, se me va.
Miguel le dio un abrazo de apoyo. Se levantó de la cama e hizo unos huevos revueltos y preparó café. Se lo comieron junto a tostadas con mantequilla. ¡Qué rico! ¡Qué rico! No paraba de exclamar Vilma. Esto da gusto, que te preparen el desayuno. Oye, por cierto, eres un experto en hacer huevos revueltos.
Acabaron de desayunar y Miguel le propuso a Vilma si se quería quedar esa mañana por el estudio. Así pintaría unos lienzos inspirándose en ella. Si la tenía cerca la inspiración sería más profunda. De acuerdo, dijo Vilma, esta mañana no tengo que entrevistar a nadie.
Miguel preparó las pinturas y puso marihuana a la vista. Incluso quemó un poco para que el estudio quedase ambientado de ella. ¿Siempre haces esto?, dijo Vilma. Sólo en ocasiones muy especiales, contestó Miguel. Vilma le preguntó si necesitaba que se desnudase. No, no hace falta de momento, ponte como estés más cómoda, sólo necesito tu presencia. Vilma fue a una pequeña biblioteca que había en un extremo del estudio. Miró los libros. Había unos cuantos de arte. De Miró, Pollock, El Bosco, Picasso, Kirchner, Munch. Cogió el de El Bosco, y se dispuso a mirarlo. Vilma no conocía el arte de este autor. Quedó impresionada por lo surrealista que era su pintura. Para la época en que había pintado, estaba muy avanzado estéticamente en comparación de sus contemporáneos.
Vilma preparó otros dos cafés, les puso un chorrito de Amaretto, y fue a observar el trabajo que estaba realizando Miguel. En el tipo de abstracción que estaba pintando Miguel, Vilma creía sentirse identificada. Los tonos de colores, sus cambios de formas de la manera en que sucedían, le recordaban sus cambios de humores y sus miedos perpetuos a ser olvidada o no cuidada como quisiera. Ella veía en ese cuadro su psique más profunda. ¿Cómo podía ser que Miguel la hubiese captado tan rápido y acertadamente? Se lo preguntó abiertamente, ¿por dónde me has mirado que has visto tanto de mi interior? Mira Vilma, los artistas captamos el mundo de una forma diferente al resto de la gente, por eso luego existe en nosotros la capacidad de plasmar y crear de forma tan particular. A veces no sabemos cómo y por qué lo captamos, pero es algo interno nuestro, innato a nuestra forma de percibir. Esto que ves en este lienzo es la forma o las proyecciones que he percibido de ti. Vilma quedó asombrada. Brindaron con el café con Amaretto. Sonrió y continuó mirando el libro de El Bosco.
Después de pasar la mañana Miguel aprendiendo de sus experimentos en el lienzo, y Vilma de los libros de la biblioteca de Miguel, ella se dio cuenta de la hora que era y dijo a Miguel. Me quedaría aquí contigo por los siglos de los siglos pero he de marchar. ¿Has acabado algunos lienzos inspirados en mí? ¿Quedas satisfecho? Mucho, confirmó Miguel, podrías convertirte en mi musa inspiradora, venir día sí día también y ayudarme a trabajar con tu presencia. Podrías coger pinturas también y experimentar. Sólo necesito tu energía en el estudio. Tengo una vida que también me interesa, le explicó Vilma, pero gracias por la oferta, que no se si era en broma o no. Igualmente, me dejaré caer por aquí más a menudo de lo que puedas creer que soy capaz. ¿Me dejas tomarles unas fotos a los lienzos que quizás poseen parte de mi espíritu?
Vilma tomó las fotos, dio un sincero abrazo a Miguel y se dirigió a su casa caminando. En el trayecto se paró en un parque infantil, le gustaba observar el comportamiento de los niños. Estuvo allí aproximadamente una hora recogiendo notas sobre los conflictos entre los niños, su manera de resolverlos, la forma de relacionarse. Estar en un parque estudiando el comportamiento humano en la infancia era algo que llevaba haciendo bastante tiempo. Había rellenado varios blogs con las notas de esta observación. Iba a toda clase de parques, desde los que se encontraban en barrios adinerados hasta los de los barrios más humildes. No sabía qué iba a hacer con tanto material. Tenía la idea de hacer un estudio lo más objetivo posible sobre los comportamientos y los instintos en los niños, y las diferencias, si es que las había, provocadas por la educación recibida. Hasta ahora solo eran notas en un blog, pero cuando cogiese forma y concretase sus teorías, tenía la intención de redactar un texto para intentar publicar sin saber si lo enseñaría en el círculo científico o filosófico. No estaba segura de cómo iba a enfocar el texto, si con método inductivo y objetivo, o más subjetivo y personal.
Cuando llegó a casa se dio una ducha, y pensando en Miguel acabó masturbándose con el chorro a presión que salía por la alcachofa de la ducha. Excitada y con el clítoris crecido, celebró el orgasmo gimiendo sin reprimirse. Se podía haber dado cuenta algún vecino de la comunidad en que vivía.
Después de ducharse, se preparó un zumo de naranja natural, puso la primera sinfonía de Haydn, y se tumbó a descansar. No podía conciliar el sueño a pesar de que estaba agotada. Las frases y pinturas de Miguel no se le iban de la cabeza. Para ella era una incógnita qué le atraía más de Miguel, si su físico, su intelecto o sus obras. Por fin, se durmió, sin tener a nadie que la abrazase durante sus pesadillas de abandono.
Le despertó el teléfono cuando se encontraba en el momento más profundo del sueño. Se dijo, ahora no voy a estar para nadie, sólo para mí y lo que necesito es relax. Escuchó unas interpretaciones de piezas medievales a cargo de Jordi Savall. Se dispuso a bajar de su cámara al ordenador los retratos de Miguel y seleccionó los que más le gustaron. Luego transcribió la entrevista desde la grabadora. Por último escribió unas líneas muy creativas explicando lo que era para ella el arte desde la experiencia de pasar una mañana de trabajo en el estudio de un artista y compartir frases, creación y abrazos.
Acabado todo ello, le envió el material a diversos periódicos y revistas. Quizás tuviera suerte y todo ello saldría publicado como crónica en un dominical o una revista informativa o artística.
5.
Billy se encontraba en su sitio, sin estar en él. ¿Qué quiero decir con esto? En el instante y lugar en que se encontraba, su mente iba al pasado o al futuro. Nunca se quedaba en el ahora. Lo único que últimamente lo aposentaba en tierra firme era su indignación por la situación que atravesaba el país. Indignación que acompañaba a la mayoría de españoles por un momento histórico que era quizás el de mayor abuso de poder. Como mínimo los dirigentes políticos intentaban demostrar que entendían a la población; sin embargo la robaban y engañaban. A veces, se tenía la fortuna de que alguno de sus robos saliera a la luz. Dado el evidente abuso de poder que utilizan los políticos en un país mentalmente atrasado, pues hasta hace poco no había gozado de libertad, la población no se atrevía a responder eficazmente contra sus abusos. Sí, la gran mayoría se indigna, pero no llega a exteriorizar su indignación. Billy en los momentos libres que le dejaba la editorial, y cuando no se veía con Amparo o algún amigo, hacía planes sobre cómo responder de modo contundente a esos abusos. Por él, acabaría con la vida de tanto ladrón, en un momento en que hasta había ciudadanos que se suicidaban por haberles desahuciado la vivienda. Pero Billy no era un asesino, y dada su situación personal existencial de angustia no quería empeorarla con una acción descabellada. Nadie se merecía la crisis económica, y menos aún por haberla provocado gentes sin escrúpulos que intentaban sacar partido de ella.
Los planes que tenía Billy consistían en enviar propaganda por las redes sociales sobre el método a seguir para robar a los ladrones, que llegase al mayor número de personas posibles. No sabía cómo iba a ser el contenido del acto de protesta, pero lo estaba ideando.
Con este fin estaba reuniéndose con dos personas cercanas a la editorial dos noches por semana. Hablaban de filosofía política. Sobre libros de Foucault. En concreto Vigilar y Castigar era uno de ellos varias veces leído e infinidad de veces comentado. El plan de ataque no lo habían concretado. Mientras ejercitaban la mente repitiendo una y mil veces sus argumentos para poder descubrir sus fisuras, confiaban en que su creatividad le surgiera de cara a arrebatar a los ladrones lo que hubieran robado. Un argumento repetido era, si toda comunidad se interrelaciona internamente mediante relaciones de poder, se deberá seguramente a que unos tienen poder y otros carecen por entero de él. Si esto es así, el que lo tiene puede ejercerlo y el que no se queda indefenso. Por lo tanto se ha de buscar algún tipo de herramientas que los no poderosos puedan utilizar para defenderse de quienes detentan el poder. El arma podría ser la ley. Pero la ley no es parcial sino imparcial. O eso parece, delante del quehacer sin castigo de los más poderosos. Hay gente con poder que paga por sus delitos, pero suele ocurrir cuando ya no hay solución, en momentos que hasta internacionalmente resulta escandaloso. Según ellos, la ley no es la misma para los poderosos que para el resto de la gente. Así que el ataque debía estar orientado según este argumento. El objetivo consistía en cómo hacer visibles y hacer pagar por sus delitos a los poderosos.
Un día que estaba deprimido Billy porque no veía avances en su intento de justicia social, se despertó, ansioso, a las cuatro de la mañana y se le ocurrió llamar a Amparo. Cómo pueden hacernos esto, estoy hasta los cojones, Amparo, además de recortes y desahucios nos roban el dinero público. Debería organizar grupos de guerrillas que cometieran atentados contra el enemigo, la clase política. Te veo exaltado, le cortó Amparo, ¿quieres que quedemos para tomar algo y hablamos? De acuerdo, en media hora a la puerta de mi casa, y decidimos adónde iremos.
Había pasado media hora y Amparo no había aparecido, tardó veinte minutos en llegar, Billy estaba indignado. Pero bueno Amparo, qué es eso de dejarme esperando veinte minutos. Lo siento, exclamó Amparo, he ido lo más rápido posible, pero me ha costado prepararme. Billy le dijo que no pasaba nada, pero que no se repitiese. Fueron a tomar un chocolate suizo a un bar especializado en chocolate a la taza. Billy estaba muy nervioso, le hablaba a Amparo de cosas diversas desordenadamente. No tenía su discurso un hilo conductor claro. Amparo se preocupó, ¿te estás tomando tu medicación como corresponde? Sí, Amparo, no estoy enfermo, sólo estoy muy nervioso, me afecta mucho la situación de este país. Pero bueno, Billy, es importante pensar en la comunidad, aunque tú en particular has de seguir firme. Si los individuos están enteros y tienen las cosas claras, es cuando quizás hay una posibilidad de lucha y de cambio. Pero eso es muy difícil, ¿sabes? Creo que nuestros dirigentes intentan enloquecernos. ¿Sabes para qué?, para sacar el máximo provecho de nosotros. Son unos hijos de puta. Hay gente que se está quitando la vida a causa de la miseria que sufre, y ellos nos roban, niegan el robo y dicen que España va mejorando. No me digas que no es para poner una bomba en el parlamento. Ese no es el camino Billy, ¿no te acuerdas de Gandhi? Él luchaba contra el opresor con el método de la no violencia, le recordó Amparo.
Luego invitó a Billy a almorzar en su casa. Le dijo que le iba a preparar una ensalada de queso de cabra tibia, y un buen bistec al roquefort, con acompañamiento de patatas Anna. A Billy se le hizo la boca agua, naturalmente aceptó. Además de ir a casa de una mujer tan atractiva como Amparo, hacía ya un tiempo que no tenía ningún idilio amoroso. Aunque ya se había acostado con ella, eso quedaba atrás. Tuvo la esperanza de satisfacer su deseo sexual, y no tener que hacerlo por la noche con un film pornográfico de los años ochenta. Billy, además, creía querer a Amparo, pero pensaba que una mujer como ella no accedería a una relación amorosa con un hombre con los problemas psicosociales y psicológicos que él tenía.
Llegaron a la casa de Amparo. Billy con libertad miró la música del estante, y cogió un C.D. de Django Reinhardt. Era un jazz que satisfaría las necesidades del momento. Pero, ¿cuáles eran esas necesidades? Billy ansiaba expulsar sus demonios y relajarse. Aunque quería creer que le venían de la sociedad que se los había transmitido, en el fondo sabía que eran a causa de su pasado de abusos y a su enfermedad.
Amparo estaba en la cocina preparando el almuerzo, mientras Django los deleitaba con su guitarra y sus melodías. Billy fue allí y dijo: estoy harto ya. ¿Cómo vamos a aguantar en este mundo si se aprovecha de nosotros? Amparo le contestó, ahora estás enfrascado en una lucha de la que quizás no obtengas la victoria. ¿No crees que deberías luchar más por distenderte, por trabajar tu psique, tus miedos, tus faltas de amo? Que le den al mundo. Tú eres más importante que el mundo. Y ese hipotético mundo que intentas salvar, no te ha tratado bien. Billy dijo ante la obviedad que sí, que podría ser. Pero las luchas sociales le atraían, y ahora mismo se necesitaba una revolución. Sí, y cuando ganes la revolución, tú seguirás estando tan mal como ahora. Hay que pensar en las prioridades de la vida. Crees que Django tocó como tocó por el mundo que le rodeaba. Se relacionaba con el mundo pero quien más le interesó siempre fue él mismo. A quien cuidaba era a sí mismo, sus gustos y hacía todo lo posible por estar bien consigo mismo. Así cuidaba sus circunstancias, muchas relacionadas con el mundo de la música. Tú, como bien sabes, eres el hombre poesía, todo Billy y lo que le rodea lo convierte en poesía. Sigue haciéndolo, pero, sobre todo, no olvides que tú eres poesía y no el mundo. Billy sabía que Amparo tenía razón. ¿Quizás se estaba escudando en los problemas sociales para no pensar en él y en lo necesitado que estaba? Continuó Amparo, si tú no te quieres a ti mismo, nadie te va a querer, y no es un tópico, una persona que no se quiere desprende una energía de dejadez que hace que el resto de las personas le miren con pena, pero con amor es muy difícil. Mira, te voy a confesar una cosa, tú, Billy, me atraes, me gustas, pero no soporto que te desvíes. Y ahora lo que necesitas no es una lucha social, podría serlo si primero te ocupases de ti mismo. Tienes razón, dijo Billy, mira, estoy yendo a terapia psicológica, y la lucha social la voy a continuar, pero voy a dar prioridad a lecturas que me sirvan, al trabajo y a las relaciones que me hacen bien. A ver si es verdad, le dijo Amparo y le dio un beso introduciéndole la lengua en la boca. Empezaron a besarse y cuando Billy llegó a tocarle los pechos y las nalgas, ella se retiró. No creo que sea el momento, dijo, estamos confusos, esperemos al menos un tiempo. No pasará nada por esperarnos. Ahora vamos a comer la ensalada de queso de cabra, que está lista.
Fueron a la mesa. Amparo, antes de sentarse, puso unas arias de Schuman. La ensalada está muy buena, dijo Billy, no conocía bien tus dotes culinarias. Mientras tanto, Amparo permanecía callada. ¿Qué te pasa?, le preguntó Billy. Nada, contestó Amparo, me ha venido a la cabeza la imagen de una pintura. Una idea atractiva pero terrible, pues quizás hoy no la pueda realizar. ¿Qué imagen es esa?, preguntó Billy. Una naturaleza muerta pintada de modo expresionista. Y constará de tres objetos. Primero, un huevo de gallina, segundo, apoyado en él, un recorte de periódico en que salga el último escándalo de Rajoy y para acabar una pistola echando humo. ¿Qué te parece? ¿Podría servir como propaganda para tu lucha? Me parece idóneo, dijo Billy. Pero prométeme que primero lucharás por ti y luego por el mundo, le sugirió Amparo. Prometido, contestó Billy.
Cuando acabaron la ensalada, ella se levantó y cocinó al momento los bistecs, la salsa la tenía casi lista. Salió de la cocina con dos bistecs al roquefort acompañados con ceps salteados y puré de patata. Al final se decidió por esa guarnición ya que no le había dado tiempo de preparar las patatas Anna. Billy engulló toda la comida entonando un surtido de exclamaciones admirativas por la cena, que era deliciosa. Dijeron que cuando se come con clase todo lo demás viene sólo. Si el estómago está contento, y no por la cantidad sino por la calidad en el sabor, la vida se ve diferente, el optimismo llega. Billy también sabía cocinar, pero cuando tenía que comer él solo no cocinaba, comía cualquier cosa.
Amparo, cortando abruptamente el tema de conversación culinaria, dijo a Billy, bueno, ya que estás tan metido en la lucha social, ¿cuál es tu plan de ataque? Billy se quedó pensativo un momento. Lo estoy ideando, lo que quiero es que, aunque sea un plan individual, contagie a más gente. Al final me gustaría que fuésemos tantos que el cambio en el país se materializase. Pero te das cuenta de que la recuperación económica es global, es del planeta, y España sola poco puede hacer, dijo Amparo. Podría ser, pero los políticos deberían mejorar un poco la situación, en la medida de lo posible, y no robarnos.
Amparo se levantó y sirvió una ensalada de naranjas con salsa agridulce que tenía preparada. Billy, al verla, se llenó el vaso de vino y brindó efusivamente con Amparo. “Por el buen hacer y las dotes artísticas de una mujer que promete. Por cierto me he leído tu poemario, no quería hablarte hoy de él, pero no aguanto más. Me parece un gran trabajo poético, te lo voy a promover. Estos versos se han de salir a la luz pública. Quería darte la sorpresa informándote del interés por el texto de alguna editorial, pero todavía no la he encontrado, tengo psicología para la literatura interesante y llegará porque eres muy buena Amparo, y aunque no lo necesites sacarás ganancias de tus excelentes dotes.
Amparo le regaló una sonrisa de orgullo amplia y contagiosa. A ver si es verdad, Billy, pero volvamos al tema de que estábamos hablando. ¿Cuál es tu plan de ataque? Billy, riendo, dijo, de momento pasar unas horas muy agradables contigo. Amparo también se rió, así me gusta Billy.
Después de la generosa comida tanto en cantidad como en calidad, decidieron dar un paseo. Bajaron a la calle con un calzado apropiado, Billy siempre lo llevaba cómodo, y empezaron a caminar, observando un paisaje urbano de su urbe. Comentaban lo que veían. Este edificio me parece armónico. Ese otro es de un diseño totalmente irracional, Billy no sabía si por la ineptitud del arquitecto o por su forma instintivamente buscada. Amparo escuchaba y pensó que quizás debían haberse quedado en casa invitándole a pasar un rato entre las sábanas.
Fueron de su casa desde el Eixample hasta el Fòrum, edificios singulares, bastante inutilizados, donde se han construido unas piscinas marinas, que son el deleite de los vecinos del barrio. Aunque, en verano, la gente suele ir más al resto de playas que hay desde el fórum hasta la Barceloneta.
Pero allí estaban, callados, sin saber por dónde empezar a contarse, ahora sí ya, confidencialmente, la cantidad de angustias, pareceres, sensibilidades, que pasaban por su mente minuto a minuto, sin descanso.
Billy empezó a hablar, pues mi plan de ataque aunque no está acabado de perfilar, es… imagínate que las relaciones de producción son equivalentes a las relaciones de poder. Pues ¿por qué no hacer tambalear esas relaciones de producción tambaleando a la vez el poder? La forma no la tengo clara, pero la cuestión estaría en escribir un texto que se mueva por todas las redes sociales. Su síntesis sería, no te dan trabajo, y, si te lo dan, se aprovechan de ti. No vayas a trabajar nunca más. Conclusión, esa es la única forma de que los que tienen el poder ya no lo tengan. Si quieres ser poderoso, empieza por esto.
Amparo quedó perpleja, pero eso es muy peligroso, si la acción fuese masiva, el país sufriría mucho. El sufrimiento está asegurado, imagínate, dijo Billy, con una crisis garantizada si no se cambia de modelo. Hay una maquinaria amplísima que sustituye a muchos trabajadores, los no sustituidos trabajan menos horas y cobran menos, y las empresas entran en crisis, por consiguiente, el trabajador o no trabaja o vive mal, con un salario pobre. Entonces, ¿de dónde quieres generar dinero?, replicó Amparo. El sistema está enfermo. Se ha cambiado el modo de trabajo, pero no la filosofía de consumo-ganancia, que tal como estamos no sirve en la actualidad, contestó Billy. Amparo estaba pensativa. ¿Y cuál es la opción? Yo creo, dijo Billy, que la economía de mercado no es válida, ahora se debería volver a la economía autosuficiente. ¿Qué?, ¿cómo? No lo sé. Hacer ese paso significa una repartición y posibilidad de obtención de materias primas para toda la humanidad. Y la vida consistiría en trabajar para uno mismo realizándose, y el tiempo que no se dedicase a ello emplearlo en las artes y ciencias. Yo creo que las artes y el pensamiento darían un giro radical. La gente haría de ello su razón de ser mediante el refinamiento de una sensibilidad que ahora está oxidada.
Amparo quedó maravillada ante el pensamiento de Billy, ¿qué, volvemos hacia el centro de la ciudad? Un paseo nos ayudará a desintoxicarnos de angustias, ¿no crees, Billy? Y se pusieron en marcha volviendo a observar una urbe infinidad de veces vista y todavía sin estar desgastada para ellos.
Al llegar a la calle Marina, Billy pasó andando sin percatarse de que el semáforo estaba en rojo. Amparo agarrándolo de la camisa dio un grito. Si no llega a ser por el grito y la agarrada lo más seguro es que un coche habría atropellado a Billy. Amparo histérica, le gritó, ¿eres tonto?, ¡casi te pisa un coche!, ¡en qué estabas pensando! Billy, más tranquilo pero algo ofendido, le dijo, no te pongas así, andaba pensando en mis cosas y no me he dado cuenta. Amparo le abrazó. Pero qué susto me has dado, ¿cómo quieres que esté tranquila?
Siguieron caminando, y ya cerca de casa de Amparo entraron en un bar y se pidieron los dos una caña. En su interior se oía música tango, les sorprendió. Era un bar argentino. El tango les gustaba. Sólo faltaría que nos leyeran un relato de Julio Cortázar, dijo Billy que era un gran admirador suyo. Siguieron hablando de los temas que más les habían motivado ese día. Bien Billy, ¿ya te has recuperado, de la crisis emocional del otro día? Yo nunca estoy bien, el mío es un estado de angustia e insatisfacción perpetuo, le explicaba Billy, no sé si alguna vez saldré de él. Y si salgo, no tengo la menor idea de cómo lo voy a hacer. ¿Quizá con un amor?, sugirió Amparo. Quizás, contestó Billy, la cuestión es que con lo poco que me quiero, como me dijiste, quién me va a querer. Yo no paro de pensar en lo bien que me sentaría una relación estable, pero no sé si ese es el fundamento del problema, ¿me entiendes? Tengo que luchar por tener ganas de vivir, y eso realmente debería preocuparme, pero no me preocupa, tan sólo me dejo llevar por mi enfermedad y mis miedos. He ido a infinidad de psicólogos y no ha habido uno solo que me haya solucionado algo. Cuando dejé de beber, que yo era alcohólico, ya sabes, lo hice solo, sin terapia ni nada por el estilo. Claro, ahora bebo alcohol pero he logrado controlar la bebida. Amparo estaba asombrada con Billy, lo suyo no era una filosofía de vida, era su forma de existencia. Sin teorizar sobre ella, él sentía lo que sentía y no lo podía cambiar.
Después de escuchar un C.D. completo del Polaco Goyeneche, salieron del bar. Amparo seguía teniendo ganas de estar más tiempo con Billy. Y le preguntó, ¿no te gustaría pasar la noche conmigo, tomar unas copas, seguir conociéndonos, y si quieres duermes en la habitación de invitados? Eres muy amable, Amparo, pero me sabe mal. Que no te sepa mal, vamos aquí al lado, hay una pizzería que es muy buena, encargamos pizza para llevar y nos la comemos en casa. Ok, dijo Billy. Así lo hicieron, compraron una pizza de bacon y cebolla, y otra di mare. Subieron al apartamento de Amparo. Sacaron dos cervezas de la nevera y se dispusieron a comer unas pizzas al más puro estilo italiano, o eso pensaban. Amparo se levantó y puso música, un Béla Bartok apoteósico empezó a sonar por toda la casa. Billy, que estaba un poco contento con las copas, empezó a simular una coreografía de danza contemporánea. Amparo reía pero en realidad pensaba que a Billy no se le daba mal. Venga, que se va a enfriar la pizza, dijo Amparo. Billy se sentó y siguieron comiendo al son de una música que les conducía por unos sentimientos indescriptibles, entre angustiosos, exaltados incontrolablemente e incognoscibles.
Al acabar la pizza y las cervezas, decidieron poner una película de la cinemateca que tenía Amparo. Eligieron Tras El Ensayo, de Ingmar Bergman, un autor que a los dos les impresionaba mucho por su profundidad y sensibilidad, también por su estilo personal. No había nadie parecido a él en la historia del cine. Probablemente nunca lo habría. Hicieron unas palomitas de maíz en el microondas, abrieron una botella de vino tinto Rioja y pulsaron el proyector. Resultaba ser una reflexión innovadora y sugerente sobre la obra de teatro. Prácticamente eran monólogos/entrevistas dirigidas acerca del teatro. Filosofía práctica del arte en escena.
Al finalizar la película, habían acabado el vino. Se acordaban de alguna noche o día de sexo que habían tenido los dos. Pero no querían repetirla. Lo que deseaban era conocerse y construir algo sano desde el amor, borrando los ratos de sexo con estimulantes alcohólicos del pasado. Al menos eso es lo que sentían los dos sin habérselo dicho el uno al otro.
Total, que de los besos apenas pasaron. Controlándose mediante la razón, fueron frenando ese impulso sexual tan difícil de controlar cuando se está excitado. Lo que valoraron como se merecía. Y abrazados en el sofá, les cogió el sueño. Probablemente soñaron en la noche de sexo que no habían pasado. Después de unas horas, se despertó Billy. A través de la poca luz que penetraba de la ciudad, observó a Amparo. Le acarició los pechos, y tuvo tal remordimiento que no siguió lo que mandaba su instinto. Aquella no era una manera de unir sentimentalmente a dos personas y no quería que lo hiciera sólo el sexo o la atracción sexual.
Despertaron bien entrada la mañana. Billy preparó dos zumos de naranja natural. Amparo los cafés, puso en platos pan, jamón dulce, y queso manchego seco y sacó mantequilla y aceite de oliva para poner sobre el pan. Se dispusieron a desayunar. Estaban agotados y fueron alimentándose con poca conversación y algunas caricias. Acabado el desayuno, Billy debía partir hacia la editorial. Se despidió de Amparo con un beso en la boca y un sincero abrazo. Amparo sacó un lienzo. Quería pintar el cuadro de que había hablado el día anterior con Billy. El bodegón con huevo, periódico con noticia de Rajoy y pistola. Dibujó con carboncillo el contorno de la que sería la pintura. Sacó los oleos, preparó todo el material y se quedó meditando. Es la primera vez que trabajo en una obra política, se dijo. Quizás no sea la única, pero ahora, como en Casablanca cuando a Rick le diría el perseguido Victor Laszlo, bienvenido a la lucha, pensó. En verdad la bienvenida a la lucha, dicho a Rick en Casablanca es por el retorno a esa lucha política. Pero quizás Amparo siempre había estado en la lucha, aunque fuera sólo por su manera de ser. Todo ello era una incógnita para ella.
Billy fue al centro, donde se encontraba la editorial en que trabajaba. Una vez dentro se sentía perdido. Ahora sus inquietudes no consistían en buscar algún valor para la literatura. Algún posible Nobel de literatura en potencia. Aunque los publicados por su editorial nunca llegaban hasta esa altura ontológica dentro de la literatura. Aún así comenzó a revisar manuscritos que le habían llegado. Vio uno que se titulaba La era de las imposibilidades. Se dispuso a leerlo. Antes había descartado al azar más de quince textos. Empezó a leer. La historia sucedía en un pueblo de Estados Unidos en una época de prosperidad. En la prosa había un atisbo de desesperación. Era una prosperidad escéptica. ¿Cómo puede haber una sociedad próspera bajo el escepticismo? Le interesó el texto. Le gustaba el estilo y era original. Se pasó cinco horas leyendo sin parar, hasta que acabó el manuscrito. Debía de contener ciento cuarenta páginas en una edición de pequeño formato impresa. Decidió ponerse en contacto con el autor. No hubo manera de localizarlo vía teléfono, así que le envió un correo electrónico. Decía lo siguiente. “Señor David Llorente, le escribo de la editorial Creta, hemos estado leyendo su novela corta, nos parece atractiva. Todavía la hemos de valorar en equipo dentro de la editorial, pero ha pasado el primer escalón de cara a su publicación. Me gustaría conocerle personalmente. Póngase en contacto conmigo. Mi nombre es Billy Fresser. Gracias y hasta pronto. Billy.”
La verdad es que Billy tenía la capacidad de decisión, si una obra la consideraba de la suficiente calidad, para publicarla. Quería conocer a David para decidirse a publicarle la novela.
Al salir de la editorial aún no había obtenido respuesta de David. Así que se dirigió a un bar próximo, abrió el libro Imperio de Antonio Negri y se dispuso a leerlo. Pero se distraía. No paraba de pensar en Amparo. Además, en el bar había tanto movimiento que le resultaba difícil concentrarse. Así que acabó de leer sin pedir la consumición y se fue. Se dirigió a casa, allí se calzó las zapatillas de joggin y se dispuso a salir por las calles de Barcelona para intentar arrancarle a la ciudad lo que ella le quitaba, que era su tranquilidad. Quería aporrear el asfalto, dejar sin oxígeno a una ciudad a veces traicionera. Para ello iba a correr largamente. Cada vez que salía a hacer footing corría dos horas. Miraba la ciudad trotando, fijándose también en las mujeres que se le cruzaban. Iba haciendo recuento de las librerías que encontraba en cada recorrido, cada día diferente. Pensaba, el trayecto que tenga más librerías será el que les mostraré a los amigos que me visiten. Será la única ciudad que les enseñaré. Si no les gustan los libros, tendrán la oportunidad de empezar a amarlos. Iba pensando y, de repente, se dio cuenta de que había pasado a fantasear con Amparo, le hacía el amor mentalmente y estaba excitadísimo. Que la gente que se cruzaba con él, sobre todo las mujeres, se le quedaban mirando mientras corría. Intentando alejar su pensamiento de Amparo lo trasladó a su jefe inmediato en la editorial. La excitación se apagó y pudo seguir trotando tranquilo.
Mientras, Vilma dormía la resaca del día anterior, había salido y había bebido más de lo que debería. Además de dormir, soñaba. Dicen que siempre que se duerme se sueña. A veces te acuerdas, a veces no. Pero Vilma despertó gimiendo. Había tenido un sueño erótico y durante él, su excitación la había llevado al orgasmo. Mejor dicho, el orgasmo la despertó. Se dirigió al teléfono, quería hablar con el objeto que había provocado su sueño erótico. Después de siete repiqueteos, pensando que no cogerían el teléfono al otro lado de la línea, contestó una voz femenina. Diga, ¿quién es? Hola, Amparo, soy Vilma, ¿qué tal estás? Bien, estoy acabando un cuadro que me he prometido pintar, y a mi manera también se lo he prometido a Billy, dijo Amparo. ¿Sabes qué?, le preguntó Vilma, acabo de tener un sueño erótico contigo y he llegado al orgasmo. Enhorabuena, le dijo Amparo, ¿y qué?, ¿llamas para ver si lo que sucedía en el sueño puede acontecer en la realidad? No estaría mal, pero no es para eso. ¿Sabes?, estoy que exploto. Tengo ansia por llegar a tener un hijo. Quiero ser madre. Conocer en mis carnes lo que es la maternidad. Eso no sólo se conoce sino que se es hasta la muerte, respondió, Amparo. Ya sé, ya sé, contestó Vilma. Lo que pasa es que hace días que no veo a Miguel Cremelles. Él ansía un hijo también. Sin embargo, está tan metido en su trabajo que es prácticamente imposible que la relación evolucione hacia algo. ¿Sabes?, yo, como me llamo Vilma, voy a conseguir a Miguel, o al menos un hijo suyo. Como madre quiero controlar sus novios o novias. Ver cómo va creciendo y cómo se convierte en una persona correcta, pero sobre todo lo importante es que se quiera a sí mismo y sea feliz. Esos son los tópicos que todos los padres desean, pero son tan difíciles de conseguir… Ni te lo puedes llegar a imaginar, dijo Amparo, ¿por qué no llamas a Miguel y se lo propones? Sí, puede ser. Además, cuando estamos juntos creo que entramos los dos en un mundo propio que nadie puede romper, de armonía y seguridad emocional. Nos sentimos atraídos el uno por el otro, es evidente en nuestra relación. Lo que pasa es que para él parece tan importante el trabajo que, cuando se sumerge, no hay quien lo saque, y, encima, se olvida de todo y de todos. ¿Y qué piensas hacer, cuál es tu plan? Porque para estos temas se necesitan estrategias ¿sabes?, dijo Amparo. ¡Cómo que estrategias! Es dejarse llevar, y el tiempo nos dirá hacia dónde, dijo Vilma. ¿Sí, mujer?, y entonces estás como estás, que no puedes ni ver a Miguel. Has de racionalizar una actuación, que después puede variar improvisadamente. Pero bueno, has de tener claro cuál es el camino a seguir, contestó Amparo. Quizás tienes razón, dijo Vilma. Te dejo que voy a llamar a Miguel.
Así lo hizo, colgó a Amparo, y tecleó el número del estudio de Miguel. Dígame, soy Miguel. Hola Miguel, el hombre de las sombras, porque eres tan difícil de ver como una persona en la penumbra. Querida Vilma, ¿qué tal?, no sabes todo lo que he pensado en ti. Creo que me estabas riñendo. ¿Qué? ¿No te he llamado? Es que he de acabar estos cuadros para exponer y luego tendré semanas de menos trabajo, que te dedicaré con todas las ganas que me corroen por dentro. Y me corroen porque no las puedo satisfacer ahora. Sabes los retratos que te pinté, también se van a incluir en la nueva exposición. Supongo que estarás de acuerdo, ¿no? Miguel, dijo Vilma, ¿hace días que no hablas con nadie?, nunca te había oído decir tantas palabras seguidas. Es broma, conmigo sí que hablas, pero cuando te he visto con otra gente eres la típica persona reservada. Cada uno es como es, dijo Miguel, si a mí me parieron así, qué le voy a hacer. Lo que pasa es que tú me inspiras, y te lo he dicho varias veces, al menos cuando te estaba pintando los retratos. Vilma, ¿por qué no vienes al estudio y tenemos otra sesión pictórica? Quizás con dos cuadros más que me inspires habré acabado todas las pinturas que me he exigido. Vilma, contenta, contestó, de acuerdo ahora voy para allá, un besazo Miguel.
De camino al estudio de Miguel, Vilma compró una coca catalana en un establecimiento especializado. Se acercó también al supermercado más próximo y compró olivas, boquerones, gambas rebozadas listas para freír, vino tinto y cava. Así tendrían algo para picar cuando les apeteciese. Al llegar llamó a la puerta. Nadie habría. Vilma se extrañó. ¿Me ha dejado plantada o es qué ha salido para cualquier cosa? Pasados los diez minutos de espera, Miguel llegó con unas bolsas. Llevaba un besugo, arroz bomba, verduras, vino blanco económico para cocinar el besugo, y vino Blanc Pescador para beber con el pescado.
Vilma dijo, viendo con la compañía que te has presentado perdono tu ausencia en el piso. ¡Qué descarado!, ¿cómo es qué quedamos y te vas a comprar? Lo que cocines ha de estar delicioso, sino no vuelvo. Vamos, Vilma, no seas exagerada, lo que he comprado es para que no tengamos que volver a salir del estudio y podamos trabajar y divertirnos sin preocuparnos de otras necesidades. Vale, vale, perdonado, anda, entremos. Abrió la puerta Miguel y sonaba la sexta sinfonía de Shostakovich. Te has dejado puesta música, le Vilma a Miguel. Ha sido a propósito, para entrar en la casa con buen pie. Sabía, porque lo he calculado, que nos encontraríamos en la puerta. Así que he calculado cuanto tiempo antes poner la música y aquí está Shostakovich deleitándonos. La melodía que está sonando es profunda y a la vez triste, apuntó Vilma. En Shostakovich esos dos conceptos son esenciales, creo que es mi compositor favorito, dijo Miguel. Pues a mí me gusta más la música del barroco, opuso Vilma. Esta diferencia de gustos se podría considerar casi una constante entre el género femenino y el masculino. A las mujeres les suele agradar más, por ejemplo Bach, y a los hombres Shostakovich. Es sólo una generalización, pero pasa a menudo, comentó Miguel. Vilma hizo una mueca como de burla, ¿tú te crees que conoces el gusto de las mujeres? Miguel la interrumpió, sí, yo, por ejemplo, no las suelo gustar. Vilma casi ofendida, le dijo, pues yo soy una mujer, me considero muy femenina y a mí me gustas. Porque tienes una sensibilidad especial, y sabes ver lo que está oculto a primera vista en las personas, respondió Miguel.
Ordenaron la comida que habían comprado entre los dos en la mini cocina del estudio. Entonces Vilma le dijo a Miguel, ¿hoy sí qué quieres que me desnude para los retratos? Por mí encantado de que lo hagas, pero no lo necesito. Si no te pinto desnuda te imaginaré, la imaginación es mucho más excitante que la vista, o eso dicen. Vilma le contestó, pues imagíname desnuda, que de momento no vas a obtener más. Tras estar un rato bromeando, Miguel le dijo a Vilma, estate como el otro día, investigando en el estudio. Puedes mirar pinturas, libros, pintar tú misma, lo que quieras. Tu sola presencia me inspira, lo noto en el oxígeno que respiramos, que nos lo arrebatamos el uno al otro en una lucha de camaradas por la existencia. ¿Qué, eres poeta también?, dijo Vilma. Soy lo que haga falta por tener estos momentos con una persona como tú, pues me atrae hasta tu sudor. Gracias, dijo Vilma, ahora a trabajar, que nos ha de dar tiempo de preparar el besugo. Tenemos todo el día, contestó Miguel.
Mientras ellos aprovechaban el tiempo como les gustaba, una Barcelona sumida en un caos como el que genera la crisis económica que estaba atravesando, que además de económica era social, existencial, subjetiva, en la que cada sujeto ya no tenía ningún poder para cambiar nada, por mucho que protestase, iba evolucionando al azar. ¿Qué se puede esperar de un ciudadano al que le han extirpado el poder de cambio, en una sociedad que se dice a sí misma libre? La población, en medio de esta atmósfera se veía avocada a la renuncia de sus derechos, a la imposibilidad de cambio, y a la pasividad.
Ante una situación al borde del precipicio, gente como nuestros cuatro protagonistas daban coletazos por querer ser quienes eran. Luchaban con todas sus fuerzas, aunque inconscientemente, para que nadie ni nada les quitase su singularidad.
6.
Manos arriba, esto es un atraco. Ese era el pensamiento general de la sociedad. ¿Qué iba a crear Miguel Cremelles en su estudio con la compañía de Vilma? Sangre, que podría ser de la menstruación de una mujer, de un asesinato por un disparo, la sangre corrida durante el enfrentamiento entre manifestantes y policía… Quizá era un poco de todo, ya que en el cuadro además de estar pintada la sangre, había una mujer con una cámara fotográfica y un recorte de una foto de periódico de Rajoy en uno de sus discursos, acompañado por miembros de seguridad. Vilma miró el cuadro, y le preguntó a Miguel, ¿esto es lo que te he inspirado? ¿Te parece poco?, contestó Miguel, una mujer fértil disparando a un corrupto delante de sus guardaespaldas. Eres una dama y abarcas todo el término de la palabra. Si hubieses querido, te podía haber pintado un corazón de mil colores. También te habría descrito, ya que tienes corazón para todos y para todo, pero he preferido enfocar el lienzo por el lado de tu valentía y tu atractivo. Qué, ¿te gusta? Es hermoso, dijo Vilma. Pero, ¿tú pintas tanto figurativo como abstracto? Yo trabajo según la inspiración, no deshecho ninguna técnica para pintar, contestó Miguel.
Vilma cogió un libro de Miquel Barceló para mirar sus pinturas. ¿Te gusta Barceló?, le preguntó a Miguel. Este artista tiene una fuerza expresiva como la que no he podido encontrar hoy en día, es todo visceralidad, pero con una gran técnica. Me gustaría conocerlo, pero no tengo el placer. Sí, es interesante, dijo Vilma, pero un poco primitivo. No es primitivo la palabra, contestó Miguel, sino impulsivo e instintivo. Continuaron con su trabajo. Vilma cogió un lienzo de reducidas dimensiones. Empezó a dibujar con acuarela, le habían atraído las acuarelas de África de Barceló. No estaba imitándolas pero si inspirándose en ellas. Pintó tres en media hora. Puro estilo Barceló. Fue corriendo a enseñárselas a Miguel. Él le dijo, tienes madera de artista, claro, ya lo eres con la cámara y la pluma y eso te da facilidades para pintar. En serio, te lo vuelvo a repetir, puedes venir por aquí siempre que quieras. ¿Vendrás a menudo? Te lo prometo, contestó Vilma.
Llevaban un buen rato cada uno concentrado en su trabajo pero percibiendo las impresiones que dejaba cada uno en el otro, lo que también les servía de inspiración. Pero ya sentían algo en el estómago. Así que Miguel fue a la cocina e invitó a Vilma a seguirlo. Pusieron las verduras en una sartén y las sofrieron. Echaron ajo, cebolla y tomate, con una hoja de laurel, en este orden. Miguel tenía en el congelador un tarrito de fumet sobrante de otra comida. Colocaron el besugo junto a las verduras cortadas en trozos pequeños. Añadieron el vino blanco. Mientras se reducía, Miguel preparó una picada, con ajo, almendra, ñora, tomate, perejil, y hebras de azafrán. A continuación añadieron el fumet, y, acto seguido, la picada. Lo probaron a punto de sal. Prepararon también un arroz pilaw.
Sirvieron los platos, y se llenaron dos copas de vino Blanc Pescador. Durante la comida, Vilma le dijo a Miguel, bien, hablemos de niños. Miguel sonrió, no sabemos si con sonrisa cómplice o burlona. Hablemos, dijo el pintor, ¿tú quieres tener un hijo? ¿y querías , además, que de mayor fuese artista?, pues yo te lo ofrezco en mis genes. Ansío ser padre, tú quieres ser madre, creo que nos atraemos y nos llevamos bien. No sé si estamos enamorados, pero nos puede suceder. Tenemos todas las condiciones para ser padres de la misma criatura y si lo vemos conveniente o acabamos queriéndonos, intentaremos formar una familia. Porque un poco encaprichados el uno del otro ya lo estamos, ¿no? Que es difícil mantener una familia unida siempre, puede ser, pero podemos intentarlo. ¿Qué opinas Vilma? Ella se quedó pensativa mientras probaba el besugo. Si eres tan bueno en el sexo como cocinando vamos a gozar buscando el hijo. Continuaron comiendo sin seguir la conversación. Bastante tenían con disfrutar del pescado y digerir lo que estaban a punto de hacer: buscar un hijo común. Vilma rompió el silencio, mira Miguel, para mí todo esto es muy serio, a mi tú me gustas mucho y tener un hijo contigo sería maravilloso. Opino lo mismo, dijo Miguel, creo que nunca he estado tan a gusto con una persona. Además me atraes. Para cualquier hombre heterosexual, tu físico nunca puede pasar desapercibido. Creo que podría empezar a afirmar que te quiero, y eso va en aumento. Fueron bebiendo vino, de repente se abrazaron y, como si no hubiese tiempo que perder, empezaron a besarse, se desnudaron, Miguel comenzó a acariciar la vagina de Vilma, estuvieron haciendo el amor sin prisas, excitadísimos, recibiendo un gran placer el uno del otro. Llegaron a la vez al orgasmo y, lógicamente, Miguel eyaculó dentro de la vagina de Vilma en busca de ese hijo que se habían propuesto tener.
Después de hacer el amor o follar, dependiendo de si estaban totalmente enamorados el uno del otro o no, pasaron media hora tumbados en la cama, con los ojos cerrados, sin decirse nada y sin dormirse. Debían de estar meditando o cargando buenas energías para su proyecto de paternidad. Buenas energías, no porque no las tuvieran a priori, para ayudar a que Vilma quedase en estado. Ninguno de los dos era supersticioso, pero ante un evento de tal envergadura, todo lo que se pueda hacer es poco. Se levantaron y Miguel preparó un té de canela. Ya habían hecho el propósito de no beber alcohol por si acaso Vilma se hubiera quedado en cinta, aunque era difícil de cumplir ese propósito.
Con el té Vilma partió la coca que había comprado. Se pusieron a merendar. El sexo les había dado hambre. Hablaban de cosas poco trascendentales, pero la conversación fue cogiendo unos aires cada vez más serios. Finalmente Vilma le hizo a Miguel la pregunta que le inquietaba desde hacía días. Si logramos tener el hijo, ¿repartirás tu tiempo entre tu trabajo de artista y la familia? ¿O eso lo ves imposible para tu naturaleza creativa? Miguel contestó, se puede ser creativo educando a un hijo. Para mí lo primordial será mi hijo, y luego lo serás tú, Vilma. Lo que no quiere decir que deje mi oficio de lado. Vilma quedó satisfecha con la respuesta. Miguel se levantó, le dio un beso y continuó trabajando. Pintaba un lienzo intimista, que si se podía comparar con algún arte anterior era con la pintura inicial de Pollock, dado el carácter de figuras monstruosas y abstractas en su obra, con gran fuerza de colorido. Os preguntaréis, ¿eso es lo que le inspiraba Vilma? Pues sí, esas imágenes significaban para Miguel lo que nunca se llega a comprender del carácter de una persona, en este caso de Vilma, la fuerza de un espíritu que sabe lo que quiere y está por encima de sus propios tabúes.
Hubo un momento en la tarde en que Vilma puso un tema de música árabe de Radio Tarifa y empezó a hacerle a Miguel un striptease. Le frotó los pechos por el cuerpo y le empezó a mostrar la vagina acariciándosela. A continuación metió su mano dentro de la bragueta de Miguel y empezó a acariciarle. Acabaron los dos en el suelo, Vilma penetrada y jadeando de placer. Miguel, menos sonoro cuando hacía el amor, también se derretía. Al llegar primero al orgasmo Vilma que Miguel, él le dijo. A este paso no tardaremos en estar embarazados. Y le dio un beso juntando y enroscando su lengua con la de Vilma.
Cuando acabó de hacer Vilma un dibujo de una pareja copulando, se despidió de Miguel: tenía una entrevista con un arquitecto alternativo, un señor que construía casas de paja, una arquitectura en auge. Aparte del amor que sentía el arquitecto por esta técnica, su estética y proceso de construcción, rechazaba el hormigón y el ladrillo clásicos de la arquitectura moderna.
Vilma llegó a la cita con él unos minutos tarde. Estaba sentado en una terraza con un café americano, leyendo una novela policíaca de Manuel Vázquez Montalbán. Después de saludarse, le dijo a Vilma, siempre acabo releyendo las historias de Pepe Carvalho. Es algo que no puedo evitar. Este señor iba vestido con mucho estilo. Más que un arquitecto alternativo parecía un miembro de la alta arquitectura imperante. Estuvieron dialogando de la crisis del ladrillo. De cómo podía haberse llegado a una especulación tan asesina de la arquitectura tradicional. El arquitecto llamado Sergio renegaba de su pasado profesional, pues, anteriormente, había trabajado de lleno en la arquitectura imperante. Pero ya no le interesaba, ahora quería ayudar a la gente construyendo hogares dignos de precio asequible. Edificando casas de paja podía permitírselo. Lo bueno era que los clientes se podían construir ellos mismos la casa. Sólo necesitaban los planos hechos por él y unas cuantas indicaciones. Vilma quedó sorprendida por la personalidad de Sergio. Era un crítico cínico de todo lo que le rodeaba. Parecía que su intención fuera descolocar a la gente. Pero con ella no lograba hacerlo. Vilma era la que disparaba tanto con preguntas como con la cámara. Le hacía retratos muy interesantes. Con su perfil aguileño y sus colmillos más largos de lo acostumbrado, semejaba a Drácula entre los claros y las sombras que le daban las hojas de un árbol cuyas ramas estaban sobre ellos. Se tomaron varios cafés entre los dos. Y reflexionaban sobre el papel funcional de la arquitectura. Para Sergio la base de la arquitectura era funcional, pero si tenías un poco de clase en tu oficio, además podías llegar estéticamente a tus clientes. La estética y la arquitectura, históricamente, eran temas que se iban enzarzando. Ya sabemos que para Hegel la arquitectura era el arte primero, el más importante. Precisamente por ese aspecto funcional que otras artes como la música o la poesía no poseen.
Acabaron la entrevista. Vilma se fue a casa, quería descansar un rato. Llenó la bañera. Había puesto música, un cuarteto de Bach. Cogió un libro de poesía de Carlos Edmundo de Ory, Melos Melancolía, que le apasionaba. Lo releía cíclicamente, como el arquitecto Sergio con la novela policíaca de Montalbán. Al salir del baño se sentó delante del ordenador y se dispuso a escuchar la conversación con Sergio que había grabado, que como siempre, la transcribió al computador. Bajó las fotos e hizo una selección de ellas. A continuación decidió escribirle un mail a Amparo que decía lo siguiente:
“Querida amiga Amparo, estoy en un buen y en un mal momento. ¿Cómo estás tú? Espero que no tan intensa e indecisa como yo.
Mira, hemos decidido Miguel y yo tener un hijo. En este tema no estoy indecisa. Pero ahora que puede que tenga un hijo, mi inseguridad viene del lado profesional. Yo me mantengo, pero sin un trabajo lo que podríamos llamar seguro, estable, soy free lance. Ya sé que Miguel tiene dinero. Pero nuestra opción de tener un hijo no es porque nos amemos. Primero hemos decidido tener un hijo y puede ser que terminemos amándonos. Es más, estoy casi segura que pasará, ya que algo sentimos el uno por el otro. Aunque Miguel desee un hijo no sé lo que estará por él. Es más, no estoy segura de si la familia tendrá futuro o no. Ni siquiera sé el tiempo que puedo aguantar al lado de un tipo tan trascendental como Miguel. Yo soy mucho más terrena. Es decir, que al final todo lo segura que estoy de tener un hijo con Miguel no sé si es real. Además, me he sentido sexualmente atraída por ti. Ya sé que no soy lesbiana, pero quizás estoy cansada de tener que comprender a un sexo incomprensible. Con Miguel lo bueno es que es muy femenino y ningún hombre me había hecho gozar sexualmente como lo hace él. Total, que estoy hecha un lío y quizás ya preñada.
¿Por qué no quedamos en unos días, nos vemos y nos ayudamos mutuamente?
Un besazo.
Vilma.”
Para airear sus demonios, aunque pareciera no tenerlos, Vilma escribía en su cuaderno de notas. Dejó el ordenador encendido para poder darse cuenta de si Amparo contestaba. Sacó el blog donde expulsaba sus demonios y se dispuso a escribir:
“¿Es posible ser plenamente si una de tus necesidades básicas no está satisfecha? ¿Cómo podría ser madre queriendo por igual al hijo y al padre del hijo? Aún ahora, sin haber tenido aún el hijo, el padre para mí es secundario. Por lo tanto, ¿hace falta padre presente o conocido?
¿Qué es lo que no me gusta de la vida que llevo? Ya me han dicho varias veces que tengo actitud de madre, eso no me gusta nada. Hace falta una gran obra para que esa actitud tenga sentido, esa obra es un hijo o una hija. Quizás con otra obra creativa distinta también podría disminuir la falsedad de mi comportamiento de madre. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Quizás Miguel Cremelles realmente es una pieza fundamental para realizar todas mis grandes obras. Me lo paso bien con él. Pero noto que es secundario en comparación con las ansias de maternidad. ¿Eso es realmente ser buena persona? ¿O es naturaleza maternal?
Quisiera pasar tres días durmiendo, a ver si el subconsciente incognoscible saca a la luz de lo oculto un poco de claridad en mi forma de actuar, al menos un poco del por qué de esa actuación.
Soy una y única, individual, particular, y, sin embargo, me fundo con lo exterior, que, a la vez, me irrita, estoy hecha de contradicciones…”
En ese momento recibió respuesta de Amparo, que decía:
“Hola Vilmita, qué alegría tener noticias tuyas. Yo también estoy ansiosa por verte. Lo del hijo, si es lo que más deseas, me parece bien. Lo de que me tienes ganas, no sé, quizás consigas seducirme.
Yo tengo unas ganas sinceras de compartir unas horas contigo. También te he de contar muchas cosas de Billy y de mí. ¿Qué tal te parece quedar esta misma noche? ¿Podemos ir a dar una vuelta y tomar unas copas o vienes a comer conmigo?
¿Puedes pasar a buscarme a las siete de la tarde y decidimos?”
Vilma, acto seguido, telefoneó a Amparo. Diga. Hola soy Vilma, me parece genial quedar a las siete. ¿Sabes? me pone nerviosa hacer planes con alguien sin ni siquiera oír su voz. Veo que tu tono sonoro no ha cambiado. No ha pasado el tiempo. Debes estar tan bonita como siempre. Gracias, Vilma. Pasas a buscarme a las siete, pero ¿quieres cenar en casa o salimos? ¿Qué te parece si hacemos la cena juntas, y luego, si queremos salir, salimos?, dijo Vilma. Ok, contestó Amparo, entonces hasta dentro de unas horas. Pensemos el menú y no te retrases, que iremos a comprar nada más llegues a casa. De acuerdo, añadió Vilma, hasta dentro de un rato.
Vilma se echó a descansar pensando en lo mucho que acontecía en su vida. Mientras que Amparo se entretuvo en idear un posible menú para la cena con Vilma. Cada una estaba en su mundo. Y como los partidarios de la teoría de que no hay sociedad sino que somos individuos que se interrelacionan, ellas se sentían solas consigo mismas, sin ninguna ansiedad por fundirse con otro. Como mucho, un rato pequeño y sexualmente. En el caso de Vilma ya llegaría la hora de fundirse con alguien si tenía el hijo. Miguel era un gran amigo y disfrutaba cuando estaba con él. De momento, no creía que fuese amor lo que sentían estando juntos y menos aún cuando se separaban. Pasadas unas horas de su despedida buscando el hijo en común, ya se interesaba por Amparo. Contradicciones de unas vidas llevadas con intensidad sin proponérselo. Lo que es más, sin ser conscientes.
Llegaron las siete y Vilma apretó el interruptor del apartamento de Amparo, que le abrió la puerta. Subió andando las escaleras aunque el edificio tenía ascensor. La puerta estaba ya abierta. Amparo la esperaba a la mesa de la sala con papel y lápiz. Venga, Vilma, vamos a hacer la lista de la compra para la cena de esta noche. Fueron ideando un menú. Primer plato, ensalada tibia con bacon, cebolla caramelizada, ajos tiernos, hoja de roble, tomate cherry y una vinagreta de mostaza Antigua y vinagre de Módena. Segundo plato, un bacalao al pil-pil. Entre plato y plato, beberían batido de melón. Para postre iban a comprar trufas en la pastelería de donde Amparo era clienta. Salieron juntas a comprar todos los ingredientes. Una vez en casa, Vilma puso música y les acarició la sensibilidad una Billie Holiday triste, melancólica. Mientras cocinaban, hablaron sobre el tema que habían comentado por mail. Amparo dijo, no importa si amas a Miguel o no, es un hombre que te atrae y puede ser el padre de tu hijo. Si en un futuro sois pareja, ya se verá. Hay muchas familias teóricamente unidas y que se pasan el día discutiendo. Yo creo que es más sana para vuestro hijo ese tipo de relación. Si no nace el amor, cómo vamos a transmitirle a nuestro hijo el amor de pareja. Tú no lo tienes con Miguel y vais a tener un hijo. ¿Es tan importante transmitírselo o lo de veras importante es que le deis amor y felicidad? Das una sensación de seguridad, cuando hablo contigo, Amparo… Debes asustar a los hombres. Así voy con Billy. Es el hombre más problemático que conozco. No es que él te de problemas sino que todo él es un problema. Como yo no he conocido en mí misma una angustia tan profunda como la de Billy, casi que hasta me siento bien siendo su hombro en que apoyarse. Pero, la verdad, es duro estimar a una persona que se quiere tan poco. Es lo contrario de Miguel. Miguel hace poesía con su obra. Billy todo él es poesía, podríamos decir que del sufrimiento. Si él tuviese que cantarle a alguien, lo haría a la melancolía, tiene tanta que está atrapado en ella. No sé si hasta le gusta o necesita ser melancólico. ¿Sabes, Vilma, que Billy está absorto en la lucha social? Hasta a mí me ha hecho pintar un cuadro sobre ese tema. Mejor dicho, no me lo ha hecho pintar, sino que, de tanto hablarme sobre el tema, me ha inspirado esta pintura, espera, ahora te la muestro. Vilma quedó sorprendida, un huevo de gallina, un recorte del país con una noticia de Rajoy y una pistola, todo con un fondo negro. Su gran parecido conceptual y composicional con la pintura hecha por Miguel hacía unas horas la sorprendió, pero no dijo nada. Quizás sea cierto que las circunstancias que rodean a la población iguale el sentir de la masa. O, al menos, el de los diferentes grupos de personas que forman el país. Qué duro y qué oscuro es el cuadro, dijo Vilma. Imagínate, esto es lo que me inspiran las conversaciones con Billy. Quizás es que Billy en el fondo de su personalidad tiene una fuerza que él nunca ha llegado a conocer. Sí, quizás, dijo Vilma.
Tenían ya la cena preparada. Pusieron la mesa entre las dos, se sirvieron un vino Txacolí para acompañar y se sentaron a comer. De fondo pusieron en el aparato el piano de Erik Satie. Las dos consideraron que la ensalada era deliciosa, quizá le habrían podido añadir unas tostadas con olivada, pero la disfrutaron. Mientras la comían pensaban en sus vidas y en cómo sería la existencia de cada una sin la otra. En el espacio de tiempo transcurrido desde su reencuentro se habían hecho cada una confidente de la otra. Confiaban mutuamente con una sinceridad poco frecuente en la mayoría de los matrimonios. Vilma rompió el silencio, ¿qué te recuerda en forma de color o de melodía esta ensalada? El color, dijo Amparo, sería un azul, por la tranquilidad que me da. Y la melodía tal vez sería como la que estamos escuchando del piano de Satie. Estoy contigo, dijo Vilma. Pero yo noto tranquilidad además de fuerza. Quizás es tranquilidad por su fuerza. Me recuerda más a algunas melodías de Ravel en ese sentido. Las dos estaban jugando a ser sensibles y eruditas cuando sonó el teléfono. Amparo contestó y desde el otro lado de la línea apareció una voz conocida. Hola Billy, ¿cómo te encuentras? Bien, bien, me preguntaba si querrías que nos viéramos. ¿Ahora?, contestó Amparo. Sí, lo antes posible. Sabes, Billy, estoy con una amiga que quizás conoces, acabando de cenar. ¿Le pregunto si no le importa, que te pases por casa? Billy, me ha dicho que vengas. Pues anda, ábreme que estoy llegando al portal. Billy subió, la puerta como de costumbre cuando subía una visita, estaba abierta. Billy entró. Amparo y Vilma estaban comiendo el Bacalao al pil-pil. Las chicas le dijeron si no quería que le untasen gelatina de la salsa pil-pil que no las besase. Aceptó no besarlas, arrimó una silla y les dijo, estoy con la cabeza loca. No paro de idear un plan de ataque sin sacar nada en claro. ¿Un plan de ataque?, ¿para qué?, preguntó Vilma. Contra los ladrones de este país. Pero no cualquier ladrón, sino contra los dirigentes ladrones o poderosos. Vilma, pensativa, respondió, pues ideémoslo los tres. Amparo se echó a reír, lo que iba camino de ser una velada exclusiva de la sensibilidad de dos mujeres y amigas se había convertido en una lucha política. Billy enrojeció diciendo, ¿interrumpo algo? Nada que no se pueda posponer. Y los tres brindaron con sus respectivas copas de Txacolí.
Estuvieron gastándose bromas sobre el cambio, cambio de personalidad, cambio de gustos, cambio de políticos, cambio de cultura, cambio del modo económico, cambio de vida. Billy dijo, cambio es equivalente a ser en su diferencia. No, dijo Amparo, porque ser en su diferencia significa que eres las dos cosas: lo que originariamente eres y lo que eres después de eso y los dos modos de ser se perpetúan en la misma persona. Vilma dijo, en todo sujeto cambiante el sujeto primigenio persiste en el sujeto cambiado. Entonces Billy añadió, pero, bueno, si la sociedad cambia en su estilo de hacer, el antiguo estilo ¿todavía está en esa sociedad? A lo que Amparo objetó, está, aunque sea en la comparación, a lo que no ha de volver, en el recuerdo de lo que la sociedad era. Y Billy interrumpió, me voy a llenar la copa de Txacolí porque esta tema se me está volviendo muy elevado. Al menos me eleva hasta el extremo de perderme en sus conceptos y no darme cuenta que lo que pasa es que estoy hasta los huevos del mundo en que vivimos. Bravo, dijo Amparo, aquí tenemos un hombre además de un traumatizado práctico. ¿Y por qué estás traumatizado? dijo Vilma. Es largo de explicar. Esto nos puede llevar horas de reflexión. O, simplemente, cabe decir: no he sabido poner límites y han abusado de mí. Sobre todo en una etapa de la vida, pero se podría generalizar diciendo que es una constante en mí. Joder, dijo Vilma, ¡pues lo dices con toda la tranquilidad del mundo! No aguanto las malas palabras, contestó Billy, o sea que eso de joder ya no se dice más, ¿de acuerdo? Ok, dijo Vilma, pero creo que acabas de ponerme un límite. ¿No es lo que no sabías hacer, poner límites?
Continuaron la velada, pero en un momento dado se acabó el vino. Vilma bajó a la calle y lo consiguió en un restaurante. Mientras estaba fuera, Billy y Amparo empezaron a acariciarse. Estaban besándose pasionalmente y tocándose todas las partes del cuerpo, cuando llamó Vilma con el vino. Amparo y Billy dejaron de acariciarse y besarse, no sé si de quererse, al menos con el alcohol en las venas. Vilma dijo, alegre, al entrar, aquí hay vino, podemos continuar la conversación de los abusos. Quizás tú serás una crónica muy vendible, Billy.
Billy no sabía si continuar la conversación sobre sus traumas o era mejor cambiarla, así que preguntó, ¿de qué os apetece hablar?, ¿de mis males o de los males del mundo? Yo creo que lo ideal sería hablar de lo general, por no decir de lo universal, que es la crisis que padecemos. Y no de un caso particular que se pierde en la inmensidad de un cosmos inalcanzable. Pero a nosotras quien nos interesa es un individuo como tú. Vilma continuó, ¿qué sientes, qué imágenes guardas de tu pasado?, ¿son terroríficas, o solo te entristecen mucho cuando las recuerdas? Billy, todo él poesía, les dijo, mirad, dentro de mis limitaciones emocionales, mi vida es como una papaya a punto de pudrirse, a mí me preocupa mucho la vida social, pero odio a la humanidad. No en general, sino a los individuos particulares, que me dan asco. Es como si mi lucha fuera intentar comprender y preocuparme por el prójimo, pero odiándolo al mismo tiempo. Soy paradójico. Mi alma está totalmente fracturada entre lo que pienso y lo que siento.
Amparo y Vilma estaban espantadas, una persona así debía estar, normalmente, cerca de la desesperación. ¿Cómo podía vivir e intentar ser feliz?
Amparo le preguntó a Billy, ¿y a nosotras también nos odias? Billy dijo, es el tópico de las preguntas ante mi situación. No, no os odio. Quizás hasta os ame. Pero este sentimiento es excepcional y momentáneo. Puedo amar y odiar a una misma persona interrumpidamente. Y cada momento durar tiempos cortos. Amparo y Vilma se miraban incrédulas. O es que quizás esta era la esencia del sentimiento en el ser humano, pero en Billy estaba aumentado ostensiblemente. Las mujeres que acompañaban a Billy solían sentirse mal por su sinceridad. Billy no disimulaba sus sentimientos hacia ser alguno. Y la persona que le acompañaba sentimentalmente sufría por la intensidad emocional de Billy. Era difícil acostumbrarse a una persona así.
Los tres en consenso decidieron salir a la calle. Sin saber adónde irían, bajaron del apartamento. Caminando se dirigieron al centro. Estaba concurrido. Entre los turistas, la gente alternativa, y los del barrio, el Raval, estaba bullicioso. Se sentaron en el muro del Macba, Billy llevaba un libro de poesía de Ángel González, y leyó a las chicas un poema delante de la sublima construcción de Richard Meier.
El poema se titulaba A qué mirar… y decía así:
A qué mirar. A qué permanecer
Seguros
De que todo es así, seguirá
Siendo… Jamás pudo
Ser de otra forma, compacto
Y duro,
Este -perfecto en su cadencia-
Mundo.
Preferible es no ver. Meter las manos
En un oscuro
Panorama, y no saber
Qué es esto que aferramos, en un puro
Afán de incertidumbre, de mentira.
Porque la verdad duele. Y lo único
Que te agradezco ya es que me engañes
Una vez más…
-“Te quiero mucho…”
Después de un recital hondo del poema, se quedaron los tres algo perplejos. Les había llegado mucho. Ángel González tanto podía referirse en el poema a la amante, al amigo o a la madre. Se le notaba el pesimismo. Billy dijo, ¿no sabéis que las relaciones humanas viven en el engaño? Te quiero, pero pienso más en mí mismo que en ti. Y a veces incluso pienso más en otros que en ti, que te quiero. Vilma comentó sobre la argumentación de Billy, tú eres más pesimista que González. Lo generalizas y relaciones, hay muchas y de muchos tipos. ¿Y si una relación no es posesiva y sus miembros no se sienten mal porque momentáneamente se quiere más a otros? ¿Y cuándo se tiene un hijo y este pasa a ser el centro de atención? Seguro que entonces puede haber partes de la relación que se vean afectadas por el cambio, dijo Billy. Sí, pero lo normal es asumirlo tanto emocional como racionalmente.
Amparo escuchaba, se había quedado con el ritmo del poema. Y se dijo a sí misma, tengo que volver a coger fuerza para la poesía. Me atrapa, me atrae visceralmente y me la tomo como un juego, cuando es parte de mi manera de ser. Es como conozco mejor mi sentir. Y añadió, ¿qué pensáis del ritmo? Y ¿del querer, deseando volver a ser engañado? El ritmo es aleatorio e impulsivo. Lo mismo que el querer queriendo volver a ser engañado. Quizá es la excusa para engañar también. Tal vez en nuestras relaciones todos tenemos algo que ocultar, dijo Billy. Vilma continuó, yo en mis relaciones no oculto nada, soy por completo transparente.
Los tres se pusieron a observar las cabriolas de los scaters, que mostraban su destreza asiduamente delante del Macba.
Mientras tanto Miguel Cremelles seguía en su estudio, pero ahora con el pensamiento dividido entre su trabajo artístico y la idea de que quizás se podía cumplir su sueño/necesidad de ser padre en la realidad. Sí, en el mejor de los casos lograría ser padre. Se puede sentir en un momento dado en la vida la necesidad de ser padre o madre, pero sin tener ni la más remota idea de lo que es eso ontológicamente. Porque la paternidad hace que pases de ser un solo ser a ser dos seres divididos y almacenados en un limitador único ente. Sí, ya no vas tú solo por el mundo pensando en ti. Con la paternidad puedes ir solo por el mundo pero tu pensamiento ya está en tu hijo. Miguel no se llegaba a imaginar un cambio tan brusco en la vida de una persona. Algunos dicen que el cambio más difícil es la adolescencia, yo creo que es la paternidad o maternidad. Ya no te está permitido ser irresponsable y alocado, ni siquiera en soledad y para ti mismo.
Miguel intentó pintar un cuadro imitando el trazo de un niño de tres o cuatro años. Estaba tan obsesionado por los niños que pensaba que la verdadera pintura imaginativa e irracional era la de los niños de esa edad, o parecida. Pintaba el cuadro con colores primarios, vivos, y las rayas no eran rayas, sino torbellinos. La abstracción de estos cuadros representaba cuevas como las que recordaba de la explicación de un niño sobre su dibujo en un programa sobre educación en el canal dos de TV2 española. Una vez finalizado el cuadro llamó a Vilma al móvil. Contestó, hola, Miguel, estoy con Amparo y Billy, dos amigos, ¿cómo te va? Miguel dijo, he hecho la pintura que podría realizar nuestro quizás ya hijo, ¿sabes Vilma? Vilma rió, no, todavía no estoy encinta, me ha venido la menstruación. Por lo demás, estoy aquí, en la plaza del Macba, leyendo poesía de Ángel González, luego no sé qué haremos. ¿Te quieres apuntar? Miguel se quedó pensativo unos segundos. Luego contestó, bien, esperadme allí.
Sin darse siquiera una ducha, se lavó manos y antebrazos, se cambió de ropa y se fue al Macba. Allí dio un beso en la boca a Vilma y saludó a Amparo, que ya conocía de un pasado de desenfreno, y a Billy del que no sabía siquiera su nombre. Se presentaron mutuamente. Miguel le dijo, sabes Billy, me recuerdas enormemente a mi difunto padre cuando era joven. Lo recuerdo con tu presencia, a primera vista, me transmitía lo mismo que tú ahora. ¿Y qué te transmito yo?, dijo Billy. Me transmites poesía, una poesía bella, profunda y enormemente triste. No eres la primera persona que me lo dice, contestó Billy. En cambio, tú me impregnas sensibilidad y seguridad al mismo tiempo. Tu aire de triunfador y tu perseverancia en tu trabajo se huelen. Dejas en tu entorno un aire de fecundidad. Gracias, dijo Miguel, es de los mayores piropos que me han hecho. Lástima que no haya sido por parte de una latina exuberante. Me encanta el porte y el desparpajo de las féminas latinas. Vilma dijo, bueno, Miguel, eso me lo tenías escondido. ¿Acaso yo te parezco latina? Nada más conocerte, ya transmites familiaridad, y ese es el rasgo esencial de las latinas. Tú eres latina de personalidad, también en tu forma de relacionarte sexualmente. Vilma contestó, oye que eso es algo íntimo, ¿cómo sabes si ellos conocen lo que tú acerca de mi comportamiento sexual? Perdón, dijo Miguel, yo, que soy tan solitario y tan antisocial, hoy estoy comodísimo con vosotros. No sé si soy yo o he encontrado con personas tan transparentes como vosotros, que me hacéis sentir como me siento. Libre de actuar y ser como soy. La recepción que noto de vosotros es verdadera.
Estuvieron diez minutos largos enfrente del Macba hasta que decidieron entrar. Se pasearon únicamente por la sala de colección de cuadros propios del museo, donde se dispusieron a observar especialmente un cuadro de Saura de pinceladas negras, otro de Miralles, y el último de Barceló. No se dijeron nada, los cuatro asimilaban lo visto. Al cabo de un rato, caminando por la calle Tallers en dirección a las Ramblas, Miguel comentó, hoy hemos tocado visualmente algo que pocos pueden interpretar, por no decir nadie, es estética pura, o te gusta o no te gusta, pero no se puede comprender, la lógica no existe en la elaboración de estas pinturas, pero el resultado es tan elevado sensiblemente que impresiona. Vilma escuchaba, y dijo, pues a mí me gusta más tu pintura y creo que se está acercando en reputación a la de estos artistas. Sí, ya he expuesto en el Macba, pero estos artistas que hemos intentado interpretar a fondo, son ya parte de la historia del arte, incluido Barceló. Este es el nivel de máxima consagración, tanto en vida como una vez muerto, de un artista. Billy, entonces, comentó que esta élite artística tenía valor pero no todo el que le daba la sociedad. Que cómo era posible que una persona llegase a vender un cuadro por el dinero que lo vendía y en cambio otros artistas malvivían, siendo su obra de gran calidad, por ejemplo, la mayoría de los poetas. Y también los trabajadores, que sudan de sol a sol con una labor pesada, desgastante y a veces insoportable. Amparo dijo que no se podía comparar el trabajo de un obrero con el resultado de un artista que deja en su obra su espíritu y, además, lo que crea es bello por sí mismo. Una vez ha salido la obra del artista ya es un espíritu independiente, porque para mí el espíritu continúa y continuará siempre en su obra.
Llegaron, conversando, al Convent de Sant Agustí, entraron en su bar y decidieron comer allí unos bocadillitos y beber unas cervezas. Eran como cuatro amigos íntimos pero, a la vez, cada uno estaba tan inmerso en sus propias inquietudes que entre sí se sentían como extraños.
Vilma estaba al lado de Miguel y le iba acariciando el antebrazo. A Miguel se le ponía la piel caliente, y la carne subía y bajaba con las caricias de Vilma. ¿Todavía quieres tener un hijo mío?, le preguntó Vilma a Miguel. Miguel sonrió, es mi meta principal como ser humano, contestó. Pues ven a dormir esta noche a mi casa, dijo Vilma. Corresponderé a la invitación, añadió Miguel, vete preparando para el sexo y la música. Vamos a disfrutar de ambos hasta quedar agotados. Estoy preparada, además cogeré la cámara, que quiero hacer unas fotos de desnudos masculinos. Amparo escuchaba con ciertos celos, ella quizás también aceptaría una invitación de ir a dormir a casa de Vilma. Billy escuchaba sus angustias propias a la vez que bebía una cerveza estrella, y observaba a la camarera en su trabajo. Se levantó y le dijo, por favor ¿podrías ponernos música de Nina Simone y nos traes una botella de Jamison y una cubitera con hielos? Como no hay nadie más en el bar, puedes sentarte con nosotros. No creo, pero ya veré: si acabo de ordenar la sala, quizás me tomo una copa con vosotros. La camarera que era también la encargada del bar les llevó lo que le habían pedido, y siguió con su trabajo. Empezó a sonar Nina Simone y el clima del local fue haciéndose New Yorkers. Ellos, como si fuesen gente trascendental en la vida de sus semejantes, se sentían cada vez mejor, el ambiente era inmejorable para que naciesen ideas y complicidades únicas.
El tema que sacó Amparo para la tertulia con sus amigos era la otredad. Lo dijo de la siguiente manera. Muchachos, para vosotros lo otro, el otro ¿qué representa? La otredad es capaz de enseñaros su rostro y por ello vosotros ¿cambiaríais el vuestro? Es complicado, pero mucha gente, ante la otredad se pone una máscara y nada más muestra esa máscara, ya sea por miedo, por vergüenza o por maldad. ¿Vosotros tenéis un comportamiento unívoco ante la otredad? El primero en contestar fue Miguel, a mí el otro me suele dar lo mismo, por ese motivo no necesito máscaras, si le gusto bien y si no también. Pero creo que conmigo gran parte de mis conocidos se me presentan bajo una máscara, y su interior es incognoscible para mí. Por eso estoy tan a gusto contigo, Vilma, porque tú nunca has usado máscara conmigo. Billy dijo que él creía que usaba máscara consigo mismo, en cambio con los otros era transparente. Es algo inconsciente, dijo, yo conmigo mismo uso máscara, nunca permito acabar de conocerme, me dan miedo mis miedos, en cambio con los otros soy yo mismo, sin coraza. Eso raya la esquizofrenia, comentó Amparo, pero un tipo de esquizofrenia muy peculiar, ya que el esquizofrénico yo diría que suele presentarse a si mismo tal como se siente y es. Y a la otredad le esconde su realidad. Yo soy único, dijo Billy, por eso me han dicho a veces que irradio poesía. Soy el hombre poesía, porque todo en mí tiene significado metafórico. Vilma, que le escuchaba, intervino, mi máscara ha de encontrarse en mi trastero particular oxidada, ¿no creéis? Sí, contestaron los tres al unísono. Pues yo, dijo Amparo, creo que soy diferente dependiendo de cómo se me muestren, ante la sinceridad soy sincera y ante las apariencias muestro una apariencia, y esto quizás tenga algo de verdadero y algo de falso. Pero no me gusta y me siento incómoda ante la gente que veo que nunca sabré cómo es. Fueron hablando y bebiendo el whisky. Hasta que se tumbó cada uno en un sofá del bar y se durmieron… y soñaron sueños agradables, supongo.
7.
Despertó Vilma en el sillón del bar, miró a su alrededor, y seguían sus tres acompañantes dormidos. Salió del bar dejando una nota a la encargada que decía:
“Muchachos, necesitaba estirar las piernas, si queréis nos encontramos por el estanque del Parque de la Ciudadela, estoy inquieta e irritada, como siempre que hago siestas, o sea, que tardad un poquito. Un beso.”
Vilma, que llevaba la cámara de fotografiar, fue sacando fotos de gente que se le cruzaba, retratos con bonitos tonos y contrastes de luz. En la ciudadela observaba con la misma curiosidad tanto a turistas como a gente de la ciudad, a muchachas que a ancianos, niños, mujeres u hombres. Todos para ella tenían su atractivo y con cualquiera se hubiese puesto a hablar si no tuviese la irritación que tenía.
Junto al laguito del parque se sentó en un banco. Enfrente, apoyados en la verja del lago, había una pareja de jóvenes besándose. Parecía que entre ellos crecía el calor de sus cuerpos, cada vez estaban más entrelazados, manoseándose y besándose más profundamente. Hasta que, entre excitada e incómoda, Vilma fue a otra parte del lago. En ese momento llegó Amparo, que le dijo, hola, ¿qué tal?, nos has dejado solos en el bar, Miguel y Billy se han marchado, debían o querían ir a trabajar un rato. Depende del caso. Billy estaba muy raro, así que he querido acompañarlo. Pero él no se ha dejado. Miguel me ha dicho que te invita a pasar cuando quieras por su estudio de pintura, pero mejor hoy.
Vilma miró a Amparo, y le dijo, y nosotras ¿qué vamos a hacer ahora? Amparo le contestó, andar, mirar y hablar. ¿Hay algo que enriquezca más en esta o cualquier ciudad del mundo? Hay mucho por ver y mucho también que conversar entre personas esponja como nosotras. Así lo hicieron. Sin saber hacia dónde se dirigían, empezaron a caminar observando cualquier cosa estática o en movimiento que se cruzase ante ellas. Porque en el fondo nosotros también somos cosas. Entre las cosas y nosotros quizás haya diferencias, pero pueden ser menos claras de lo que se piensa la mayoría de la gente. Por este motivo Amparo dijo, a Billy parece que se le escapa el alma.
La tarde era ventosa, aunque lucía en el cielo un sol digno de ser agradecido por los habitantes que sabían pero les costaba pasear, en una Barcelona con múltiples personalidades. Una ciudad cosmopolita con unos ciudadanos a los que les cansaba asimilar los cambios sociales. Por este motivo se suele decir que el catalán es cerrado en comparación del resto de los españoles. También suele decirse que el catalán es tacaño, que le gusta el dinero y no compartirlo. Creo que lo de tacaño se debería enfocar más en la idea de que al catalán no le gusta compartir su cultura ni mezclarse con otras gentes. Siempre una opinión es subjetiva ya que no hay verdades absolutas. Y como no hay verdades absolutas y todo es contingente, Amparo comentó a Vilma, ¿no te apetecería coger mi coche e ir a Sant Pol? El día es precioso, y las dos podríamos aprovecharlo. Deja a Miguel para mañana y hoy disfruta de mi, que la vida son dos días y al menos que no sean idénticos y con una sola verdad. Vilma se quedó pensativa, puede ser, déjame llamar a Miguel. Hizo la llamada y cuando le explicó los planes que le había propuesto Vilma, Miguel se resignó y le dijo, pero mañana vienes a pasar el día al estudio, ¿vale? Vale, vale dijo Vilma.
Mientras tanto, Billy estaba leyendo un texto en su despacho de la editorial. Su semblante era de aburrimiento, cuando entró una administrativa. Perdone, señor Billy, creía que no se encontraba aquí. No me trates de usted que soy un trabajador como tú, ¿sabes qué Susana?, estoy leyendo la novela menos interesante de cuantas he leído en los últimos diez años. ¿Y por qué sigues leyéndola y no la apartas al montón de los deshechos literarios?, dijo Susana. Es que tengo la curiosidad de meterme en la cabeza de un escritor torpe y tópico. Quizás así pueda conseguir comprender que es lo que le acontece al hombre gris y común en una Barcelona cada vez más gris y común. Todos somos calcados, sí, Susana, todos. Y por cierto ¿para qué entrabas en mi despacho? Para ver si me habías dejado el presupuesto que te pedí, respondió Susana. Pero este presupuesto es extra laboral, dijo Billy. Por descontado, para asuntos personales. Quizás mi marido pueda montar una empresa editorial minoritaria y con destino a la bancarrota, dijo Susana. ¡Qué pesimista!, a los maridos siempre se les ha de dar un boto de confianza, al menos hasta que se demuestre lo contrario, añadió Billy. Tienes razón, Billy, tienes razón. En seguida Susana dejó el despacho de Billy, que continuó con su lectura, hasta que, cansado de ella, tuvo ganas de irse a casa y compró en el camino un cucurucho de helado de strachiatella que fue saboreando. Se imaginaba la escena de la película erótica de Tinto Brass que iba a ver para masturbarse, relajarse, y continuar con los pensamientos obsesivos de las últimas semanas: la forma de hacer pagar a los políticos su corrupción y que con ello venga, además, el cambio social.
Billy llevó a cabo todos sus planes: vio la película erótica masturbándose y se puso a cavilar mientras preparaba un lenguado rebozado con acompañamiento de ensalada de tomate, cebolla y atún. Su cabeza iba rápida. Sus ideas casi chocaban entre ellas, pues al intentar detener algunas, a la vez surgían otras. ¿De dónde? Billy las atribuía a su subconsciente alterado. Tomó más medicación de la habitual para calmar su cabeza y, tumbado, intentó descansar. No podía dormirse. Para desprenderse de sus cavilaciones se obligó a sí mismo a reseguir mentalmente una historia que ya conocía, la de la novela El halcón Maltés de Dashiell Hammet, protagonizada en el cine por Humphrey Bogard. Fue recordándola paso a paso, consiguiendo que sus ideas no se le desviasen hacia las paranoias que habían empezado a asediarle hacía rato. A continuación llamó a Amparo. Hola, Amparo, ¿cómo estás?, yo, no del todo bien, mis sensaciones son análogas a cuando padecí el abuso, con una realidad que sólo es mi realidad. Me he aumentado la medicación y no sé que más hacer. Amparo le contestó, yo iba a salir con Vilma hacia Sant Pol de Mar, pero hablaré con ella y nos pasaremos por tu casa. Pues aquí os espero. Colgaron y Amparo fue con Vilma a casa de Billy. Billy estaba desesperado, pero con una última esperanza. No había tocado fondo, estaba mal, pero no de la peor forma posible. Llamaron Amparo y Vilma a la puerta. Billy les abrió. Tenía cara de sospechar algo. Amparo le abrazó, Vilma le dio un beso. Se sentaron alrededor de una mesa. Billy empezó a hablar, para mí todos son sospechosos, incluidas vosotras, todos y todas me controlan leyéndome el pensamiento para putearme. Para producirme tal estrés que no puedo vivir tranquilo. Todos los habitantes del planeta me controlan para convencerse de que soy homosexual. A la vez me están controlando científicamente para averiguar mis tendencias, impulsos, sensaciones y sentimientos. Así soy yo para bien o para mal. Esta situación es más real para mí que la picadura de un mosquito. Amparo suspiró y le dijo, bueno, ahora ya sabemos lo que sientes, también que para ti somos sospechosas, lo aceptamos y te propongo que escuchemos música y hablemos. Está permitido decir lo que le apetezca a cada uno. No hay límite para expresar de la forma que se quiera lo que apetezca. Pusieron un C.D. de Stravinsky, El pájaro de fuego. Al acto Vilma gritó, ¡daría mi salud por estar embarazada! A lo que Billy dijo, esa es la peor atadura que hay, pero también la responsabilidad más agradable, y tu hijo sería también sospechoso. Que conste que los filósofos que más me atraen son los de la sospecha, Marx, Nietszche y Freud. Pero las sospechas de la gente no me atraen, me angustian. Vilma entonces resopla, y dice, yo, yo también sospecho de ti, cuando me miras con esa cara de “te follaría”… ¡Eres un cerdo! Y Billy, yo me follaría a casi todas las mujeres que se cruzan conmigo por la calle, no estoy comprometido y tengo un instinto muy animal. Y Amparo, yo creía que tú y yo podíamos estar construyendo juntos la posibilidad de algo. ¡Cabrón!, creía en ti y en tu sensibilidad hacia los problemas sociales, y eres un comediante. No me digas eso que yo estoy encaprichado de ti, pero no tenemos nada entre nosotros, nos tenemos que conquistar, dijo Billy, a no ser que me rechaces por mis problemas psíquicos y sociales. ¡Y que más!, ahora y siempre serás una víctima, como todos los tarados mentales, añadió Amparo. No me llames tarado mental, llámame hiperrealista. Amparo se echó a reír escandalosamente. Vilma puso cara de asustada. A Billy le iba a estallar la cabeza, pero se levantó y descorchó una botella de vino tinto. No deberías beber, le advirtió Amparo. Es para que alcancéis el grado de mi locura, contestó Billy, yo, si bebo, será en reducidas dimensiones. El ambiente se iba caldeando hasta el punto de llevarles a prescindir de la moderación propia de su estatus social. Les salían de la boca frases hirientes que, en circunstancias normales, nunca se hubiesen propasado a decirse. Pero les servían, como suele suceder en situaciones parecidas, para expulsar, al menos en parte, los demonios torturadores que cada uno de ellos, como la mayoría de las personas, lleva en su interior.
Billy continuó con un cúmulo de frases sin la menor restricción, yo pienso que todo el que no soy yo es un hijo de puta, y no en el sentido literal de que su madre es una puta, sino en el de que actúa según su propia conveniencia y sin ninguna objetividad. Todo pensamiento de un individuo es enteramente personal, eso le hace ser un hijo de puta. La subjetividad es la causante de los grandes males particulares y sociales. No hay vuelta de hoja, si eres un ser racional eres subjetivo, pero eso te convierte en un hijo de puta. Tú estás chalado, dijo Vilma, ¡entonces qué!, ¿anularías los sentimientos y los pareceres? No, yo no suprimiría nada, pero la condición de ser del ser humano le lleva irremediablemente al infierno y a la catástrofe. Tú eres el primero a quien tu propia subjetividad te devora, mira el estado en que te encuentras debido a tu enfermedad, dijo Amparo. Sí, pero soy consciente de que mi verdad es sólo mía y de nadie más. Yo soy subjetivo hasta las últimas consecuencias. Mirad, cuando no comprendía mis crisis, más de una vez he estado a punto de quitarme la vida. Luego he entendido que eso sería un castigo y, a la vez, un alivio para el resto de la humanidad. Un posible excluido menos, y además, molesto al máximo. No, no os voy a dar ese regalo, me vais a tener que aguantar con mi subjetividad y mi verdad. Por otro lado, lo social ha creado esa verdad con sus subjetividades. Por ese motivo, también los elementos individuales de lo social y quienes los enlazan son unos hijos de puta.
Billy se bebió el primer vaso de vino, las chicas llevaban dos. Y continuó diciendo: ¿sabéis qué me apetecería? Tener una noche de sexo salvaje los tres juntos. Vilma contestó, conmigo no cuentes. Amparo dijo, yo con quien tengo ganas de sexo es con Vilma, pero creo que la oportunidad de cada uno de los tres de saciar nuestro apetito sexual se va diluyendo como se diluye el café instantáneo en el agua caliente. Billy siguió con sus despropósitos, ¿y vais a dejar perder la ocasión de dejar de lado el trabajo con que os puede halagar mi herramienta? Tú estás enfermo, dijo Vilma, lo que quieres es vengarte de nosotras porque somos unas hijas de puta, ¿no? Pues sí, sí que lo sois, pero podría suavizar el calificativo dependiendo de vuestro comportamiento.
Billy se bebió el segundo vaso de vino, que ya se le estaba subiendo a la cabeza, y más intensamente aún debido a la medicación que tomaba por su psicosis.
Se quedó reflexionando. Vilma y Amparo estaban calladas. Él añadió, ya que no aceptáis mi oferta, os diré que me siento mucho mejor teniéndoos en casa, el hecho de decir cada uno lo que se le pase por la cabeza sin repensarlo sienta bien. Aunque yo he tenido algunas restricciones impuestas por mi super-yo, que diría Freud. Pero un super-yo enfermo. ¡Ah!, ¡al final reconoces que estás enfermo!, dijo Amparo. Mi super-yo, además, está condicionado por vosotras, y no sólo por vosotras, sino por toda persona con quien me encuentre. Por una enfermedad cuyo contenido para mí es real. Real como mi gran pasión, leer poesía. ¿Es enfermedad o no es enfermedad? Ya sé que me medico y que la obsesión sigue. Pero ¿quién dice que vuestro mundo no es también ficticio? Yo vivo, o malvivo, con mi psique igual que cualquiera con la suya. A todos nos puede jugar malas pasadas. Aunque, quizás, por todo esto estoy tan metido y me interesa tanto lo social, para salvarme de mis dolores de cabeza. En el fondo me importa un pepino el otro. Quizás con lo social mi super-yo está más tranquilo. Vilma, que escuchaba el discurso de Billy atentamente, dijo, además de ser un cabrón, eres muy duro contigo mismo, relájate, deja ir tu cabeza, di lo que piensas, y mira de verdad por los otros. Billy rió, ojalá fuese capaz de hacer todo eso, pero ya te digo, cuando toda la humanidad te conoce y está pendiente de lo que piensas y de tus sentimientos es muy difícil que relajes tu mente. ¿No crees?
Siguieron con el vino, Amparo y Vilma llevaban cuatro copitas y Billy tres e iban ya por la segunda botella. Billy notaba la cabeza cada vez más descontrolada, así que decidió no beber más. Chicas, lo siento, pero necesito ponerme a prueba, salgamos a pasear, quizás acabemos en algún local tranquilo y sugerente. Ya que no vais a follar conmigo podemos salir, ¿no? Amparo hizo un gesto afirmativo con la cabeza. Bajaron los tres a la calle, dejando tras de sí notas menores de Schuman, que habían estado escuchando después de las melodías de Stravinsky. El piano de Schuman era personal, tenía tanto seguidores como detractores. A ellos tres les gustaba. Es más, les entusiasmaba.
Fueron caminando sin rumbo fijo por un Raval bullicioso, donde la vida no era una vida racional e ilustrada, más bien se regía por impulsos. Por más que había muchos pseudo-intelectuales y artistas que habían ido a parar a ese barrio históricamente marginal y que todavía conservaba esa marginalidad. Acabaron tomando una copa en el bar “Dos trece”. Presidía la sala una pintura anónima con un gran número de personas también anónimas poblando la tela, que publicitaba un producto. A Amparo siempre le había gustado. Se tomaron allí las chicas un vaso de vino tinto y Billy una coca-cola. Estaban cansados. A Billy, la cabeza le iba a revoluciones muy rápidas y con su ímpetu enfermo y su labia cargada de metralla mantenía despiertas a las chicas. ¿Sabéis qué tendría ganas de hacer?, ¿qué tendrías ganas de hacer? contestaron las chicas. Pronunciar un discurso sobre la gente subjetiva y sin nada de imparcialidad, usando palabras feas y citando textos de poetas, que para mí son la única justificación de la parcialidad. Pues adelante, dijo Vilma, que nosotras te aplaudiremos.
Billy se subió a la silla donde estaba sentado y comenzó su discurso:
“Gentes de este mundo o sin mundo ni rumbo, estoy harto de vosotros. Creéis que la naranja es naranja, pues no, es de un color pausado que lograréis identificar leyendo unos versos que tenéis que buscar de Paul Éluard. Aún así os digo que estoy hasta los cojones de vosotros, porque juzgáis sin ser merecedores de poseer ese juicio. ¿Quién cojones se puede creer tan sabio para tener un juicio sincero y objetivo? Pues nadie. Así que, maricones, no juzguéis y menos sobre temas que no se pueden captar empíricamente, como decía un profesor mío de Filosofía, la única filosofía correcta es la realista. Lo malo es que nadie en su sano juicio, que yo no poseo, puede ser realista.” Los clientes del local estaban perplejos, no sabían si sería un manifiesto de una tendencia artística, o simplemente que el tipo de encima de la silla estaba completamente loco. Billy continuó, “si hay alguien en este mundo que no puede ser juzgado soy yo, que poseo una verdad incognoscible para vosotros, la verdad del luchador y así mismo perdedor, pero con sinceridad, al que le han hecho muchas cosas malas a lo largo de su vida, aunque peor es la vuestra, que me controláis y me queréis joder. Por eso maldigo al universo, a Dios si existe y a la evolución. ¿Por qué nos habremos salido de la fase de ser simios, en la que ellos no se piensa si se es objetivo o subjetivo? La subjetividad queda o debe quedar en el ámbito del arte. Por ello maldiciéndoos os muestro a un gran poeta y su subjetividad. A José Hierro con su poema Fe de vida:
Sé que el invierno está aquí,
detrás de esa puerta. Sé
que si ahora saliese fuera
lo hallaría todo muerto,
luchando por renacer.
Sé que si busco una rama
no la encontraré.
Sé que si busco una mano
que me salve del olvido
no la encontraré.
Sé que si busco al que fui
no lo encontraré.
Pero estoy aquí. Me muevo,
vivo. Me llamo José
Hierro. Alegría. (Alegría
que está caída a mis pies.)
Nada en orden. Todo roto,
a punto de ya no ser.
Pero toco la alegría,
porque aunque todo este muerto
yo aún estoy vivo y lo sé.
Sí, sí, toda la humanidad va camino de la podredumbre y la muerte y yo conseguiré atrapar el último gas vital que me haga vivir y decidiré quién vive y quién no. Pensaréis que es mi locura. Pero cada uno siente lo que siente, y yo siento esto, a pesar de los pesares, que no es el Cantar de los cantares.”
Terminado su discurso, Billy volvió a sentarse satisfecho y miró sonriente a sus acompañantes mientras algunas personas del local aplaudían.
Amparo le dijo, ¿te has quedado ya más tranquilo después del discurso? Algo he expulsado, algo importante. Nadie garantiza que no me vuelva a salir la oscuridad, pero de momento la he dejado ir. Vilma estaba impresionada del estado de Billy, por eso era la que menos hablaba. Realmente entender la cabeza de un esquizofrénico es algo muy complicado, al alcance sólo de unos pocos yo diría que privilegiados, ya que es comprender una sensibilidad alejada de la del resto de los mortales.
Terminadas las consumiciones, se levantaron y se fueron. Billy les dijo si querían volver a su casa. Amparo le contestó que si lo necesitaba, si era una cuestión vital, irían. A lo que Billy dijo que no era cuestión de vida o muerte, que creía que podía estar solo. Entonces Amparo le comentó que ella y Vilma tenían pendiente una excursión, la de ir a Sant Pol de Mar. Así que se despidieron y cada uno tomó el camino que le correspondía. Billy hacia su casa. Amparo y Vilma hacia la Renfe después de recoger lo necesario para su salida a la costa.
Vilma dijo a Amparo, por fin solas, ya sé que ha sido bueno para Billy acompañarlo; pero a mí alguien con una crisis como la suya me cuesta. Me duelen las entrañas al verlo. Además, no lo comprendo. A veces, mientras hablaba, se me ocurría pensar, lo que este necesita es un buen tirón de orejas. Amparo sonrió, no lo comprendes para nada, Billy, cuando se pone en ese estado, está loco, es un loco de manicomio. Se le ha de comprender y saber tratar. Vilma se sentía escéptica, Amparo lo notaba muy sincero consigo mismo y relativamente cuerdo aunque dijera lo que decía. ¿No será que es una mala persona?, comentó Vilma. A lo que Amparo repuso, ¿y sufrir lo que sufre por ser una mala persona? No, seguro que no. Mejor cambiar de tema, dijo Vilma, ¿a qué nos vamos a dedicar hoy y mañana en Sant Pol? A comer bien y a descansar, dijo Amparo, ¿qué más quieres hacer? Divertirme, por supuesto, quiero salir, propuso Vilma. Ya veremos, yo tenía otro plan pero se puede parlamentar.
Una vez iniciado el viaje Amparo sacó una libreta y un bolígrafo y empezó a trazar líneas que representaban esbozos de lo que veía por la ventanilla. Vilma que llevaba una novela de Milan Kundera, La Inmortalidad, se puso a leer. Así transcurrió el trayecto. Vilma apoyaba de vez en cuando las piernas sobre las de Amparo, que le acariciaba cariñosamente el muslo.
Llegaron a Sant Pol de Mar y fueron al Hotel. Subieron con el poco equipaje a la habitación y se tumbaron en la cama a descansar, mientras hablaban de Billy y de Miguel alternativamente, llegando a conclusiones similares sobre ambos. Amparo dijo, mira cómo está. Y Miguel, a pesar de que le van bien las cosas, también anda muy melancólico. ¿No crees que los hombres se han convertido ya en el sexo débil? Ahora todo lo decidimos las mujeres. Dentro de la familia trabajamos igual las mujeres que los hombres. El hombre no se acaba de situar, es secundario en la educación de los hijos y ya no es el único de quien depende la economía familiar. Se sienten solos hasta en la cama, tampoco son los únicos activos en el sexo. Antes la mujer se dejaba hacer. Ahora lleva la iniciativa y decide el cuándo y el cómo. El hombre es casi un instrumento para nosotras. Y lo nota y sufre por ello. Ya no es la virilidad la que gobiernan en las relaciones sentimentales. Vilma, al oírlo, protestó., ¿Tú crees que lo ha sido alguna vez? ¿No opinas que de cara a la sociedad sí mandaba el hombre, pero no en el interior de la familia? Podría ser como dices Y hasta quizás era la mujer quien decidía incluso en las empresas, gobernándolas con la voz de sus maridos, añadió Amparo. Lo que me parece claro es que es el hombre quien está más en crisis. Hay muchas familias con el hombre en el paro y la mujer manteniendo a toda la casa. Eso el género masculino, al menos en su inconsciente, no lo tolera. Algunos lo exteriorizan con la violencia de género y otros, simplemente, con su actitud resignada y triste. Una tristeza que no son capaces de controlar y que transmiten a cuantos se les acercan. Vilma escuchaba y asentía a las sabias palabras de Amparo.
Luego bajaron a cenar en el restaurante del hotel. Qué mal gusto suelen tener las decoraciones de los hoteles, estos cuadros colgados de las paredes están en el peor lugar de la sala. Además no concuerdan para nada con el ambiente del establecimiento, dijo Amparo.
Vilma pidió pollo al vinagre balsámico de Módena, y Amparo una lubina al horno. Compartieron, de plato entrante, unas frituras chips de diversos tubérculos, entre ellos zanahoria, calabaza, patata, boniato, remolacha. Y un puré de garbanzos con tostadas. Fueron comiendo y observando a la gente del local. En el hilo musical sonaba pop de los ochenta. Los camareros eran correctos. Amparo dijo, hoy no nos hace falta que nos atiendan hombres, nosotras dos nos bastamos con nuestras atenciones mutuas.
Vilma estaba muy pensativa. ¿Qué te pasa?, le preguntó Amparo. ¿Sabes?, me ha impresionado mucho lo dañada que está la vida y la salud de Billy. ¿Cómo puede ser que un hombre que todo él es poesía y con esa sensibilidad social, pierda el sentido de la realidad de esa manera? Pues yo no estoy tan segura, ¿quién te dice que nuestras percepciones de la realidad son más verdaderas que las de Billy? Él simplemente tiene otro grado de intuición y de percepción, alimentados por una sensibilidad superior. Por ello rebosa poesía con sólo ser. Pero al paso que va se puede convertir en un inadaptado, en un excluido, dijo Vilma. Y qué te crees que es Miguel Cremelles más que un inadaptado. Si no hubiese tenido éxito, quizás también sería un excluido. Lo tienes muy claro, chica, pero a mí me ha producido una profunda tristeza. Es más, en una locura como la de Billy podríamos caer todos. Amparo contestó, Billy ha tenido unos traumas infantiles y juveniles que sigue arrastrando y que son el origen de su estado. Esos traumas o parecidos, que yo sepa, nosotras no los hemos pasado ni tan sólo nos hemos acercado a padecer un sufrimiento comparable con el de Billy. Pero no hay mal que por bien no venga, si todo él es poesía y tiene la sensibilidad que tiene quizás se deba a ese sufrimiento, que le ha hecho entender y enfrentarse al mundo de una manera particular y suya. No me gustaría tener su sensibilidad a costa de padecer lo que él, añadió Vilma. Cada uno tiene su vida y ha de ingeniárselas para salir adelante con sus emociones y frustraciones. Cada uno solito. La otredad te puede servir para apoyarte un poco, pero uno mismo es el que padece y decide. Amparo, te olvidas de que también disfrutamos de la vida. Ansiamos disfrutar, pero el goce de la vida es tan insignificante como un orgasmo, que se tiene en unos segundos y te deja vacío e insatisfecho. Y eso es lo peor y lo más falso. En la vida crees estar satisfecho, pero siempre deseas algo más. Es en lo que se basa el capitalismo. Tienes todo un abanico de productos que puedes hacer tuyos y te dejan satisfecho. Pero cuando consigues uno, ansías otro y otro más y así ininterrumpidamente. Nunca te quedas contento. Al contrario, siempre vives en una insatisfacción creciente. Es la vida, Vilma. Por ello hay gente que intenta vivir lo más al margen posible del capitalismo. Quizás tengan razón Deleuze y Güatari al vincular capitalismo y locura. Aunque quizás él no lo sepa, Billy es un claro ejemplo de lo estudiado filosóficamente por estos dos pensadores. Lo que le ha creado los abusos que tan repetidamente ha sufrido es una insatisfacción por el mundo que él intenta compensar. ¿Y cómo? A base de ser la persona poesía, de intentar sabotear al poder constituido. A unos dirigentes que crean en gran medida una gran insatisfacción en el pueblo. ¿No sé qué opinas Vilma? Quizás tengas razón, la sociedad de consumo a quienes consume es a los consumidores. Es también el fundamento de muchas locuras. Cuando la gente quiere ser y tener lo que no es y no tiene, puede crearse una esquizofrenia, contestó Vilma.
Acabaron la cena y las dos amigas se dispusieron a dar un paseo por la playa. Era una noche agradable sobre todo para algunos europeos del Norte que venían a España sólo para encontrarse con un clima que muchos españoles no valoran. La templanza del clima es también quizás templanza en el espíritu. Por algo el mayor índice de suicidios se da en el norte de Europa. Descalzos empezaron a andar por una arena de playa agradable. Más gruesa que la de la Costa dorada, pero que producía un cosquilleo en los pies que daba tranquilidad junto al sonido de las olas del mar.
Tanto en compañía como en soledad estar al lado del mar siempre añade intensidad a las sensaciones positivas que tengas en esos momentos. Ellas eran en ese instante gente que valía por sí misma. No necesitaban a nadie ni a nada. Habían tratado de ayudar a un amigo. La compañía mutua que se hacían las llenaba de seguridad. Y el mar les daba el punto entre instintivo y poético que necesitan dos vidas en esos momentos llenas. Para ellas el sentido a la vida era la creación artística. Amparo componía pinturas y versos y Vilma, imágenes fotográficas y situaciones en las que daba a conocer lo incognoscible y real de personajes de a pie en un mundo que parecía irreal, debido a lo engañoso de la actualidad, donde el que tiene éxito es porque es tramposo. Si no que se lo pregunten a nuestros dirigentes tanto autonómicos como estatales.
Vilma dijo, no quiero caminar más. Sentémonos en esta roca y disfrutemos de nuestra soledad compartida. Amparo sacó una libretita. Siempre llevaba una consigo. Se puso a escribir unos versos:
“Te capto, eres como
un ser vivo silbante.
En el que tu azul Picasso
me llena de estímulos para
amarme. Sí, por qué tú eres la más bella
y yo tú única contempladora.
Lo que siento no lo puedes
comprender, lo que escribo lo grito
al viento. ¿Para qué tanta sombra
en un mundo donde debería reinar la claridad?
Rojo limonero, gris arcoíris, chillona melancolía.
Y como dijo el cuento del mundo al revés,
lo ves o no lo ves.
Te comprendo mas no te pido comprensión.
Te deseo mas no te pido correspondencia.
Dedico estos versos o a la mar o a mí fiel compañera Vilma. La primera que se los haga suyos algo ganará, o nada. Quizás conocer un sentir que quiero compartir. Que quiero objetivar para que así se fosilice y dé una escultura de mi canto en esta roca, que cómo no, es nuestra roca, es de la mar, de Vilma y mía.”
Acabó de escribir en su bloc de notas y dibujos negro y se lo dejó a Vilma. Ella leyó el texto. Le cayeron unas lágrimas de emoción aunque dijo que era la brisa marina que levantaba arena de la playa. Y le dio un beso profundo introduciendo su lengua en la boca de Amparo. Estuvieron media hora besándose y tocándose los pechos y el clítoris. Cada vez más excitadas llegaron a la vez a un compartido orgasmo que las dejó satisfechas como nunca. Aunque se suele decir que los orgasmos son siempre lo más individual o solitario que hay. Aparte de que es un sentir subjetivo, ellas experimentaron que el de cada una era de la otra y que estos minutos en la roca junto al mar no los podrían olvidar nunca.
Dándose calor la una a la otra fueron notando cierta pesadez en sus párpados. Lo que les hizo dirigirse al hotel. El paseo por el centro de Sant Pol fue agradable. Se cruzaban con señores posiblemente casados que las miraban con apetito sexual. Con parejas que ni siquiera se fijaban en ellas. Con abuelos que preferían caminar bajo la luz de la luna que estar en casa viendo programas prescindibles en la televisión. Incluso se encontraron con Sergio, un joven que Amparo había conocido hacía unos dos meses en un taller de pintura, donde la técnica usada era dejarse llevar por las pinceladas de color, con maestros que tenían algo de experiencia en el asunto, y sobre todo cambiaban impresiones sobre el acto creativo de pintar. Se mostraban mutuamente sus trabajos. Amparo le dio dos besos a Sergio. Era latinoamericano, pero no sabían de dónde. Soy mexicano, les confirmó Sergio después de la pregunta de Vilma. Sí, contestó, gay y mexicano, aunque parezca mentira. Porque los mexicanos tienen fama de muy machitos. Amparo y Vilma se animaron y fueron a tomar una copa a una terraza que vigilaba el mar. Bueno, chicas, ¿qué habéis venido a hacer a Sant Pol? Hemos venido a relajarnos, a disfrutar de nosotras como mujeres no utilizadas por los hombres, y a pensar, aunque sin compartir, la valía de nuestras labores cotidianas. Eso está bien, dijo Sergio. Yo, en cambio, estoy sólo. He venido a llorar la perdida de mi último novio. Qué mejor sitio para llorar que este pueblo con algunas distracciones pero la mejor de todas puedes encontrarla en ti mismo junto a las olas incansables de este mar cristalino. Pues bien hecho, dijo Vilma, ya que, si se ha de llorar, al menos que sea en un sitio agradable. ¿A qué te dedicas, Sergio? He acabado la carrera de arquitectura. Como puedo permitírmelo, trabajo media jornada en el despacho de arquitectura de un amigo de la familia. Me tiene allí más que nada aprendiendo. Pero hago de todo. Domino el diseño y me ponen bastante a diseñar y hacer planos con el ordenador. ¿Y lo del curso de pintura a qué se ha debido?, preguntó Vilma. Es mi otra gran pasión, contestó Sergio. Hace años que pinto y no se me da mal, ¿verdad Amparo? Ya sabes que a mí tu obra me gusta mucho, contestó Amparo Oye, ¿qué tal si nos damos los teléfonos y te llamo para hacerte una entrevista y unas fotos? Yo hago crónicas de gente que me parece interesante y luego intento venderlas. ¿Te parece bien? De acuerdo, dijo Sergio y le dio su número de teléfono.
El resto del tiempo en Sant Pol fue relajante aunque Vilma tuvo una pesadilla. Después de despedirse de Sergio fueron al hotel y se acostaron. A las tres de la mañana Vilma se despertó después de una hora muy inquieta. Estaba sudando y al abrir los ojos dejó escapar un grito angustiante y le dijo a Amparo que había tenido una pesadilla terrible. Miguel la había dejado embarazada, un embarazo muy difícil, con pérdidas de sangre, muchas náuseas y mareos durante los tres primeros meses y siempre un agotamiento físico y mental enormes. Los cuatro últimos meses los médicos le indicaron que hiciese quietud total. Pasado el parto, la pesadilla entraba en su momento más crítico. Miguel se volvía como loco diciendo que quería un hijo pero no de ella. Se lo quitaba y escapaba con él. En ese preciso momento se había despertado. Amparo la abrazó, ya veo que tú, como muchas personas, tienes ciertos miedos que podrían convertirse en problemas psicológicos. Más aún si por ese motivo fueses a la consulta de un psiquiatra y dependiendo de cuál te toque.
La siguiente inquietud de Vilma no se hizo esperar. ¿Debía ser Miguel el padre de mi hijo? Esta pregunta fue respondida por Amparo de manera categórica. Tú sabrás qué sentimientos tienes hacia Miguel. Pero el otro día que estuvimos juntos yo veía que él estaba mucho por ti. No sé si te ama, si está enamorado, pero te tiene un afecto muy especial. Y esos sentimientos, para personas tan solitarias como Miguel, son muy importantes.
Al regresar de Sant Pol, Amparo fue a su casa del Eixample, y Vilma se dirigió hacia el estudio de Miguel. Quizás quería esclarecer sus propios sentimientos. Tal vez la presencia de Miguel le atraía más de lo que pensaba. Había pasado muy buena noche con Amparo pero las dos sabían que había sido una aventura deseada aunque sin trascendencia para sus vidas.
Cuando llegó Vilma al estudió de Miguel, Amparo acababa de entrar en su casa y estaba sonando el teléfono. Era el número de Billy. No lo descolgó. Necesitaba momentos de tranquilidad y silencio, que no siempre apetecen. Vilma saludó un poco distante a Miguel pero él la atrajo hacia sí y le dio un beso, que no era precisamente de amistad sino un simple saludo. En otro momento le hubiesen seguido minutos u horas de sexo. Esta vez Vilma estaba reticente, no sabía si debido al sueño o porque quería empezar un día la relación por otros caminos. Le pidió con desparpajo un café. Miguel se lo hizo y le preguntó, ¿has estado en Sant Pol con Amparo? Pues sí, y no sabes lo bien que nos ha ido, qué relajación oyendo las olas del mar junto a nosotras y compartiéndolo todo, incluso los orgasmos… Y Miguel, ¡vaya pillinas!, lo guardadito que lo llevabais. Ni idea de que os deseaseis tanto la una a la otra. Pues, mira, hace tiempo que esperábamos una gozada así. Y ahora, satisfechas ya las dos, se apagó el deseo. Me parece muy bien y me alegro, dijo Miguel, porque tú has de estar preparada para nuestra paternidad en potencia. Ya lo estoy, Miguel, lo estoy.
Que hubiera reaccionado tan bien en su romance con Amparo tranquilizó a Vilma y afianzó sus ganas de tener un hijo con él.
Miguel preparó dos cafés enriquecidos con Amaretto. A continuación, le mostró las últimas telas pintadas. Vilma dijo, parecen firmamentos condensados. Estos cuadros me dan sensación de pequeñez. Sí, muestran la pequeñez del ser humano delante de lo circular, esférico y perfecto. No te pongas metafísica, que son sólo cuadros abstractos que ha sacado un humilde y sensible artista. Y mejor aún con nuestro proyecto de paternidad. Mira, te quiero enseñar este dibujo. Era una copia de las botas de Van Gogh y en vez de parecer botas de un campesino humilde, era el calzado de un bebé. Vilma quedó enamorada del dibujo. Miguel dijo, te lo regalo, un obsequio anterior al regalo total que será nuestro hijo. A Vilma se le soltaron unas lágrimas, se acercó a Miguel y le dijo al oído acariciándole el pene, pues concibamos ahora al niño. Empezaron a besarse como dos adolescentes pasándose las manos por todo el cuerpo y quitándose la ropa. Miguel le retiró las braguitas a Vilma y le pasó la lengua por el clítoris. Vilma gemía con el clítoris y los labios vaginales hinchados y húmedos. Luego la penetró y fueron haciendo el amor a ritmo lento. Ella tuvo un orgasmo sonoro a la vez que Miguel eyaculaba en su interior. Luego descansaron un rato en el colchón del estudio de Miguel, se miraron y se dijeron, en esta barriguita está nuestro hijo.
Miguel volvió al trabajo y Vilma, como otras veces en el estudio, cogió unos libros de pintura, uno de Marc Chagall y otro de Degas. Estuvo una hora ojeándolos. Miguel se sentía feliz con la presencia de Vilma. El estudio tenía otro espíritu y su mismo estado se volvía menos tenso y más optimista.
Vilma cogió un carboncillo e intentó copiar los contornos de una pintura de bailarinas de Degas. Mientras iban trabajando escuchaban un flamenco visceral, el Viviré de Camarón, música que a Miguel le inspiraba en sus creaciones. Sobre todo por la forma que tenía de pintar. La mayoría eran pinturas espontáneas, sin recapacitación previa. En ese momento llenaba el lienzo de figuras superpuestas de desnudos sobre una pintura ocre. La idea era hacer una versión propia de la creación. Para Miguel la creación no podía haber sido de dos personas, Adán hombre, Eva mujer. Sino una creación de cuyo molde salían simultáneamente infinidad de individuos, es decir, poligenista. ¿Cómo podían en una superpoblación mundial ser todos familiares entre sí, descendientes de un Adán y una Eva primigenios? Miguel estaba realizando un trabajo en que los primeros hombres no eran hermanos y había muchos primeros padres a la vez. Cuando acabó de sonar Camarón decidieron poner una sinfonía de Mahler. Otro compositor que escuchaba mucho Miguel en su estudio. Mahler le introducía en un universo propio de profundidad subjetiva. La vida podía ser ligera o profunda, para Miguel siempre era profunda, cada acción que realizaba tenía el peso ontológico propio de las ideas de un gran pensador occidental. A Miguel le entusiasmaba la filosofía de Enmanuelle Lévinas, la otredad le parecía lo incomprensible pero a la vez lo insustituible. Su propia interpretación de Lévinas era poco académica pero le servía para fundamentarse psicológicamente.
¿Cómo va, Vilma? ¿Cómo está quedando tu dibujo Degas?, dijo Miguel. Yo creo que este pintor fue un superdotado. Me está costando captar el espíritu de sus pinturas. Mira cómo está quedando. Miguel le contestó, no se parecen a las de Degas pero me encantan tus bailarinas, ¿cómo llamarás al cuadro? Bajo el espíritu del señor Cremelles, ¿qué te parece el título?, preguntó Vilma. Bien, pero entonces mi lienzo se llamará “La creación según mi querida Vilma”. Pero tu título es falso, dijo Vilma. La creación para mí no fue así. Es más, para mí no hubo creación como tal. Yo soy muy científica en este tema. Para mí el Big Bang puede ser una buena hipótesis del comienzo de todo. Qué poca visión histórica tienes. Yo tampoco creo en Dios como ingeniero del mundo. Pero la tradición pictórica ha de influir a la fuerza en un artista. Hoy todos los artistas sois comerciales. Si influye la tradición es por el mercado, dijo Vilma. No, estás equivocada. Nosotros nos nutrimos de pinturas que nos apasionan y muchas de ellas son de temática religiosa. Esa temática influye en nuestra obra. Aunque estoy generalizando, creo que le debe ocurrir a todo gran artista plástico. Quizás tienes razón, dijo Vilma, pero yo como no soy una gran artista voy a pintar el Big Bang. Ten esta tela y pon manos a la obra, me gustará ver el resultado.
Siguieron trabajando con tal obsesión que se saltaron la comida y ni se dieron cuenta de que no habían comido, ni merendado, e incluso se les estaba haciendo tarde para salir a cenar. De pronto, dejaron las pinturas, se lavaron las manos, se cambiaron de ropa y salieron corriendo en busca de un restaurante. Entraron en Casa Leopoldo y se pidieron una dorada al Papillote y unos entrantes de hojaldre con anchoas. Para beber una botella de Albariño. Cuando estaban cenando Miguel dijo, mira lo que implica el momento creativo, nos hemos olvidado hasta de nuestra futura descendencia. Si no ponemos perseverancia en ello quizás ni llegue. Tienes razón, dijo Vilma, ahora podemos volver al estudio y dedicarnos toda la noche a la procreación o a esforzarnos lo más gustosamente posible por conseguirla.
8.
Billy tenía una jaqueca intensa, sus ideas psicóticas iban menguando. Su vida se movía entre lo social y lo psicológico, o sea, desde el otro al uno mismo. Salió a la calle, quería caminar, pero pensó, hace tiempo que no hago nada de deporte, creo que debería empezar a practicarlo otra vez asiduamente. Se calzó las zapatillas de footing y salió a correr una hora y media. En dos meses llegaría a un mínimo de dos horas diarias, como lo que había practicado normalmente. A los diez minutos de empezar se sentía exhausto. Pasó una hora entre correr y caminar. Llegó a las torres Mapfre. Allí se sentó de cara a la playa y se puso a observar un mundo que no le gustaba. Y pensó, ¡bah!, si no me cuido yo, ¿quién me va a cuidar? Un tópico que muchas personas deberían seguir al pie de la letra, pues uno de los grandes males de esta sociedad es la autodestrucción. Hay mucha gente que se autodestruye sin ser consciente de ello. Billy quería dejar atrás esa etapa.
Había salido a correr con el móvil, así que decidió llamar a Amparo. Hola Amparo, he salido a correr, ahora estoy mirando el mar y frente a él percibo más mi pequeñez. Como creo que tú no eres mucho más grande que yo, quizás quieras hacer fuerza conmigo para sentirnos dos pequeñeces o no tan pequeñeces frente al inmenso mar, dependiendo de nuestro estado de ánimo. ¿Vienes a tomar el sol conmigo? Ahora voy, dijo Amparo, aguanta tus limitaciones al sentir la naturaleza, hasta dentro de media hora, adiós, un beso.
Mientras tanto, Billy estuvo observando cómo un niño de unos cinco años jugaba a hacer un castillo con la arena de la playa. Pensaba que a esta temprana edad la mayoría de los juegos eran ya individuales. Interactúan y juegan juntos los niños pero a la vez solos, como sujetos que son. Porque en el juego sólo piensan en su satisfacción y es competitivo para sentirse mejor que los otros. Como en la mayoría de juegos, la cuestión era ganar. Así acabamos siendo en el mundo de los adultos, egoístas y competitivos.
Llegó Amparo saludando efusiva a Billy. Como ya debes saber, he llegado a un acuerdo con los representantes de tu editorial. Sí, me van a publicar. De momento irán saliendo tres poemarios con un lapso de tiempo de seis meses entre un libro y otro. No sé aún cuándo se lanzará el primero. Hace nada ni tan siquiera soñaba con ello. Gracias Billy por haberme ayudado. El mérito no es mío, dijo Billy, cuando una poetisa tiene calidad su triunfo ante el mundo no se puede detener. Te lo mereces, Amparo, a mí tu poesía me gusta mucho. Tu éxito es completamente normal.
Empezaron a pasear descalzos sobre la arena de la playa. ¿Cómo es que te ha dado por correr? En mi pasado había hecho mucho deporte, contestó Billy, y creo que volverlo a practicar puede venir muy bien para mi salud mental. Pues enhorabuena por tu decisión. Porque no soy deportista, sino te acompañaba. Pero si quieres podemos vernos algunos días cuando acabes de correr para tomar una cerveza. Me parece perfecto, dijo Billy, vamos a un bar.
Se sentaron en una terraza de la Barceloneta, a la que habían llegado, paseando y observando una fauna antropológica equivalente a las antropologías de las ciudades más cosmopolitas del globo. En ese cerca de quilómetro de paseo, vieron todos los colores, clases sociales, tendencias religiosas y sexuales posibles. Realmente Barcelona, desde hacía ya bastantes años, era una de las capitales culturales del planeta. O eso consideraban algunos de sus habitantes, como por ejemplo Amparo y Billy.
¿Qué te parece el paisaje humano que nos ofrece Barcelona? Ya no nos hace falta mirar películas, ni viajar para conocer las diferentes razas del planeta. Todo está condensado en esta metrópolis tan loca. Digo loca por lo esquizofrénica que es, o al menos que produce Barcelona a sus habitantes, dijo Billy. Sí, y la tenemos a nuestros pies, añadió Amparo.
Amparo no sabía a qué atenerse. No acababa de clarificar sus intenciones hacia Billy. Menos aún sus sentimientos hacia él. Pensaba, ¿cómo me puede interesar alguien con un juicio tan dañado como el de Billy? Y si no es dañado, lo que está claro es que se sale de lo establecido. Billy en cambio pensaba diferente. La ataría a mi lado como fuera. Si pudiese, haría firmar un contrato a Amparo que dijera, soy tuya, Billy Fresser, para siempre. En realidad su situación sentimental como pareja quedaba lejos. Pero eso sí, se lo contaban todo. Contarse todo para Billy era bueno, aunque no sospechaba que ese contarse incluso sus aventuras sexuales podía querer decir que para Amparo Billy sólo era y sería un amigo. Aunque las parejas que funcionan son las que no se esconden nada.
Billy dijo, creo tenerlo Amparo. ¿Crees tener el qué?, le preguntó Amparo. La respuesta para esta corrupción y esta crisis económica. ¿Y cuál es?, volvió a preguntarle Amparo. Mira, la democracia, o al menos nuestras sociedades, se forman de un poder constituyente, que somos todos nosotros, y de un poder constituido que es el que elegimos nosotros para que nos gobierne. Pues voy a hacer un trabajo enorme en las redes sociales para que se entienda que esto se ha de acabar. Que no vamos a elegir más poder constituido. Que no vamos a elegir unos representantes, que luego no representan nada. Cada uno ha de ser su representante en una sociedad que debe estar formada por individuos particulares que tengan poder de decisión sobre sus vidas. O sea, que el mayor boicot a la política imperante sería cortarla de raíz. Ya no va a haber representantes que hagan lo que quieran. Lo de los bancos también se ha de acabar. Hemos de retirar todos el dinero de nuestros bancos. No pagar más nuestras deudas a esos bancos que se aprovechan de nosotros. ¿Verdad que hemos de acabar muriéndonos? Pues al menos controlemos nuestras relaciones políticas y económicas. Así como las vitales y nutritivas. Basta de comer porquerías, hemos de exigir saber de dónde vienen y cómo se producen nuestros alimentos. Me parece muy bien todo esto que me explicas, dijo Amparo, pero un poco utópico. ¿Tú crees que las personas están dispuestas a meterse de lleno en este tipo de luchas? Habrá gente que te pueda apoyar, pero acabará siendo una minoría. Me es igual, dijo Billy, yo lo he de intentar, probar de cambiar la sociedad es lo mínimo que se puede hacer, se tendrían que multiplicar los intentos. ¿Y si tú te metieses en la lucha quedarías más reconfortada? Yo sé que el mundo ha de cambiar, pero no sé si me veo yo con fuerzas de cambiarlo. Con el intento de cambiar y mejorar yo misma ya tengo trabajo para años. Y continuó diciendo Amparo. ¿No crees que te deberías preocupar un poco más de ti mismo y de tu enfermedad antes de luchar por la sociedad? Creo, que en mí una cosa va con la otra. Luchando políticamente mejora mi salud mental y mi estado de ánimo, dijo Billy. Parece mentira que sea así, que tuteándote intelectualmente con la mierda política puedas encontrarte mejor. Yo, en cambio, me hundo anímicamente a la que leo tres días seguidos la prensa y los horrores del mundo. Cada uno es solo él mismo. Supongo que tú estás mucho mejor que el mundo, por eso su situación te baja anímicamente. Pero como yo estoy peor que el mundo, luchar por él llega a reconfortarme, dijo Billy. Debe ser inquietante verte peor que un mundo que se está fracturando por todos los lados. ¿Tu amor por la poesía dónde encaja en tu vida?, preguntó Amparo. Es el escape. Cuando siento que necesito vitalidad para seguir adelante me sumerjo en mis poetas preferidos. ¿Sabes a quien estoy leyendo ahora, que me gusta hasta la obsesión? ¿No, a quién? A Pere Gimferrer, dijo Billy. Me interesa totalmente.
Estaban comiéndose unos calamares a la romana y un pincho de bacalao gratinado cuando apareció por la terraza Vilma acompañada de Sergio. Hola, Amparo, hola, Billy. Hola, Vilma, hola, Sergio, dijo Amparo, no me acordaba que le ibas a hacer una crónica. Hola contestó este, no sé que ve Vilma de interesante en mí, pero aquí estamos para hacer de modelo entrevistado. ¿Podemos presenciar la sesión de trabajo?, dijo Billy. Por supuesto, contestó Vilma, ¿no te importa verdad, Sergio? No, no, cuantos más seamos mejor.
Vilma sacó la cámara Canon, y empezó a hacer retratos de Sergio. Puso en marcha la grabadora, y comenzó el trabajo. Tú eres arquitecto y artista, ¿existe alguna relación entre estas dos actividades? Yo creo que la arquitectura es muy visual y muy técnica. Es trabajar el espacio vacío por dentro y también su superficie, siempre en tres dimensiones. Mientras que la pintura trata de hacer aparecer en un espacio vacío bidimensional una imagen. Creo que hay una gran conexión en este aspecto y también en la importancia de lo visual, de la vista, para ambas. A parte que la arquitectura que más me motiva es una arquitectura sensual, sería como trasladar a Gaudí a la actualidad. Y la pintura que hago también es sensual, ya que me dedicó a retratos de desnudos, tanto de hombres como de mujeres. ¿Nos has dicho qué tus tendencias sexuales son homosexuales? ¿Qué te implica para visualizar los desnudos femeninos? ¿Y los masculinos? Yo cuando hago retratos intento pintar cosas bellas, y no en términos tópicos, y personalmente encuentro belleza tanto en el cuerpo femenino como evidentemente en el masculino. ¿Estás en algún proyecto importante por tu labor actualmente? Sí, estoy aprendiendo mucho en un despacho de arquitectura, en el que me están dando algo de responsabilidad. Y expongo en dos galerías a la vez, una en Barcelona y otra en Sant Cugat. Mi pintura está teniendo buen recibimiento en las galerías y los espectadores. Con lo joven qué eres ¿cuáles son tus planes para el futuro? En arquitectura, seguir en este despacho y esperar a que se levante el país de la crisis, que para mi profesión es nefasta. Y en la pintura, seguir trabajando con ilusión y saber venderme. En todos los proyectos laborales personales el marketing, el saber vender tu trabajo es básico para el éxito. Una pregunta personal, ¿has leído alguna vez a Jean Genet? Sí, es un referente estético gay de esta ciudad. Como sabéis, pasó aquí un tiempo prostituyéndose travestido, y luego llegó su fama con una prosa magistral, y unas novelas recomendables a cualquiera que le guste la buena literatura, y por supuesto sin prejuicios. Porque en sus novelas hay muchos momentos de sexo entre hombres.
Vilma estaba satisfecha con la entrevista. Además, ahora después de hablar estaba realizando unas fotos mucho más interesantes. El modelo estaba tranquilo y los retratos representaban mucho más la personalidad del retratado.
Amparo dijo, muy interesante Vilma, con tu trabajo debes conocer muchas vidas diversas. Has aprendido de ellas muchísimo, ¿no? Sí, tienes razón, contestó Vilma, incluso me estoy planteando publicar en un libro la recopilación de entrevistas con todo el material de estos años. Serían textos asequibles para la gente de la calle y creo que de gran interés. ¡Qué buena idea! dijo Billy, yo sería un lector seguro. Me interesa, como sabes, la gente y sus vidas, sus problemas.
Sergio dijo que se tenía que ir. Bueno ya me enviarás la crónica finalizada, tanto si te la publican como si no. Se despidió de los tres con dos besos a cada uno y se dirigió al metro de la Barceloneta.
Mientras tanto a Vilma se le iba fraguando una idea en la cabeza. La soltó de golpe. ¿Vamos a visitar a Miguel a su estudio? Yo creo que le hará ilusión y así sale un poco de su obsesionante trabajo. ¿Sabéis?, lo tiene que acabar en un tiempo determinado para mostrarlo y exponerlo. Las fechas de la exposición están determinadas y les quiere dar una sorpresa a los de la sala con cuadros nuevos. Vale, vamos a visitarle, así cogerá aire fresco para seguir creando, dijo Billy.
Llegaron al estudio, pero no estaba Miguel. Vilma se disgustó, casi no se veían por la cantidad de trabajo que tenía y resulta que no estaba allí. Le llamó al móvil. Este contestó, hola Vilma, ¿dónde estás? Yo acabo en seguida una reunión con el gerente de la galería. En media hora estaré en el estudio. Y tengo una buena noticia, ¿sabes qué?, he finalizado todo el trabajo pendiente que me había impuesto. ¿Que si estoy satisfecho? Supongo, es muy pronto para decirlo, no puedo ser objetivo. Vilma le propuso, pues ya que has acabado, Billy, Amparo y yo te invitamos a que vengas a la Barceloneta, ¿te apetece? En una hora espero juntarme con vosotros, chao, dijo Miguel.
Mientras esperaban Amparo, Billy y Vilma fueron a un bar a tomar unos vinos helados. Para sorpresa de los tres sonaba de fondo Carlos Gardel. Era el tanguero referente de Billy. Además a Vilma y Amparo también les gustaba el tango. No se tomaron un solo vino cada uno sino cuatro. Y Miguel no tardó una hora sino hora y media. Cuando llegó, Vilma estaba muy enfadada. Lo siento, dijo Miguel, no puedo controlar ni cortar el tiempo de una reunión. Además, no he asegurado la hora de llegada. Vilma contestó, quizás tienes razón, pero es que no me gusta esperar, estoy medio borracha y muy enfadada. Y le soltó un bofetón. Miguel se rió y le dijo que estaba loca. Y además de devolverle el bofetón, le dio un beso apasionado y le dijo a la oreja, ahora que he acabado mi trabajo y encima se encarga la galería de todo lo referente a la exposición, vamos a tener todo el tiempo que queramos para crear lo que queremos crear juntos. Vilma, sin fijarse en que Amparo y Billy estaban mirándoles, le devolvió el beso y le paso la mano sobre la bragueta. Amparo dijo, ¿qué pasa ahora, sobramos o qué? Miguel dijo no, no, venid al estudio que os mostraré la obra acabada. Todavía no se la han llevado y Vilma y yo tenemos todo el tiempo que queramos. Además en el estudio he preparado un Goulash de ternera para chuparse los dedos y unas botellas de Rioja Gran Reserva exquisitas. Fueron los cuatro al estudio, Miguel descorchó una botella de Rioja. Sirvió cuatro copas y brindó por el trabajo bien hecho y el trabajo concluido. A continuación les mostró los cuadros. Eran como una veintena de cuadros de unos 245 cm. por 320 cm. de colores vivos, muy metafísicos por la cantidad de esferas que los componían. Los colores se iban difuminando y convirtiendo en otro color al rebasar unas limitaciones de las esferas realmente gruesas. Todas eran pinturas abstractas que podían representar cosmos diferentes e imaginarios. En una parte de cada dibujo se encontraba una referencia bíblica, tanto escrita como dibujada.
Después de un gran esfuerzo y de haber pintado muchos más temas y más cuadros, luego rechazados para esta exposición, Miguel había escogido los que les enseñó. La verdad es que los cuadros impactaban. Amparo le dijo, son cuadros soberbios, dan una sensación de pequeñez al que los observa. Enhorabuena, en serio, Miguel. Es una obra monumental, extraordinaria, que tengas mucho éxito. Billy dijo, a mí siempre me ha gustado más la pintura figurativa, pero esta obra dice cosas y te hace cuestionar otras. Vilma estaba orgullosa del trabajo del futuro padre de su hijo, no sabía aún si formarían una familia, al menos desde las normas convencionales.
Miguel le dijo a Vilma, y este te lo regalo a ti. Es un retrato tuyo pintado con los colores de la pasión, un día después de hacer el amor te quedaste desnuda, dormida, y te tomé una maravillosa foto. Con ella te he hecho este retrato desnuda. Espero que te guste. Vilma empezó a llorar de emoción. Es mejor que cualquiera de los que vas a exponer. En serio, me estás conquistando. Y le dio otro profundo beso. Este regalo te lo pagaré en especie. Se quedó abrazada a él.
Después de observar las pinturas y mediante la introspección, racionalizaron las emociones que les había despertado la obra y Miguel calentó el Goulash. Descorchó otra botella de Rioja y les dijo, apartad oleos, papel, telas, carboncillos y otras herramientas de la mesa y sentaros, habiéndoos servido antes vuestro plato de Goulash que está en la olla sobre el fogón de la cocina. Así lo hicieron y también se sirvieron un bouquet de setas del bosque salteadas sobre un confitado de tomate. Vilma le dijo, eres artista pero podrías haber sido cheff perfectamente. Gracias por el cumplido. La cocina sirve en mi vida para lo que sirve, arrojar de mi interior los fantasmas que la pintura todavía no ha logrado aniquilar. ¿Qué fantasmas puede tener un privilegiado como tú?, le preguntó Billy. Yo soy tan privilegiado como cualquiera. Es más, soy un cualquiera, como diría mi admirado filósofo Giorgio Agamben. No existen ya las personas especiales, pues si las hay saben que llegarán a fracasar. Las expectativas de la gente particular que no es un cualquiera, son tan grandes que se hunden en esas perspectivas, corrompen sus sentimientos y por lo tanto sus acciones, comentó Miguel. Además, también eres pensador, dijo Vilma. Todos los seres humanos somos pensadores o ¿has conocido alguna persona normal que no piense? No, pero la gente no crea unos pensamientos tan elevados estéticamente como los tuyos, continuó la conversación Amparo. Elevados por lo poco terrenal, ¿no?, porque yo que me las doy de irracional en mi producción artística, en realidad, como he dicho, soy un cualquiera. Porque mi obra es una obra cualquiera como su máquina creadora. Billy cansado dijo, pero tú además de ser una mente privilegiada estás de guasa ¿verdad? Miguel exclamó ¡se está volviendo a enfriar el Goulash, comed por favor! A lo dicho, todos casi al unísono introdujeron un trozo de carne de ternera en la boca, y todos casi también a la vez se relamieron los labios y exclamaron, ¡esto es un manjar no apto para cardíacos! Y brindaron con las copas de caldo alcohólico con marca registrada, Rioja.
Repitieron los cuatro Goulash varias veces hasta que se vació la cazuela. Era un mediodía radiante en el que apetecía que el sol calentase la piel necesitada del alimento solar. Si en las plantas para su existencia es fundamental el sol, en el hombre también. La gente que no ve el sol se convierte un poco en vampiro, al menos en lo que respecta al color de la piel, y en lo tenebroso de su personalidad quizás también. Por ello y por una razón, la de la voluntad de la mayoría, salieron a la calle con destino directo a la playa de la Barceloneta otra vez, la más cercana al Raval barcelonés. Llegaron para tumbarse sin toallas y casi desnudos sobre la arena. Estuvieron mirando el cielo y tras la propuesta de Amparo iban improvisando versos, un verso cada uno, como si de un recital se tratase, sin plasmarlos en ningún papel. O sea, que se perdían y olvidaban al ritmo del susurro de las olas del mar:
Amparo- Te oigo como el sordo puede oír su consciencia.
Billy- Y aun así no te comprendo, querido farsante.
Miguel- Que tu azul es tan intenso que tus mentiras coloreadas se asemejan al agua de la mar.
Vilma- Pero, y sin saber si te amo, seguirás siendo mi amante por los siglos de los siglos, amén.
Amparo- Y no preguntes qué cara tengo cuando no te miro, ya que de contradicciones se alimenta el espíritu.
Billy- Yo, ecce homo, que creo saber la verdad, sé que todo es intuición y propensión, y como tal me niego a existir como existo, me niego.
Miguel- No quiero ser yo, quiero ser aquel del semblante feliz, que siendo él mismo no tiene ningún tipo de terror por su impulsivo descontrol.
Vilma- Dame de beber, dame de comer, cuerpo de tu cuerpo, jugos de tus jugos, y al final quizás nos recompense el destino, en forma de lloros infantiles, en forma de preocupaciones de por vida.
Así se pasaron los cuatros más de una hora, sin hacer caso de los perros ni de los niños que se les acercaban. En un momento en que les molestaba el sol se pusieron gafas oscuras. Y un joven que debía ser aficionado a la literatura y a las metáforas les puso un apodo, los poetas irreflexivos. Ya que no hay nada más irreflexivo que inventarse versos que en el acto van a ser olvidados y que tan poca gente va a conocer. Además, miraban distraídamente alguna nube bajo el calor del sol de julio, rebozados de arena en una playa repleta de gente, medio desnudos, en calzoncillos y tangas y Vilma y Amparo sin sujetadores. De vez en cuando, les excitaba la provocación que causaban a algunos playeros, que intentaban aislarse entre la multitud, siendo más que nunca parte de una masa sin personalidad, imbécil.
Sin haberse echado crema protectora contra las radiaciones solares y los cuatro rojos y quemados, se levantaron de la arena, y prácticamente desnudos, fueron a una terraza de la Barceloneta en busca de cuatro cervezas heladas. Acabamos de conseguir hacer un acto de protesta radical contra lo establecido con el verso por delante. ¿Hay algo más transgresor que la poesía?, dijo Miguel. No, nada, contestó Billy, me he sentido tan bien que me da la sensación de que ya no soy el único loco de esta ciudad, ahora somos cuatro poetas locos, que es la peor de las locuras. ¿Sabéis de qué tengo ganas?, preguntó Vilma. De emborracharme, de follar ahora, aquí mismo con Miguel y de caminar hasta caer en una extenuación tal, que durante dos días sólo tenga ganas de actividades intelectuales. No lo he dicho en orden de preferencia, que conste. Y en las tres cosas no me importaría que me acompañarais. ¿Qué, te apetece el exhibicionismo?, le preguntó Amparo. No, lo que pasa es que estoy tan a gusto con vosotros tres, que no me apetece esconder nada a ninguno del grupo, ni mis deseos ni mis acciones. Eso de recitar poemas en voz alta casi gritando me ha acercado a vosotros como nunca lo había hecho con nadie. No sexualmente, pues he decidido ya que voy a ser solo para Miguel, pero si emocionalmente. Me siento dentro de un círculo de amistad inquebrantable, contestó Vilma. Lo que pasa es que las cosas suben y bajan, la intensidad de las atracciones y de las voluntades se va modificando. Pero es cierto, estamos en un idilio de amistad tan intenso, al que ni los adolescentes más pasionales llegan.
Acabaron sus cervezas y no sabían qué hacer, de qué hablar. Tan sólo se miraban y veían el mundo como un extraño. Con comprenderse y comprender sus emociones les bastaba. De repente Miguel se quitó los calzoncillos, lo mismo Billy y Amparo y Vilma las bragas. Y se dieron un abrazo. Estaban en una zona que no era nudista, desnudos, abrazándose, a veces excitados y a veces no. Cada cierto tiempo uno improvisaba un poema. En esos momentos dejaban que entrase y saliese de su interior cualquier emoción, desde la pasión, el odio, el deseo, el aburrimiento… La gente que circulaba por su zona, porque ahora era suya, los miraba sin saber qué pensar, si estaban locos, o eran unos excéntricos e inadaptados que querían llamar la atención. Fueron otra vez a la playa y, tendidos sobre la arena, Vilma empezó a tocar a Miguel, diciéndole hazme el hijo que buscamos, aquí y ahora. Miguel se echó sobre ella, la penetró y follándola con una intensa excitación, llegaron al cielo en el orgasmo más potente de sus vidas. Entre la gente más cercana, había algunos que disfrutaban mirando sin tapujos ese momento de sexo que se ofrecía tan descaradamente a su vista. Más tarde, Amparo y Billy brindaron con sus amigos con una lata de cerveza cada uno.
Acabaron la jornada borrachos en casa de Amparo, deleitándose con La noche transfigurada de Schomberg, sintiendo la cercanía emocional que habían alcanzado entre ellos. Miguel les dijo, nunca me había pasado una cosa así, creo que sólo podría comparar nuestro sentimiento de amistad al que debió de unir a Jesucristo con sus discípulos. Ahora deberíamos irnos cada uno a nuestra casa para racionalizar y objetivar la experiencia de este día. Pero un momento, ¡que acabe la pieza que estamos escuchando!, dijo Amparo. Los cuatro se pusieron a escuchar, concentrados, La noche transfigurada, recibiendo impresiones sonoras magníficas y al mismo tiempo meditando. Finalizada la obra, Billy dijo, hoy he conocido la amistad sin intereses, es una experiencia que recomiendo. Hasta mañana si el destino lo permite. Billy, Vilma y Miguel dieron un beso a Amparo, se abrazaron los cuatro y salieron del apartamento, cada uno en dirección a su casa, pensando en cosas en parte incomunicables, como son los sentimientos, que según el significado de la palabra, para conocerlos la única manera que hay es sintiéndolos.
Miguel, acabados los trabajos para la exposición, se dirigió a la Central para comprar unos libros. Se decidió por la novela América de Susan Sontag, una antología española de poesía de los cincuenta, y La Condición Postmoderna de Lyotard. Fue a un bar que bastante tranquilo y se puso a leer. Llevaba sus buenos veinte minutos leyendo poesía cuando se le acercó una camarera muy sexi. ¿Qué quiere tomar? Déme la carta de tés, contestó Miguel. La camarera se la trajo. ¿Cuál me recomiendas? Uno de chocolate y naranja. Es mi preferido, dijo la camarera. Bien, pues uno de ellos. Por cierto, ¿cómo te llamas? Natalia, contestó ella. Gracias Natalia. Miguel cogió el libro América de Sontag y leyó durante una hora. Al principio, la descripción que hace una inmigrante en Estados Unidos cuando observa una fiesta de la clase alta, le pareció soberbia. Las descripciones, las conversaciones de la gente del establishment americano y los sueños de esa mujer por entrar en un mundo así lo consideró interesante.
Miguel es y había sido siempre un lector empedernido. Disfrutaba de la literatura. ¿Era realmente la literatura el verdadero arte del concepto?, se preguntaba constantemente. Si un artista plástico quería crear arte conceptual ¿debía ir a la poesía? O, como pensaba Heidegger, la poesía puede estar en las diversas artes. Nunca había escrito poesía para presentarla al público, quizás era algo que debiera considerar. Después de que le sirvieran varios tés de chocolate y naranja, que le habían gustado mucho, volvió a coger el libro de poesía de la generación de los cincuenta. El que más le convencía de todos los poetas era Gil de Biedma, aunque todos le parecían muy interesantes. Eran unos intelectuales muy ilustrados aunque la mayoría no pertenecía a la academia universitaria. Después de leer varios poemas de Ángel González, Claudio Rodríguez y Carlos Barral, pidió a la camarera sexi un Vodka Absolutte, y escribió un poema:
Qué sensación en blanco y negro,
cuando el aire no te deja diferenciar
el calor del frío.
Y después de que los pelos se enloquezcan
sólo cabe esperar un grito
de alivio o de terror.
¿Y después del grito?
Después del grito quizás
puedas volver a ver los colores.
Y aunque sólo los veas tú
no quiere decir que sean tus colores.
Ya que los colores no son de nadie,
ni de quien los posea, ni de quien
los aborrezca y tenga el derecho
de no tenerlos.
Los colores tan sólo son.
Vilma se separó de sus amigos caminando y no paró de andar alrededor de Barcelona hasta darle una vuelta entera. ¿Por qué lo hizo? Ni ella lo sabía, sólo tenía ganas de caminar, de mirar y pensar lo mínimo posible. Pero no pensar en nada durante esas horas era difícil. Intentó imaginar el aspecto que tendría su futuro hijo de recién nacido, a los cinco años, de adolescente y ya de adulto, cuando ella fuese vieja. En todas esas imágenes, él era la más bonita de las personas de género masculino de su edad que existían. Si aquellas imágenes fuesen de una fémina también sería la persona de género femenino más bonita que existe. Lo bueno del caso es que en ambas casos se creía objetiva en sus juicios.
A continuación, mientras caminaba, tuvo una fantasía sexual con Miguel. Se excitó tanto que la invadió un orgasmo muy intenso. Después, trató de llegar a una meditación mística, probando si conseguía entrar en contacto con la divinidad. Sin embargo, acercarse a la divinidad viene irracionalmente, no se puede conseguir racionalmente.
Con estos pensamientos acabó de dar la vuelta a Barcelona, entró en un bar y se pidió una cerveza helada. Después fue a su casa a descansar y ver si podía dormir, aunque no estaba segura de conseguirlo por todas las emociones del día.
Amparo se había quedado en su casa. Se desnudó y, ya en la cama, pensando en Billy, se masturbó escandalosamente. Acto seguido, cogió un lienzo y pintó un autorretrato masturbándose. Intentó conciliar el sueño, se bebió una tila y puso una sonata de Mozart. Pasó media hora y no se durmió. Pasada otra hora, todavía no se había dormido. Entonces, cogió de la nevera queso en láminas, jamón dulce y pan de molde y se hizo dos biquinis. Se los comió con un vaso de sidra. Al acabar, se sentó en la terraza, donde no se oía ningún ruido, aunque observó en la ventana del piso de enfrente a una pareja follando y, excitada, volvió a masturbarse. Después de dos horas ya dormía en la silla de la terraza. Al cabo de dos horas más se despertó con dolor por todo el cuerpo. Intentando hablar con Billy sin conseguirlo se metió en la cama y estuvo leyendo un rato una biografía de Matisse hasta conciliar el sueño.
Billy, cuando se separó de sus amigos había continuado a la deriva por el centro de Barcelona tomando copas de bar en bar, emborrachándose, sin hablar con nadie, mirando a todas las personas y cuantas escenas callejeras se le presentaban. Finalmente entró en un restaurante para comer una fideuá. La encontró deliciosa y quiso hablar con el chef para felicitarlo. Resulta que le conocía, era un antiguo compañero de un equipo de baloncesto en el que había jugado. El chef le dijo que en media hora dejaba de trabajar, que por qué no lo esperaba. Eso hizo y se fueron a seguir bebiendo a una cocktelería que conocían, donde recordaron los viejos tiempos y se contaron la vida actual. Si volvían a encontrarse sería totalmente por azar. Después de unos cuantos Dry Martiny se despidieron. Billy se dirigió a su casa. Se puso una película erótica de los setenta, de Emmanuelle. Se masturbó, y se quedó dormido vestido.
Pasó la noche, en la que los cuatro habían descansado bien y hasta tarde. La orgía de amistad quedaba lejos, ya había pasado casi un día con la noche. Vilma llamó a Miguel y se desesperó. ¿Por qué? Miguel le acababa de decir que estaba ideando otro proyecto artístico, quería elaborar unas pinturas que ellas mismas fuesen conceptos y poesías. Vilma pensó, ¡este, que está con aires de grandeza! A mi entender crear pinturas poesías lo habían intentado muchos pero logrado muy pocos. Vilma le dijo a Miguel, tú, cuando tengas a tu hijo ¿seguirás con tantos proyectos?, porque si sigues así, no tendrás tiempo para ver al niño ni podrás ayudarme. Tranquila, Vilma, que sé adaptarme a las situaciones y siempre con amor. Bueno, ya que tienes en mente algo de tal envergadura te airearé cuando quedemos en el estudio. ¿O prefieres un descanso más largo y venir a mi piso? Miguel estuvo unos segundos pensativo y contestó a Vilma, bien, voy a tu casa. Pero cuando llegue, quiero que tengas ya la comida como hago normalmente yo si te invito. De acuerdo, en mi cocina la sencillez y el buen sabor se dan la mano, dijo Vilma. Sorpréndeme. Vilma estuvo toda la mañana leyendo. Desde antes de saber que vendría Miguel a su casa ya tenía claro qué le iba a preparar. Había ideado el menú desde hacía semanas, pues sabía que esa situación iba a llegar.
Al llegar Miguel, vio la comida sobre la mesa. Había una tortilla no sabía de qué y una ensalada de tomate verde, mozzarella y pepino, aliñada con vinagreta de menta. ¿De qué es esta tortilla tan apetecible?, preguntó Miguel. De ajos tiernos, alubias blancas y bacalao. En medio de la mesa había dos botellas Marqués de Cáceres.
Después de observar los alimentos que estaban sobre la mesa, Miguel saludó como debía a Vilma. Hola, corazón y le dio un beso en la boca. Vilma parecía nerviosa. Es la primera vez que comemos en mi casa solos y se ha de celebrar. Solos y acompañados, dijo Miguel. Mira, te quiero enseñar estas fotografías sacadas este último año. Son retratos de gente de Barcelona, le explicó Vilma, después de comer, las miramos. La tortilla sorprendió a Miguel, estaba deliciosa. Se lo comieron todo y bebieron una botella de vino. La otra quedó para el resto de la tarde. ¿Sabes qué he pensado? Que no deberíamos hacer más el amor. Quiero saber si realmente ayer concebimos a nuestro hijo. Me gustaría que hubiese sido cuando hicimos el amor desnudos en la playa. ¿Por qué no compramos en la farmacia el test de embarazo?, propuso Miguel. De acuerdo, contestó Vilma. Con lo excitada que estaba, le apeteció hacer el amor esa tarde con preservativo. Aparte de querer tener un hijo juntos hay atracción sexual entre nosotros, ¿no?, lo justificó Vilma. Claro, claro. Se tumbaron en el sofá con la otra botella de vino sobre la mesa. Vilma puso la película La coleccionista, de Eric Rohmer. Les gustó mucho. Es difícil hoy día encontrar cine como el de antes, dijo Vilma. Sí, además Rohmer es un genio del diálogo, sus películas son reales por la forma de tratar la historia, pero a mí los diálogos me parecen algo irreales. Son preciosos. En ellos no sobra ni falta ninguna palabra. Eso no se da en la vida real entre personas. Al cine de Rohmer lo llaman cine realista, pero en sus diálogos hay cine poesía. Además, escarba en las relaciones de pareja. Plasma en sus películas una filosofía de las relaciones humanas. Hay quien supone que este director tiene algo de sensibilidad femenina, iba diciendo Vilma. ¿Por qué lo dices? Simplemente, porque a todas las mujeres que conozco y han visto a Rohmer les ha gustado mucho. En cambio, a los hombres, no tanto. Coincidencias, puras coincidencias, contestó Miguel.
Vilma le preguntó, ¿y cuál ese arte concepto poesía que quieres crear? No sé, no sé por dónde lo voy a encaminar exactamente, aunque además de pintura me gustaría meterme un poco en el mundo de la escultura, que lo he tocado poco. Quiero intentar hacer unas obras que sean como relieves escultóricos pero realizados con pintura. Que la escultura o el relieve pudiera ser con algo de yeso y gran cantidad de pintura. Elaborar mis obras con emblemas y conceptos históricos sacados de la filosofía, de la poesía, de la teología. Me parece interesante, dijo Vilma. ¿Y no se te ha ocurrido añadir fotografías en forma de collage? Estamos en la era de la imagen, sobre todo de la imagen fotográfica, con y sin movimiento. Si quieres te hago una recopilación de fotos que me puedan parecernos interesantes. Miguel se quedó pensativo. Sí, incluso imágenes proyectadas sobre el relieve. Lo he de estudiar, pero puedo sacar partido de ello. ¡Oye, Vilma! ¿Por qué no trabajamos juntos, tú haciendo la imagen fotográfica o filmada después de ver el boceto que yo he dibujado sobre lo que pueda ser el futuro relieve? Incluso puedes tú realizar la imagen y yo crearé el relieve a partir de esa imagen.
Estuvieron dialogando de lo que podría ser el proyecto en común cuando, de repente, se habían quedado dormidos. Pasaron unos cincuenta minutos y Vilma se despertó con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Sabes que he soñado?, dijo sacando a Miguel del sueño. ¡A ver!, ¿qué has soñado? Contestó un poco molesto. Que estaba dando de mamar a un bebé precioso. ¿Y por qué no bajas a la farmacia y te haces la prueba del embarazo? Tienes razón, sí, sí, mañana mismo voy a la farmacia y la compro.
Mientras tanto Billy estaba en su casa con un dolor intenso de cabeza. Intentaba leer poesía de José Ángel Valente. Pero con el dolor de cabeza le costaba entenderla. Bebía sin parar vasos de agua helada. Dejó de leer, cogió un bolígrafo y se puso a escribir:
Poder constituyente quizás ya no es tal poder.
Poder constituido es elegido por el poder constituyente pero como este no tiene poder alguno, el poder constituido elegido por el poder constituyente sin poder, hace en el poder constituyente lo que quiere.
En España la ley está en la edad de piedra. El poder constituido corrupto roba, y continúa en el poder. Por lo tanto la ley no funciona.
¿Qué tipo de soluciones existen para una situación tan negativa y desesperante?
Que el poder constituyente vuelva a tener poder.
¿Y cómo se puede lograr?
Que la masa del poder constituyente aprenda a poner límites al poder constituido. Si para ello se necesitan las armas, se cogen.
Escribió estas líneas para meterlas en todas las redes sociales y enviarlas vía mail a todos sus contactos para que se extendiesen rápidamente. Quizá produjesen algún efecto por sí mismas.
Billy empezó a pasársele el dolor de cabeza, pero la borrachera había hecho estragos en la percepción de sí mismo. Se veía débil, vulnerable, sucio y poca cosa. Aunque le hubieran dicho mil veces que era el hombre poesía, a pesar de que había escrito pocos versos.
Llamó a Amparo, que contestó, precisamente ahora te iba a llamar yo, ¿sabes?, estoy muy contenta, vuestra editorial me va a publicar ya pronto, sin fecha determinada aún, varios libros de poesía. Y una galería muy clásica con obra de talante impresionista está interesada en exponer las obras más figurativas que tengo. Me gusta la idea. Ya sabes que he pintado abstracto y figurativo. Creía que no tenía un estilo propio, y los de la galería me han dicho que a todas las pinturas se les nota mi firma. Me siento feliz. ¿Y tú, cómo estás? Tengo una resaca enorme. Ayer, cuando nos despedimos de la orgía de amistad, seguí tomando copas y me pasé. Amparo le preguntó, ¿y cómo va tu cabeza? ¿Te está dejando respirar con tranquilidad? Es el mundo el que no me deja respirar con tranquilidad. Empecé con esta obsesión sin entender nada de ella y ahora que creo entender algo, es el mundo el que me da dolor de cabeza. Puede ser, quizás debieras apartarte de toda tu vida social, le propuso Amparo. No, no, yo sigo aquí, cada uno es cada uno, y vivo o malvivo aquí, porque solo tampoco viviría bien. Lo mío es un caso perdido. Ahora he dado un paso para incordiar a los que deciden en el país. Cuando puedas, mira tu mail o el facebook y observa lo que he enviado. Espera, dijo Amparo, que estoy entrando en internet. Ya veo, tú con tus luchas imposibles. Billy le contestó, porque tienes la vida solucionada pero los que somos unos proletarios que en cualquier momento nos podemos quedar sin nada, ¡qué podemos esperar de esta política especulativa! Sí, tienes razón, le contestó Amparo, pero yo no sé qué solución existe. La lucha social nunca ha resuelto nada. No sigas, la atajó Billy, si no llega a ser por las luchas sindicales y las comunas socialistas, ¿cómo estaríamos ahora? Puede ser pero, después de lograr el estado del bienestar y afianzarse las grandes diferencias de clase, ¿qué se ha mejorado con las luchas sociales?, contestó Amparo. Pero, Amparo, ahora porque estamos en una crisis económica y existencial, pero ¿crees que alguna vez ha vivido mejor la gente de clase media que en la época del bienestar económico? ¿Ha habido alguna vez tan pocas diferencias económicas entre las clases sociales? Puede ser que no, reconoció Amparo, pero preocúpate mucho más de ti mismo. Si no estás bien tú, todo el mundo que te rodea se desmorona, al menos dentro de tu psique. Sin el mundo, las circunstancias orteguianas se vienen abajo, el sujeto se derrumba. Bueno, cambiemos de tema y vente un rato a casa, le propuso Billy, te prometo tenerte preparada una ternera al Strogonoff acompañada de puré de castañas y ensalada de hoja de roble. Acepto tu invitación, dijo Amparo, espérame en tu casa, llego más o menos en una hora.
Amparo se duchó, se puso una ropa interior provocativa, y pensó con un cosquilleo en el cuerpo, por si acaso Billy se equivoca e intenta algo. Se vistió de forma que le pareciera más bonita, con una antología de los poetas de los años setenta en castellano, salió a la calle. Pensó que le sentaría bien caminar un poco y fue a casa de Billy paseando. Así haría tiempo para cumplir con el horario de la cita.
Mientras tanto, Billy había ido al mercado a comprar lo necesario para la comida que había prometido, y estaba cocinando rápidamente los platos. No los tendría acabados cuando llegase Amparo, a pesar de ello podría estar atendiéndola.
Llegó Amparo a la casa de Billy, que la invitó a un Martini Rosso y puso en unas fuentes unas olivas y unas patatas bravas. Amparo escogió como música el piano de Bill Evans. El tiempo que estuvieran juntos prometía que iba a fluir con cordialidad como siempre que se juntaban los dos.
Amparo tenía la cara radiante de felicidad, en cambio Billy mostraba en el rostro una expresión de angustia. Pero cambia esa cara, que la vida es bella, dijo Amparo. Bella para ti y para algunos más como tú, contestó Billy. Porque sé que estás de cachondeo… Y Billy, interrumpiendo a Amparo, le dijo, de cachondeo nada, con el mundo que nos rodea ¿cómo se puede tener una cara de tanta satisfacción y conformidad? Sí, puede ser, contestó Amparo, porque nosotros también rodeamos el mundo de los otros, y también ellos pueden pensar negativamente del mundo que les rodea. Cada cual con su historia, dijo Billy, yo tengo la mía y a ello me he de amoldar como un anillo al dedo.
Iban comiendo las patatas, las olivas y bebiendo los Martini, conscientes de que nunca se pondrían de acuerdo. Billy era demasiado negativo y para él, el otro, excepto en contadas ocasiones, era asqueroso, y aun así tenía unas grandes inquietudes sociales. Quizás para salvarse él y no sentirse raro, solo y mal. En cambio, Amparo lo tenía todo, dinero, no trabajaba, estaba teniendo éxito en su quehacer artístico, se sentía satisfecha con el mundo que le rodeaba. Quizás sea este el destino de los hombres por un lado y el de las mujeres por otro. Unos angustiados y problemáticos y otras alegres pudiendo con todo. Así se querrán y compaginarán. El caso es que el hombre, hasta que no asuma que el rol del hombre y la mujer en las comunidades ha cambiado y va cambiando sin prisa pero sin pausa, no estará bien.
A Billy, como estaba de resaca y había seguido bebiendo, en este caso Martini, le subió en seguida el alcohol a la cabeza. Empezó a ponerse meloso y cariñoso con Amparo. Hasta que ella se cansó y le dijo, ¿sólo me ves bonita cuando bebes? No, contestó Billy, tú me atraes mucho, lo que pasa es que el alcohol me da valentía ante una mujer tan segura de sí misma como tú. Mira, si quieres follar y no te aguantas, follemos, dijo Amparo, pero las consecuencias no sé cuáles serán, ¿estás decidido? venga desnúdate. Y ella se quitó los pantalones. No, así no quiero, Amparo, yo quiero pasión, deseo, incluso puede ser que amor. ¡Ahora me dirás que me amas!, dijo Amparo. Los sentimientos de una persona nunca los puedes saber, y sí, si no te amo, poco me falta, además yo creo que sí que te amo. ¿Tú has estado enamorada alguna vez? Claro que lo he estado y eso se sabe, dijo Amparo. Pues yo te amo, y aquí queda mi declaración de amor, poco ortodoxa, pero no he sabido hacerlo mejor. Amparo acarició el rostro de Billy, le dio dos besos seguidos en la boca, se sonrió y le dijo, eres un cielo.
Estuvieron un cuarto de hora callados. Después, Amparo le explicó, yo quizás también te quiera pero por ahora no debemos empezar una relación. ¿Por qué? Preguntó Billy. Porque tú estás muy mal, muy bajo anímicamente y las relaciones, si queremos que sean felices, cada uno ha de sentirse antes feliz. Menudas teorías, dijo Billy.
Decidieron dar un paseo y salieron abrazados como dos novios por unas calles ese día diferentes. Tanto para uno como para el otro tenían el espíritu de la cordialidad, de la amistad, del amor. Incluso Billy se sentía feliz y seguro de sí mismo. Mientras paseaban, fueron viendo la realidad de la urbe, ejecutivos nerviosos caminando rápidamente y hablando por el móvil. Trabajadores callejeros y transportistas amargados, o quizás no, por la vida. Jóvenes, que posiblemente se habían saltado alguna clase. Artistas callejeros, que no sabían si podían vivir de su trabajo. Indigentes, los excluidos de la sociedad, que a veces se autoexcluyen y otras la sociedad les da tantos golpes que acaban en la calle.
Observando esa melodía dodecafónica de rostros, dijeron Amparo y Billy, esperemos un poco para comenzar nuestra relación si la hemos de comenzar. De momento disfrutemos así el uno del otro. Es la manera de que aumente nuestro deseo mutuo hasta que explote.
Barcelona, como cualquier otra ciudad era un cultivo de alegrías, frustraciones, enfermedades mentales, relaciones quebradas, relaciones post mortem, relaciones a priori e incluso relaciones en potencia. Amparo, Billy, Vilma y Miguel eran cuatro ciudadanos, más o menos anónimos, que estaban y eran en la urbe de sus sueños, donde el olvido es siempre posible. Llena de barrios, en que cada uno significaba algo particular para ellos y llena de gentes, que a veces ellos aborrecían y otras ignoraban, en unas ocasiones interactuaban con ellas, y en otras eran sólo un paisaje, no sabemos si creado por Dios o por la evolución, eso lo dejo al parecer de cada uno.
Estos dos salvajes urbanos, que a veces necesitaban la esencia del entorno, caminaron sin parar. Billy comentó a Amparo, ¡no sé cómo nos puede gustar esta jungla de ciudad si a lo máximo que se puede aspirar aquí es a ser uno más de tantos! Y qué, ¿te parece poco ser uno más con lo fácil que es llegar a ser uno menos? Tú en concreto con tus crisis pasas de ser uno más a ser por encima de los demás y al mismo tiempo por debajo, le dijo Amparo. Corta el rollo, respondió Billy, yo soy yo siempre y la gente es ella misma siempre, pero mi enfermedad, si se puede llamar enfermedad, me deja frágil e histérico ante la otredad. Mi realidad es la que es, no soporto a nadie y la subjetividad me pone enfermo, literalmente dicho y sentido.
Siguieron caminando hasta que se pararon en una plaza en la que había unos cuantos marroquíes haciendo acrobacias. Se quedaron mirándolos, aun sabiendo que había gente más diestra que ellos en acrobacias. Estaban impresionados con las piruetas que hacían. Amparo tomó fotos de esos artistas callejeros con una pequeña cámara que llevaba siempre encima, y cogió la mano de un Billy que lo había presenciado con escepticismo y un tanto irónico. Aunque agradeció el calor de su mano y la abrazó durante unos minutos indiferentes a la actuación de los acróbatas.
9.
Vilma aquel mes llevaba un retraso de unos diez días en la menstruación. Estaba a la expectativa y no le había dicho nada a Miguel, a pesar de que albergaba una ilusión inmensa y algo de pánico. Decidió hacer vida normal, pensar en ello lo menos posible y ver cuál sería el desenlace de la situación. ¿Iba a ser madre ya o aún tendría que esperar? Estaba impaciente por saberlo.
Como habían quedado, fue al taller de Miguel, que, al verla, le dio un beso en la boca y la abrazó tiernamente. Vilma pensó, no, si al final vamos a estar tan conectados energética y espiritualmente que debe estar notando hasta mis sentimientos. A continuación le preparó un té y tenía croissants pequeños de chocolate que Vilma devoró. Miguel le dijo, mira estos bocetos de lo que podría llegar a ser esculturas en relieve. Vilma observó cuidadosamente los dibujos, el trazo era magistral pero eso no importaba porque, los bocetos servían sólo para tener una idea anticipada sobre lo que sería la escultura. Vilma le dijo, mira, por qué no me das los temas de las esculturas para ir preparando algunas fotos o videos de ellas. Te los daré pero aún no lo tengo claro, uno será la de Odiseo y las sirenas, otro de Don Quijote y Sancho Panza, el siguiente de Jesucristo arremetiendo contra los mercaderes del templo, y el último es el de Sócrates en pleno diálogo con alguien. Es difícil que pueda idear fotos sobre esos temas, pero lo intentaré. De acuerdo, dijo Miguel.
Llegó un momento en que Miguel tenía ganas de ser tierno con Vilma y empezó a besarla, a acariciarle la espalda, luego, a jugar con sus pezones. Vilma iba excitándose. Se desnudaron. Después de acariciarse los sexos, Miguel la penetró y Vilma gimió de placer. Cuando acabaron, Miguel le dijo, si estás embarazada sabremos si la concepción fue el día en que lo hicimos en público u hoy, ha pasado tiempo y nos daremos cuenta.
Vilma, después de ponerse la ropa interior, empezó a hojear libros de la biblioteca de Miguel. Escogió uno de pintura rusa contemporánea y otro de Otto Dix. Los ojeó con la intención de reproducir alguno de esos maravillosos cuadros. Mientras tanto, Miguel moldeaba arcilla con las manos para experimentar lo que haría con las esculturas.
Cuando los dos estaban juntos, las horas en el estudio de Miguel pasaban veloces. Había momentos en que parecía que estaban solos. Aun así, se sentían queridos el uno por el otro, protegidos y la vida en armonía compartida era plácida. Vilma estaba nerviosa por el posible embarazo, y tenía dos opciones: explicarle lo del retraso de la menstruación o callarse. Decidió no decirle nada, como había pensado anteriormente. Como no podía guardarse dentro todas esas sensaciones, le dijo a Miguel que tenía que bajar un momento a la calle. Desde una cabina llamó a Amparo para decirle que no le había bajado la menstruación y estaba muy nerviosa. Al oírlo, Amparo dio un grito de felicidad y espontáneamente le dijo, tienes que venir a mi casa a celebrarlo como es debido. ¡Pero, Amparo!, dijo Vilma, ¡no ves que no es seguro! Podría ser que me baje la menstruación en cualquier momento. Estoy segura de que vas a ser mamá, yo tengo un sexto sentido para eso, le auguró Amparo. Bueno, a ver si esta tarde me puedo pasar por tu casa, hoy todo el día estaré con Miguel, que por cierto no sabe aún nada. Ok, soy una tumba, no temas, que no hablaré. Vilma volvió a subir al estudio de Miguel, cogió las pinturas y se puso a imitar una obra rusa sobre el intento revolucionario de 1905.
Para una persona que no tiene una pincelada suelta y fresca es complicado imitar o copiar cualquier pintura. Pero a Vilma, principiante en el arte de la pintura, los dibujos y cuadros le salían interesantes. ¿Qué podían sugerir unos cuadros faltos de técnica? Su propia singularidad. ¿Por qué pueden ser atractivos los dibujos de niños en su más tierna infancia? Por su frescura y singularidad son inimitables ya que el trazo sin ninguna intención es espontáneo y no se propone llegar a un efecto concreto, simplemente los niños dibujan para experimentar y disfrutar. Ese es el reto de cualquier artista, ser tan espontáneo y particular como un niño.
Miguel miró la pintura ya finalizada de Vilma y no tuvo otra opción que aplaudir, se parece poco al original, pero has hecho otro cuadro interesante. Podrías ganarte la vida como artista, sólo te falta lo que se adquiere con el tiempo y la práctica, la experiencia. Pero que no estrangule tu individualidad y la frescura de tus cuadros. Y volvió a aplaudir.
Miguel iba modelando mediante caricias un yeso resistente y al mismo tiempo moldeable. Tenía junto a él los pigmentos con los que pintaría parte del relieve. El resto de los relieves los dejaría para que las coloreara Vilma con sus imágenes digitales. En un momento dado, cogió a Vilma por la cintura y le dijo, ¿sabes?, te noto radiante, emites brillo. Tu semblante y tu cuerpo me parecen estelares. ¿No te habrás quedado embarazada en nuestro coito público? ¡Qué cosas dices!, contestó Vilma, no sé, tú tienes un sentido para las imágenes visuales demasiado agudo, pero esta vez te equivocas. ¿O quizás no? El paso del tiempo lo dirá. Y mi hinchazón en el vientre. ¿Tú me ves con barriga de una embarazada de ocho meses? ¿Te seguiré atrayendo igual? Puedo asegurarte que sí. A mí las curvas de las mujeres embarazadas me gustan. Aún más si las produce un hijo mío que llevas dentro. Además, tú eres la mujer más bonita e interesante que ha pasado por mi vida. Ansío verte rellenita por el embarazo, dijo Miguel. Ojalá más adelante, cuando llegue el caso, no cambies de opinión. ¿Qué?, ¿estás embarazada?, preguntó Miguel. Todo puede ser, ¿no crees? Bueno, ahora me he de ir, he quedado con Amparo. Triste y solo, solo se queda… empezó a cantar Miguel. Se dieron un beso con amor y Vilma salió del estudio.
Empezaron a buscar el hijo sin amarse. Quizás ahora ya se amaban, no lo querían ni pensar. Eran dos personas sensibles y con capacidad de brindar mucha pasión al hijo y a ellas mismas como pareja. O hacia ello parecían dirigirse.
Vilma fue a casa de Amparo, no podía dejar de pensar en su posible hijo. Allí también estaba Billy. Su semblante relucía. Hola Billy, que tal estás, le preguntó Vilma. Sabes hoy me he levantado con buen pie, hacía mucho tiempo que no estaba optimista, contestó Billy. ¿Quién es esta mano caritativa y fiel a sus amistades?, dijo a continuación Amparo, que acababa de entrar en la sala y le dio dos besos a Vilma. ¿Cómo te encuentras?, le palmoteó suavemente la barriga. Bien, bien, por cierto ¿interrumpo algo? No, dijeron Amparo y Billy a la vez.
Vilma observó la sala de la casa de Amparo, la pared estaba llena de pinturas y poemas escritos. Tenía un aspecto recargado, pero todas esas obras colgadas la hacían muy interesante. Amparo vio como Vilma miraba las paredes, y gritó ¡qué viva el narcisismo! Sí, ahora estoy empezando a tener cierto éxito pero el éxito me lo he de reconocer yo, nunca he de olvidar lo que soy y como soy, por ello tengo tanta obra mía en la habitación principal de mi casa. ¿A qué tengo razón Billy? Y guiñó un ojo a Vilma. Billy llevaba una hora pasada observando las pinturas y dibujos y leyendo los poemas que interminablemente decoraban la casa. De verdad Amparo, que tal como tienes la casa es para quedarte encerrado aquí y no salir en un mes. Vilma también estaba entusiasmada con el narcisismo de Amparo. Eres suculenta Amparo. Si esta ciudad la habitase gente con tu vitalidad, entusiasmo y optimismo iría por otros caminos evolutivos. Sería otra ciudad. Cada urbe tiene lo que quiere, igual que cada ciudadano.
Amparo abrió una botella de vino rosado helado. Había cocinado unas navajas al vapor, unas gambas al ajillo, y unos trozos de bacalao rebozado y frito. Este será él pica-pica de nuestra exposición particular e individual. Aquí y ahora hemos de exponer lo que queramos, lo que salga de nuestro interior.
Vilma conectó la grabadora, la puso en marcha y se empezaron a oír los diferentes sonidos que había registrado de gente interesante. Billy empezó a leer poemas de Claudio Rodríguez, para acabar leyendo unos propios, y dijo, ya sé que algunos me han llamado la persona poesía, dicen que irradio poesía allí por dónde me muevo y a dónde voy. Pues el hombre poesía por otra parte gran lector de poemas, se ha decidido a escribir unos cuantos textos en verso últimamente. Es la primera vez que lo hago y no sé si lo haré más. Leyó uno de sus poemas y era el siguiente:
Mariposa interior que tus colores
son mi vista, que tu vuelo mi ilusión.
Y con tu valentía inspeccionaría la cueva,
para que su tesoro en forma de alimento
quizás me haga sentir bien.
Y yo, cómo ilusionado fornicador de mujeres en flor,
sigo imaginando que eres la única para mí.
Mi satisfacción, mi provocación,
mi erección, mi pasión.
Mi intelecto dice sí, mi corazón estalla junto a ti.
Mi mariposa en vuelo, dispuesta a posar en cuantas flores
la llenen de ilusión.
Al acabar Billy de recitar sus versos, Amparo y Vilma estallaron en aplausos gritando vivas. Y siguieron con el vino rosado y los frutos del mar.
Después de las horas de libertad artística, se sentaron a una mesa con la botella de vino. Amparo dijo, ¿sabes que Vilma seguramente está embarazada? No jodas, exclamó Billy. ¿Todavía no te has hecho la prueba del embarazo?, preguntó Amparo. Es que me da pánico hacérmela, tengo tantas ganas que, si no lo estoy, la decepción me afectará tanto, que quizás deje de intentar quedarme encinta para no volver a desilusionarme. No digas tonterías, la animó Amparo, cuando tienes muchas ganas de conseguir una cosa, la has de buscar, perseverar en ello hasta que la alcances, y siempre con la mayor ilusión y optimismo. Anda, bajemos a la farmacia a comprar el aparato del test. No, no, dijo Vilma. Billy se levantó y fue a comprarlo. Una vez de vuelta le dijo a Vilma, vete al baño y hazte la prueba. No quiero, se negó Vilma. Te la vamos a acabar haciendo a la fuerza, ¿eh? Vilma accedió, se hizo la prueba de orina y, pasados unos minutos, el artilugio indicaba su embarazo. Vilma palideció, los ojos se le pusieron en blanco y se desmayó. Amparo y Billy le mojaron los brazos y la cara y Vilma fue recobrando el conocimiento. Una vez repuesta, dio un grito de júbilo y se echó a llorar. A partir de hoy, en vez de alcohol beberé agua con un chorrito de jugo de limón. Amparo y Vilma se dieron un emotivo abrazo. Vilma dijo, voy a llamar a Miguel. Por favor, Miguel ven a casa de Amparo es una urgencia, ¿lo harás? Pero, ¿qué tipo de urgencia?, preguntó Miguel. Ven corre, corre. Miguel respondió que en veinticinco minutos llegaría. Mientras tanto, Vilma estaba tan nerviosa que no podía quedarse quieta ni un segundo.
Cuando entró Miguel, Vilma exclamó, ¡estoy embarazada! Miguel la levantó por las caderas y empezó a darle besos. Vio la botella de vino rosado sobre la mesa y le preguntó, ¿tú que hacías bebiendo vino? Es que aún no sabía que estaba embarazada, no beberé más, dijo Vilma. Ahora y de aquí a nueve meses el único que va a beber alcohol voy a ser yo. Amparo y Billy miraban la escena a distancia con una sonrisa. Ellos se sentían felices por sus amigos, pero en ningún momento se les pasó por la cabeza tener un hijo.
Vilma y Miguel empezaron a especular cómo sería, si fuese niño qué nombre le pondrían, ¿y si fuese niña? Billy dijo, se acaban de enterar que van a tener un bebé y ¿ya no cabe otro tema de conversación? Es una novedad trascendental en sus vidas, ten paciencia, dijo Amparo. Os invito a los tres a una comida a base de marisco, aquí en la esquina hay un restaurante gallego, ofreció Miguel. Vale, aceptó cada uno. Vilma y Miguel, por la sintonía y el cariño que mostraban el uno por el otro, parecían dos recién casados. En el restaurante pidieron raciones de gambas, cigalas, bogavante a la plancha, mejillones, almejas a la marinera y pescadito frito. El pescadito era pescadilla minúscula, producto prohibido en restaurantes por su tamaño y la consiguiente reducción de habitantes marinos, acompañado de vino Albariño. Vilma pidió un zumo de naranja natural. Se dispusieron a engullir tranquilamente esa sabrosa comida cuando a Vilma el olor a pescado empezó a producirle nauseas. Y los tuvieron que trasladar a la terraza en una mesa alejada del olor del restaurante para que Vilma pudiese estar tranquila. No me cabe la menor duda, estás embaraza, dijo Miguel. Durante la comida hablaron de los temas más diversos, Billy dijo de repente que la educación desde la infancia era un pilar de la sociedad futura. ¿Y cómo iba a haber buena educación con lo infravalorados que son aquí los profesores de primaria? Tienes razón, dijo Miguel. Además, en la escuela se enseña poco a tener buen concepto de uno mismo, a ser feliz y a relacionarse correctamente con los otros, tanto niños como cosas. Para nuestro hijo deberíamos pensarnos el tipo de educación que va a recibir, quizás incluso podríamos marcharnos de España. En los países del norte de Europa, a la educación se le da más importancia. El educador es una persona a tener en cuenta en la sociedad. ¿No crees, Vilma, que es como para pensárselo? Sería interesante ir a Suecia, por ejemplo, donde la educación es un pilar básico y se aprenden tantos idiomas.
En un momento dado, Miguel se dio cuenta de que Vilma casi no hablaba. ¿Te pasa algo, Vilma?, le preguntó Miguel. Es que no puedo dejar de soñar con mi hijo, se excusó Vilma. Eso está bien, pero ten en cuenta que los niños necesitan que sus padres pisen tierra firme y sean dueños de sí mismos, añadió Miguel. Amparo iba siguiendo el curso de la conversación cuando dijo, ¡alto, alto ahí!, ya sé lo que ocurre, si hasta vuestra vida personal ha pasado ahora a un segundo plano, imaginaos dónde queda la vida de vuestros amigos. Pero ¿a qué vienen estos ataques de celos?, le recriminó Vilma, ¡si nos acabamos de enterar y estamos con vosotros en vez de celebrarlo nosotros solos! ¿No crees que eres injusta, Amparo? Yo sé repartirme, mis sentimientos no se agotan con el amor a mi hijo. Perdona, respondió Amparo, creo que quizás exagero, pero me da miedo el cambio de papel en tu vida. Como dijo Heráclito, todo es cambio, la vida, el mundo, el cosmos. Cómo no van a cambiar nuestros roles hacia los demás, incluso nuestros sentimientos. Eso de que nunca te puedes bañar en la misma agua de un río, es cierto, ¿no? Nunca se tiene el mismo sentimiento hacia una misma persona en dos momentos diferentes. Los sentimientos, a cada instante, cambian aunque se le llame amor a las dos partes del cambio, incluso puede cambiar la intensidad del sentimiento. Vale, vale, no teorices tanto y dame un beso, dijo Amparo. Vilma se levantó de su silla y le dio un beso en los labios a Amparo, ella lo correspondió y agradeció.
Acabaron de comer, brindaron por el nuevo hijo, pagaron la cuenta y salieron del restaurante. Miguel y Vilma se dirigieron al estudio. Amparo y Billy se quedaron solos. Oye, Amparo, ¿estás tú segura de que no quieres tener hijos? Estoy segura, tú lo que tienes unas ganas locas de hacerme el amor. Perdona, pero al acto sexual intento no llamarlo así, digo follar, sin más. Creo que eso, follar, es mucho más instintivo de lo que quiere hacer ver alguna gente en esta sociedad, dijo Billy. Pero quizás el amor también es instintivo, no se siente de manera racional, por lo tanto hacer el amor también entra, en parte, en el lado instintivo. Bueno, dijo Billy, tú cuando follas, no te parece más una guerra que un momento de paz, intentas sacar todo del otro para ti. Y esto de forma salvaje. Mediante la penetración, la pasión, la excitación, acabadas en un orgasmo, que es particular, que lo tiene uno y no lo puede compartir con el otro aunque quiera, es totalmente personal. Son puntos de vista, dijo Amparo, pero así no es que te me acerques mucho. No vas a conseguir, al menos ahora, acostarte conmigo. Siguieron caminando sin rumbo, cuando Billy dijo, pues a ver cómo lo lleva Miguel, he oído y leído que la mujer, cuando tiene un hijo, enfoca toda su sexualidad en el hijo, su pareja queda en segundo plano y no tienen relaciones sexuales asiduas y buenas hasta pasados unos años. Claro, a no ser que quieran tener otro hijo. Veo a Miguel muy impulsivo. Cuando Vilma le cierre el grifo de la pasión, quién sabe cómo reaccionará. Ya veremos, la cuestión es que tener el hijo en común los ha acercado tanto, que parece que van a formar una familia. Entonces, a mí sí que me da la sensación de que nosotros quedamos bastante fuera de esa situación. Antes los cuatro nos íbamos viendo y teníamos una bonita amistad. Ahora, y cada vez más, sus pensamientos se enfocarán en ellos tres, comentó Amparo. Es ley de vida y no durará siempre, dijo Billy.
Siguieron andando y hablaban tan concentrados en el tema que, sin darse cuenta, llegaron al Bulevar Rosa. Entraron en sus galerías y tiendas de arte antiguo. En una estaba expuesto y a la venta un cuadro de Miró, que le gustaba a Amparo y lo compró. Billy le dijo, no hay nada como tener dinero, ¡y además sin trabajar! Pero no te envidio. No me considero ni una persona feliz, ni libre, pero tengo el suficiente carácter y personalidad para saber con certeza esto lo quiero y esto lo rechazo, y a ti, aunque seas una adinerada, te quiero a mi lado. Gracias, Billy, dijo Amparo, y le abrazó. Unas cuantas personas, sobre todo hombres sesentones, se los quedaron mirando, no sabemos si con envidia o con nostalgia de su pasado.
Salieron del Bulevar Rosa sin una dirección prefijada. Caminaron y cada uno percibía del otro una profunda tristeza. Amparo, por fin, se dirigió a Billy, sí, ver a una amiga que coge una dirección sin retorno es duro. La maternidad, la gran incógnita: yo no quiero tener hijos, pero siempre está acechando el miedo a haberse equivocado en la decisión. Cuando eres joven, decidir es claro y fácil. Pero cuando se acerca la menopausia y percibes que nunca tendrás a alguien incrustado en el corazón para siempre, hace que te entre algo parecido al pánico. Ahora, en Vilma la realidad es única e individual, su embarazo. ¿Sabes que Vilma y yo tuvimos nuestro momento sexual? Es ardiente, te lo aseguro. Disfrutamos de nuestros cuerpos como nunca. Yo hasta dudé de mis tendencias sexuales. Me fijo más en los hombres que en las mujeres, pero la noche con Vilma rompió mis principios. Ahora va a tener un hijo. ¡No me digas que estás enamorada de Vilma! Se extrañó Billy. Pues, la verdad, no lo sé, si estoy enamorada de Vilma también lo estoy de ti, Billy, mi sentimiento por los dos es semejante.
Siguieron caminando pensativos y cabizbajos cuando pasó un coche tocando histéricamente el claxon. Se asustaron y vieron que se habían saltado un semáforo en rojo. Entonces se dieron cuenta de que estaban en la Diagonal junto a la boca del metro de María Cristina. Y cogieron el metro hacia Plaza de Cataluña, el centro era siempre el destino final de una noche que podía acabar con unas copas de más.
Se sentaron en la terraza del bar Kasparo y pidieron dos Ballantines con hielo. Billy le contó a Amparo una historia inventada. Imagínate que hace unos cinco años veinte inmigrantes llegan a España. Son latinoamericanos de clase más bien alta. Venían a estudiar unos masters en universidades de Barcelona. Aunque lo que en realidad querían es llevarse a su país algo de la Península. ¿Qué?, ¿una reconquista es lo que estaban dispuestos a hacer? Quizás sí, una reconquista simbólica. Llevarse a su país algo que España siglos atrás les había robado. ¿Y qué crees que esperaban llevarse? Una mujer ibérica. Una mujer a la que poder follar aunque ella no tuviera demasiadas ganas. Una mujer a la que poner los cuernos sin riesgo de sufrir por ese motivo una respuesta humillante. Una mujer ibérica humilde, que en el país latinoamericano no se atreviese ni a quejarse debido al estatus social dudoso adquirido al llegar allí como pareja de uno de los nuevos reconquistadores.
Tras acabar la historia, que a Amparo le causó bastante repugnancia, Billy dijo, ¿no crees que algo parecido están haciendo las mujeres en occidente con el sexo opuesto, o sea, con los hombres? Amparo se enfadó, ¿tú que te crees?, que las mujeres, porque ahora tienen la opción de decidir con quién quieren estar y pueden cambiar de pareja siempre que se les antoje, incluso dejar al padre de sus hijos, ¿buscan venganza? No, no es una venganza, es cuestión de justicia para ambos géneros. Porque también es justicia para los hombres el poseer una mujer que decide, que es autosuficiente y que puede decir que no le gusta follar con su marido y por lo tanto le deja. Quizás estás un poco anticuado, ¿no crees? No, lo que me pasa es que me han llegado a dar miedo las mujeres. Creo que si pudiésemos ser pareja tú y yo, me daría pánico el daño que me podrías hacer, le contestó Billy.
En el Kasparo siempre hay buen ambiente, tanto por la mañana, por la tarde, como por la noche. Aquella noche el bar, o sea, la terraza estaba con media ocupación y los camareros podían ir relajados, lo que producía menos estrés a los clientes. Billy y Amparo se bebieron tres copas de Wisky, y salieron del bar bastante alegres. Desde allí fueron caminando a la Barceloneta y, tras tomar otra copa en un bar, acabaron en la playa a oír el sonido de las olas, tumbados en la arena. Una arena que a esas horas de la noche no se distinguía si estaba limpia o sucia, pero las copas hicieron que no les importase. Y con el siseo de las olas se quedaron dormidos.
Mientras tanto, Miguel y Vilma yacían en el lecho escuchando un cuarteto de cuerdas de Ravel, hablando, pensando y tomándose un poleo menta. La mano de Miguel estaba posada sobre el vientre de Vilma, que cada vez más excitada con la noticia de su embarazo, no sabía si por tener al padre de su hijo junto a ella o por las hormonas alteradas, le empezó a acariciar el pene a Miguel. Le dijo, quiero que me hagas el amor, que me folles como si no supiésemos que estoy embarazada, como si nos hubiésemos conocido esta noche y debido al alcohol y con ganas de follar salvajemente, casi me maltratases. Que conste que el estar embarazada no impide que mi comportamiento sexual sea como el de una zorra. Miguel, al oír las palabras de Vilma, le quitó las bragas con fuerza y empezó a chupar su clítoris mientras ella se sentía cada vez más húmeda y tan excitada que empezó a gemir. De repente, Miguel dio la vuelta a Vilma y empezó a lamerle el ano, para acabar sodomizándola a la vez que le acariciaba el clítoris. Fuera de sí, Vilma dio un alarido a la vez que Miguel se corría dentro. Después se abrazaron, se dieron unos besos cariñosos y Vilma dijo, aunque tengamos un hijo, el sexo no lo podemos olvidar nunca. Si no nuestra relación correría peligro. Por mí no temas, dijo Miguel.
Mientras pudiesen disfrutar que lo hicieran. En realidad, Vilma y Miguel desde que se habían hecho amantes habían descubierto la realidad de un sexo libre, sin fingir, además de morboso y de calidad. Que la frecuencia se redujese no debía ser un problema debido a la compenetración entre ambos en la cama. Su pasión duraría lo que durase, luego quedaría el amor, y el sexo de calidad en pequeñas dosis.
Miguel le dijo a Vilma, nos hemos de poner pronto a trabajar en nuestro proyecto de las esculturas en relieve. Sí, dijo Vilma, yo puedo hacer vida normal. O sea, que mañana mismo nos ponemos.
Despertaron Billy y Amparo a la madrugada, con el frio que daba la brisa marina. Se abrazaron para calentarse y Billy empezó a besar a Amparo. Después de unos minutos besándose y tocándose, Amparo se retiró. No, no quiero que esto sea así. Que pase solo cuando el amor se perciba a nuestro alrededor y entre nosotros. Billy, desesperado y deseoso de sexo, dijo, está bien, lo cual quiere decir que tú decides cuándo y si ha de pasar lo que sería natural que ocurriese. Ten en cuenta que yo soy tierno pre, durante y post acto sexual. Y sin cigarrillo después del polvo, pero quizás con una copita de Jerez. Amparo rió a su explicación y confesión, y le dijo, ten paciencia, quiero estar segura y no arrepentirme luego. Esto si pasa no será una noche de sexo más, sino algo para seguir construyendo con el paso del tiempo. Mira, Billy, me gustas, eres todo poesía, quizás tu poesía reside en tu instinto animal, que es puro, y en tu ser, que es pura metáfora de ese que intentas esconder. El verso sale por los poros de tu piel, y no sé, quizás animalizado, pero sale. Por favor, dame tiempo para poder asimilar todo lo que sería tener una relación contigo y con tu enfermedad. Billy dijo, de acuerdo, pero recuerda que mi enfermedad no es tal enfermedad. Que lo que me jode es la gente y sus respuestas actuales. Que quizás es imaginación, puede ser, pero la imaginación en sí misma no es enfermedad. Por cierto, si yo soy poesía, lo que tu mano factura también es poesía. Yo la poesía la llevo en mi interior y has de mirar hacia este interior mío para verla. Y tú Amparo, la sacas al exterior y forma un ente separado de ti. Expulsas tu poesía de tu interior. Quizás esa es la clave. Como se queda mi poesía en mi interior me enfermo de metáforas. Como tú la expulsas, las metáforas se van y no te puedes enfermar. No, replicó Amparo, entonces enfermo a los otros, a los que les llegan mis metáforas. Rieron ambos volviendo a abrazarse, permanecieron así unos dos minutos, se levantaron y se alejaron de la playa de la Barceloneta a buen paso porque hacía frío.
Fueron a casa de Amparo, se desnudaron y conciliaron el sueño rápidamente. A la mañana siguiente, cuando Amparo abrió los ojos, Billy llevaba el delantal puesto, y así, con delantal y desnudo, le llevó a Amparo a la cama un café con leche, un zumo de naranja, pan tostado con mantequilla y mermelada y jamón dulce y queso manchego. Amparo, ilusionada, se devoró el desayuno. Mientras tanto Billy había puesto música, Marisa Montes, y arreglaba la cocina. Amparo, al acabar, se dio una ducha y se vistió. Tú también te puedes duchar, le dijo a Billy, que tu olor no es muy apetitoso. Se duchó y se masturbó en la ducha de Amparo para salir con la cara reluciente pero con la misma ropa del día anterior.
Ya estaban preparados para iniciar el nuevo día, que no sabían si sería mejor o peor que los anteriores, pero estaba claro que lucharían porque fuese bueno. Billy se dirigió a la editorial. Anduvo todo el camino excitado pensando en ella. Al llegar se sirvió un café cargado, y se puso a revisar los nuevos manuscritos que había recibido. Todos eran de escritores noveles y ningún título le cautivó. Pero separó uno para leerlo. Su título era: Vida y añoranzas de un caballero de la nueva época. Le pareció demasiado largo. Le hizo decidirse por él para constatar que podía considerarse un caballero de la nueva época, cuando los caballeros brillan por su ausencia, o, al menos son una especie en extinción. Al menos los que llevan caballo son pocos. La novela empezaba así: “No era un tipo normal, tampoco se le podía considerar anormal, pero sin duda se parecía a poca gente. Se le podría definir como un tipo sui generis. Le gustaba nadar, y solo se ponía a hacerlo si en su carril ya estaban nadando dos personas. Su gran lectura eran los periódicos: leía, El País, La Vanguardia, y Avui cada día. Su definición, o la definición que daba de él mismo a los demás, era la de Caballero de la nueva época…”. El principio de la novela no motivó demasiado a Billy aunque continuó con la lectura. En pocos días, la editorial necesitaba nuevos textos que publicar y Billy era uno de los que debían decidir cuáles serían.
Después de unas horas leyendo El caballero de la nueva época estaba totalmente aburrido y defraudado, las expectativas frente a sus ventas si lo publicaban no eran buenas. Lo apartó, salió de la editorial y se fue a tomar una cerveza helada. Llevaba consigo su inagotable libro de poesía Elegía de Duino de Rilke. Le gustaba tanto que lo releía constantemente. Ese libro de elegías magistral y fresco como pocos, le hacía olvidar las desastrosas lecturas que a menudo debía hacer en la editorial. Se tomó cinco cervezas y no volvió al trabajo, se fue a casa, puso la quinta sinfonía de Schumann y vio una película erótica de Max Pecas. La masturbación que le provocó la visión de esas mujeres al estilo de los setenta fue satisfactoria y acabó durmiendo desnudo en el sofá con la melodía de Schumann a un volumen quizás incompatible con el sueño.
Mientras tanto, Vilma y Miguel seguían con su idilio. Entonces sonó el teléfono de Vilma. Era Amparo, le dijo que era feliz, se daba cuenta de lo afortunada que era, tenía dos verdaderos amigos, uno, Billy y la otra, ella. Y que, aparte de amistad, sentía morbo por los dos. Y una gran felicidad por su felicidad. Que iba a ser una gran mamá. Y acabó diciéndole si podía ir a visitarla al estudio de pintura de Miguel. Claro, vente, dijo Vilma. En una hora se presentó Amparo. Mientras tanto Vilma había preparado pasta fresca a la rabiatta. Sabía que a Amparo le gustaba la comida picante. Miguel la saludó cariñosamente. ¿Qué hay de nuevo, querida? Nada, que os echo demasiado de menos como para que paséis los momentos de dicha solos los dos. ¿Sabes?, tienes una suerte inimaginable de haber conquistado a Vilma, ¿porque supongo, no sé si lo habéis hablado, que vais a formar una familia? Al principio empezasteis a buscar al hijo sin ser pareja, y ahora se podría decir que estáis enamorados, ¿no? Vilma miraba, se sonreía y callaba. Miguel dijo, yo sí que estoy enamorado, y me da igual si Vilma lo está o no, lo importante es disfrutar de mis sentimientos. Yo también lo estoy, tonto, dijo Vilma. Pues brindemos por ello. Miguel y Amparo brindaron con un Lambrusco de calidad con el que acompañarían la pasta que ya estaba servida en la mesa entre dibujos de Miguel. Vilma brindó con coca-cola de la que se antojaba casi todas las horas del día. Amparo le dijo, qué, volviendo otra vez a la infancia con la coca-cola. Vilma volvió a sonreírse, y contestó, la infancia nunca me ha dejado olvidada del todo, ¿o no es cierto, Miguel? Si tú lo dices, pero yo te he observado desnuda y las curvas pronunciadas que posee tu cuerpo no son lo que se podría llamar infantiles. Calla, que me excito, dijo Amparo. He dicho infancia en el plano psicológico, tú siempre yendo a la parte física.
Habían empezado a comer la pasta a la rabiatta y Vilma había puesto en la salsa demasiada guindilla. La pasta picaba mucho. Bueno, estamos bien provistos de botellas de Lambrusco y de latas de Coca-cola, así que calma y a comer, dijo Miguel. Casi no podían hablar por lo que picaba el plato de pasta. De fondo musical habían elegido a Jack Teagarden, un poco de Swing que animase el rato. Vilma iba levantándose a cada momento, parecía nerviosa. Al final Miguel le preguntó, ¿estás ansiosa, Vilma? No sé si esto tan picante va a sentar bien a nuestro hijo. Pues saca la colección de quesos franceses que tengo en la nevera y come queso, que nosotros, Amparo y yo, nos acabaremos los rabiatta. ¿Que qué son?, preguntó Miguel. Penne a la rabiatta, contestó Vilma. Cuando acabó de sonar Jack Teagarden pusieron la primera sinfonía de Mahler. La tarde iba entrando y la cabeza de Amparo y Miguel se iba enturbiando a causa del Lambrusco. Se reían por cualquier cosa y estaban como si fueran amigos de toda la vida. Hasta que Vilma se puso celosa. Entonces Amparo se le acercó y empezó a acariciarle la espalda y a darle besos por toda la cara. Vilma se cansó de los cariños de Amparo, fue a Miguel y le dijo, tú, aunque me engorde como una vaca nunca te vas a ir con otra, ¿no? Miguel contestó, pero ¡qué va Vilma!, ahora estás un poco dolida con Amparo, pero nosotros nunca nos liaríamos, somos amigos. Además tú me atraes tanto que no tengo ojos para otras.
Lo que no suponían los dos en esos momentos de pasión sin visión objetiva de nada, es que los sentimientos pueden cambiar. Y si eran conscientes de ello, estaban tan alienados por el amor que no se podían imaginar en una situación semejante. Les parecía que su amor iba a durar para siempre. O ese es el deseo, que cada vez menos parejas logran. Pero se ha de ser optimista porque el amor para toda la vida existe, vaya si existe.
Amparo se puso a pintar en una hoja con acuarelas. Vilma y Miguel fueron a mirar qué hacía. Era un retrato de Billy tal como lo recordaba. Se lo regalaré, dijo. Tienes muy buena técnica en la pincelada. Parece una pintura con personalidad, dijo Miguel. Gracias, le contestó Amparo, hay mucho trabajo detrás sin ser reconocido.
Vilma y Miguel explicaron a Amparo el proyecto en común de las esculturas en relieve, con pinturas, fotos y videos dándole color. Amparo dijo que parecía un trabajo de gran envergadura. Que según lo fuese realizando, le gustaría verlo. Como hacía un magnífico día ni de un calor sofocante, ni tampoco fresco, ya que era verano, decidieron salir a dar un paseo. Vilma se encontraba por la calle bebés en cochecito. Es increíble cuando vas a tener un hijo cómo cambia el punto de vista de las cosas. Antes se estaría fijando en hombres guapos y ahora en bebés en cochecito. Ya podía ir preparándose Miguel cuando naciese su hijo, porque se vería obligado a una larga abstinencia sexual. Miguel parecía lo suficiente maduro para entenderlo. La ilusión del embarazo, una vez nace el hijo, se convierte muchas veces en preocupación. Y en ocasiones, también en puntos de vista opuestos de los padres en la educación del hijo, lo que les lleva a frecuentes enfrentamientos. Pero ilusión como tal queda poca, gran parte de ella se ha convertido en amor hacia el hijo, que no para de crecer a la vez que el hijo se hace mayor.
Pero esto Miguel y Vilma todavía no lo sabían. Como tampoco Vilma, las dificultades de las madres en el post parto. Una vez nace el hijo la madre no puede casi ni ir a orinar. Puede parecer que el hijo les ha robado todo, incluido cualquier tipo de libertad, si alguna vez creyeron tenerla.
Pero, además, de todo esto cualquier padre o madre con un poco de naturalidad por su parte, opinará que lo mejor que han hecho en su vida es tener un hijo. Lo que te da no se puede describir y eso sí que lo intuían Miguel y Vilma. Por ese motivo estaban tan ilusionados y tan acaramelados el uno con el otro.