Casi todos los relatos han empezado de la misma manera, erase una vez. Hoy, como muchas otras veces, cambiará. Empieza el relato, un día en el que no había ni sol ni penumbra.
Pero ese día si no había sol ni penumbra, ¿qué había?, ¿qué podía ocurrir?
Era un día diáfano, sin sentires globales, sin fuerzas internas que lo llevasen por un camino no determinado.
Era un día en el que todos, enemigos y amigos, discutían y se besaban. Todos, sin incluirme, sabían. ¿Yo acaso no sé?
Pero el protagonista de este relato, Fran, el gran fornicador, se cansó de su diversión principal desde la adolescencia. Ya no le apetecía follar. Por eso, ese día no había ni sol ni penumbras. Fran era Dios. Dios si no folla, no crea. ¡No habría ninguna otra creación en la historia de la humanidad!
Unos científicos y sabios, no siempre los dos conceptos van unidos, se dieron cuenta del hecho. Se propusieron darle solución. ¿La encontrarían?
Empezaron a estudiar la historia psicológica de la humanidad. Esto sí que iba a ser saber a ciencia cierta, lo que significaba el subconsciente colectivo. De este modo podrían retocarlo a su antojo mediante la publicidad y las redes sociales, y curar el mundo de su sequía creativa.
El subconsciente les habló claramente. El que no crea fallece. Es un alimento que tiene el individuo para subsistir. En sus investigaciones, los científicos comprobaron, que las sociedades perdurables, son las que inventan.
Emplearon, mediante la publicidad, un subconsciente colectivo excelente estéticamente, aunque no solo agradaba lo bello, también lo sublime. Ya no habría más amos y esclavos. Todos a crear que no se diferencia tanto de producir, tarea de las fábricas y mayoría de empresas.
Pero al no ser Fran, el único hombre, o Dios, creativo, ¿qué sentido tenía su ser desde aquel momento? Por ello se supone, o suponen algunos que se creen sabios, que dejó de follar, ya no le apetecía crear, o no tenía la capacidad. Por lo tanto tampoco le apetecía follar. ¿Acaso crear y follar son sinónimos?