Cita a ciegas

Esta no es una historia cualquiera. Es una historia corta, como todas las que son intensas y quizás algo personales.

El protagonista es Jorge, cuarenta años, soltero, vividor, soñador, podríamos decir que algo inmaduro.

Tiene una cita a ciegas que le han conseguido tres amigos desde sus  años en el colegio. Entra en el bar de nombre Céntric, sí, el que está en la calle Tallers. Espera diez minutos, media hora, tres cuartos. Cuando se va a ir, se le acerca una mujer de rasgos indígenas. Indígenas de América. Por el acento podría ser mexicana.

  • Hola, ¿creo que habíamos quedado?
  • Ah,¿eres tú?, pues te he visto en el bar desde que he llegado.
  • Lo siento pero quería observar tu comportamiento.
  • ¿Y qué te ha parecido?
  • De lo más formal: lectura de la Vanguardia, y luego de T.S. Eliot en el idioma original. Me encanta Eliot, ¡cómo me gustaría leerlo en inglés!
  • Pues toma te lo regalo, tengo unos cuantos en casa. Un amigo mío es editor y me pasa los defectuosos.
  • ¡Me regalas un libro defectuoso?
  • ¿Qué quieres tomar?
  • Lo que tú tomes.
  • Pues nada. Vámonos.

Se fueron sin destino concreto, donde la corriente los llevara. Y los llevó a casa de la chica, que le había dicho a Pedro que no era mexicana sino guatemalteca.

Allí, María le comentó que él no le gustaba. Pedro se entristeció.  Ella dijo que quería probarlo a ver si cambiaba de opinión.

Se pasaron la tarde follando. Y María acabar diciendo:

  • No eres mi tipo, pero siempre que quieras una cita a ciegas, llámame.

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