No existen coartadas para todo. Él era un ladrón profesional. Además de robar libros de arte y de poesía, robaba corazones de mujeres necesitadas.
Los robaba y se aprovechaba de ellos. Pero, un buen día, recibió su merecido en forma de sablazo emocional. Se enamoró y la mujer querida le dio una patada en el culo diciéndole, por mi como si te mueres.
Vayamos por pasos, como ladrón profesional, tenía una biblioteca muy envidiable para cualquier amante de los libros. E iba apuntando en una libretita las mujeres con las que se acostaba.
Le llegó el turno a Ruth, una mujer atractiva, inteligente y poco convencional. Pasaron una noche juntos. Ruth, entera a pesar de la cantidad de ginebras bebidas, y el ladrón profesional, por los suelos vomitando. No le pudo seguir el ritmo de copas.
Quedaron para la semana siguiente, esta vez en la casa de ella. A la segunda copa estaban follando. El ladrón profesional, a mitad de la noche estaba seco, no le quedaba energía. Por primera vez, se sentía totalmente satisfecho sexualmente, pero incómodo al no dejar satisfecha a una mujer, que contra pronóstico le gustaba.
Para que recuperase fuerzas su amante, Ruth sacó un surtido de quesos, jamón y una botella de vino. Escuchando Chet Baker, disfrutando de la conversación y la comida, Ruth esperaba más guerra, más sexo que complaciese su voracidad caníbal.
El ladrón profesional, estaba aturdido, creía que estaba conociendo el amor. Fue aterrorizándose. Ruth, intentó reactivar al ladrón profesional, mediante felaciones, mostrándole como se masturbaba, ofreciéndole el ano. Pero él no volvió a funcionar.
Después de dos horas intentándolo todo, le dijo, ya no me sirves, vete de casa.
El ladrón profesional, cazado, salió de su casa enamorado y jodido. Dicen las malas lenguas, que estuvo fuera del mercado sexual durante un año. Reparando su corazón maltrecho. Después de ese año, solo intentaba algo con mujeres que le pudiesen satisfacer el corazón y el intelecto.