No se
No sé si avanzo o
retrocedo.
Si veo o no veo.
Si siento o no siento.
Lo que sé es que me
arrastro por las calles.
Saludar
Saludar sería bonito,
pero nadie te saluda.
Si al menos no te conocieran
parte del cabello.
Y me encuentro en un banco
huérfano o que se satisfará
cuándo esté siendo útil.
Repleto por el descansar de
otro caminante como yo sin
ser yo. Y hay motivos,
o necesidades para conocer,
para palpar con los dedos de
los pies, aunque los protejan
viejos zapatos,
de los desperdicios y sociedades
casi inertes sobre el cemento.
Quizás las hay y no las conozco.
Quizás las hay y me atrapan.
Llegando
Obturando imágenes
no concisas que explotan
en mí, mientras, ahora
muevo un pie, luego el otro
y vuelvo a mover el primero,
y así sigo y sigo hasta
que llego no se a donde,
no importa a donde,
si total, lo importante
no es llegar, es sentirse
en todo momento, que alivio,
quizás dejar de sentirse, y
mientras escribo mis pies
me parece que no caminan, pero mi
mente nunca, nunca dejan de andar,
andar caminos tortuosos o felices,
mas andar.
Andén
Camino o bailo,
o corro o descanso,
sobre un andén al
que sólo le falta la
hierva, grave importancia,
esencial importancia.
Luz
¿Creo en la luz?
La luz sobre la vida eres
tú y yo paseando, aunque
sea poco lejos del humo del coche,
pero más cerca de planetas
imaginarios en que las
ciudades son saludables.
Minuto a minuto
Imborrable deambular
sobre ello, cuando
casi se asemeja a
ir pereciendo minuto
a minuto. Y en
este deambular me
encuentro una fuente
de agua, aunque parezca
mentira es clara, entre infinidad
de edificios
en que quizás viva
gente alegre o perdida,
angustiada o acomodada,
en la urbe de los
dolores de cabeza,
dónde faltan helechos,
dónde mi paseo continuo no
tiene finalidad, no es un medio,
tan sólo es la manera de
pasar el tiempo, para acabar
en ningún lado ni
conmigo mismo,
quizás con vosotros sí,
quizás.
Largas noches
Las largas noches en
que me he aproximado siempre
a la muerte sin recomendación.
No evoluciono por ellas,
y en mi legañoso despertar,
ya pensando conscientemente,
tardo horas en salir al
hirviente e hiriente asfalto,
incluso en invierno.
Pero tras varios cafés llega,
me propongo avanzar o retroceder,
al menos continuar
mi vida que en bastantes
momentos es callejera, o en la que la calle
sirve para expulsar o intentar
expulsar o compartir con ella
cierta angustia, que
muchos individuos le arrojan
sin pensar si le hace daño o no.
¿Le hace daño?
¡Le hace daño!
Por las calles
Por las calles, plazas
de la urbe se buscan
motivos festivos, o al
menos de tensión entre
risas y alcoholes, mientras
yo camino, mi mente en los míos,
mi dedo disparando. ¿Y cómo
puedo visualizar algo que
valga la pena sin estar en ello?
No sé, es la vida, son las vidas
sin interrupción de
angustias que aunque
lineales también son por sí mismas.
Y vamos, vamos yendo,
alejándome de la urbe por los
raíles sin nombre,
dirección a la casa con
propietarios sin que les pertenezca
la propiedad. Y allí me
espera parte de mi sangre
y la plenitud
de mis sentimientos.
Ellos y yo.
Yo y mi entorno.
A llegar
Y si este escalón, que
parece precipicio, en realidad
me ayudase a llegar a algún otro
lugar, aunque lo mismo
piso cemento, o algún otro
lugar donde puede llevar
a mi hijo sin el peligro
de pisar y pensar, de
pisar y convertirse en
inmundicia. Mientras trato
de pensar, voy recorriendo
en el tren, no sé si
a la anarquía del asfalto
y el estudio, o al momento de
compartir con los míos.
¿Acaso importa la dirección
del tren si ahora no hay
nadie en casa y en el asfalto
siempre estoy sólo?
Si en realidad la soledad
es mi estado, pero gentes
bondadosas y también
solitarias, se me han acercado
y nos pertenecemos, aquí
en el asfalto o en algún medio
líquido, que quizá limpie
o no limpie. Ojalá limpie,
ojalá.
Sediento por mis pasos
Sediento por mis pasos, voy
hacia allá, donde
la calzada no tiene
fin, o al menos
no se lo veo.
Aunque yo, ¡creo!,
Sí que tengo un fin. Un
final de cuerpo y
alma. Y puedo preguntarme
aunque no quiera preguntármelo,
¿la urbe, esta urbe
tiene alma, o el alma
es por los individuos que la
andan, no sé si como yo?
Enloquecidos por encontrar una
respuesta, que creo que nunca se la dará dicha urbe,
pues yo o el individuo la ha de dar
y puede suceder. ¿Hace falta pisar cemento
para encontrar un sitio,
o se encuentra en la hierba?
Húmeda hierba.
Salvia, clorofila o miel
¿Y por qué no verde en vez
de gris? Podría
recorrer calles y edificios
salvia, clorofila o miel.
Pero no, se trata de andar,
enganchando las gastadas suelas
en el cemento y las piernas
cansadas no pueden parar
de moverse mientras
la mente se nubla por
los pitidos y las esperanzas
se van diluyendo en el
aire como el humo de
los automóviles que no se ve
pero que nos alimentamos
con él, por ello el cáncer
de la urbe, por ello las ansias
de caminar otras vidas en días festivos.
Y yo andando lo infinidad de veces
Andado, casi cabeceo un árbol
solitario y huérfano.
Y creo que esa erupción es nueva,
que esa existente mala vida en la
urbe… y quizás es de a las pocas ciudades que
reconforta un bautizo,
por ello le echo un poco de agua,
humedad no putrefacta, no
pudiente como otras en estas calles,
Muchas otras, demasiadas otras.
Un otoño sin hojas
Un otoño sin hojas… parece
el sueño ocurrido en
un verano en marzo.
Y, mientras tanto, el camino
parece detenerse mas no
el tiempo, no el tiempo,
en el ecosistema de la
gasolina y los ruidos,
y los paseantes de pasos
artificiales. Y mientras tanto
con el tiempo detenido
las ideas de las primeras o de las
siguientes.
Y yo casi me dispongo
a grabar, pero en una
filmación hay un antes y un después,
en la ciudad quizás también.
Y con el que no hablo, y que
quizás nunca hable,
al que miro pero
no veo, ya que con el sólo
retrato… que aparece ante mis ojos…
no sé nada de historia/s,
o quizás sí, quizás sí.
Imprebisibilidad
Dolor de calzado,
o por la calzada
y la incomodidad en
forma de llaneza.
Cuánto se añora la
imprevisibilidad en la ciudad.
Sombra ciudad
Y hay un árbol que sólo es
Tronco, ya que no noto
su sombra. Quizás la sombra
soy yo, e ahí mi proyección,
a veces oscura otras luminosa, en compañía
o indeterminado.
La sombra de la ciudad
puede o debe ser la ciudad.
Piso con fuerza
No sé si producir
ni si ello es de utilidad,
o vagabundear bajo la
tranquilidad del techo/aire
que nos envuelve.
Pero nada es eterno,
ni siquiera esta calle
infinidad de veces pisada,
maltratada por infinidad
de gentes sin expresión,
y yo, uno de ellos
piso con fuerza este
cemento para continuar
erguido y estable sobre unos
pies a veces doloridos.
Y sabiendo cual es,
espero que será, el
final de cada día,
después de deambular
sin mente, estar bajo
un techo junto a dos personas
por mi amadas, protegidos
de virus incognoscibles,
con forma de nerviosismo,
de estrés. Aunque no hace
falta sensibilidad para
saber que el techo también
es permeable al virus.
Quizás en la intemperie
se define la vida.
En la ardorosa intemperie.
Una nube
Una nube se coloca sobre mí,
es más fácil un gran charco
sobre el pavimento que
entre mis vísceras,
por ello invito a la lluvia
a emerger, si no
la ciudad se ahoga y
sus gentes llamean.
Andar lo andado
Puede ser que aplaste
seres vivos bajo mis cansados
pasos, mas sin culpa pero
a propósito, no paro de andar
lo andado y también lo
desandado, y me pregunto,
aunque no sé si las preguntas
todavía tienen sentido ni
siquiera significado, y la
respuesta quizás es como el
hormigón, duro, duradero
mas sin vida. Y eso que dicen
por la vida de la urbe
cabría preguntarse
lo impreguntable. ¿Hormigón
sin seres es urbe? ¿Seres sin hormigón
son urbe?
¿Dónde está la vida creciente
que no la intuyo? ¿Dónde?